ECONOMíA
› EL EMBAJADOR BRASILEÑO EN EL PAIS ALENTO LA MONEDA UNICA REGIONAL
De la expresión de deseos a la realidad
› Por Claudio Scaletta
El embajador de Brasil en Argentina, José Botafogo Gonçalves, afirmó que tras la devaluación del peso llegó la hora de volver a considerar el proyecto de una moneda común para el Mercosur. La expresión de deseos se produce en un contexto de caída del intercambio bilateral del 45 por ciento para el primer cuatrimestre de 2002 y cuando el virus de la crisis argentina se volvió endémico en la región. La invocación a una medida simpática, aunque abstracta en la actual coyuntura, intenta fortalecer políticamente la reconstitución del proyecto de integración justo un día después de los dardos lanzados por el presidente uruguayo Jorge Batlle.
Contra lo que podría haberse previsto, el fin de la convertibilidad no se tradujo en un cambio de tendencia hacia una mayor integración comercial. Durante toda la década del 90 el tipo de cambio fijo argentino (o la devaluación brasileña, según se mire) fue señalado como el principal factor disruptivo del proyecto de integración.
La explosiva devaluación del peso provocó en el comercio bilateral una previsible y fuerte caída de las importaciones. En el primer cuatrimestre del año, las compras argentinas a Brasil registraron un promedio de 166 millones de dólares mensuales. En el mismo período de 2001, dicho promedio fue de 499,5 millones. En términos globales esto significó una caída interanual de las importaciones del 67 por ciento. En paralelo, y contra lo que sí podría haberse previsto, el tipo de cambio más favorable no se tradujo en aumento de las exportaciones. Mientras entre enero y abril de 2001 se realizaron ventas a Brasil por 2166 millones –541,5 millones mensuales en promedio–, en los primeros cuatro meses de 2002 se exportó por 1645 millones –411 millones por mes–, esto es, un 24 por ciento menos.
Si bien los datos del intercambio comercial incluyen la fuerte recesión argentina y la pérdida de empuje de la economía brasileña, evidencian que, tal vez, la integración dependa también de la evolución de las variables de la economía real y no sólo de las variables financieras.
No obstante, esta no fue la posición de Botafogo Gonçalves quien insistió en la nueva relación entre las monedas. “Las relaciones con Argentina están en un excelente nivel, mucho mejor que algunos meses atrás”, pues “con la devaluación se eliminó el principal escollo que no facilitaba un entendimiento en el comercio bilateral”, sostuvo. Lejos de estar sobrevaluado respecto al real, ayer el peso terminó a 3,70 en su paridad con el dólar, en tanto el real lo hizo a 2,60. Esto es, hace falta 1,42 peso para comprar un real. Por eso, Gonçalves consideró que “ahora hay condiciones competitivas similares”.
Pero la realidad del Mercosur, como lo muestra la fortísima caída del intercambio comercial, sigue presentando problemas similares a los anteriores a la devaluación. El economista Roberto Bouzas recordó que el Arancel Externo Común se convirtió en una entelequia, el intercambio compensado en el sector automotriz, en una traba para la exportación. Además, todavía subsisten muchas medidas antidumping –que carecen de sentido con el nuevo tipo de cambio–, paraarancelarias y de “incentivos” a la radicación de inversiones.
Para el especialista en economía internacional Arturo O’Connell, una verdadera integración, antes que por la convergencia macroeconómica, debe pasar por la “convergencia micro”. Para graficar esta idea, O’Connell recordó que, en su momento, el actual ministro de Economía, Roberto Lavagna, propuso la necesidad de elegir una decena de industrias para potenciarlas regionalmente. Si bien esta elección implicaría asumir el delicado costo del ajuste en algunas ramas industriales, el proceso se compensaría con el desarrollo derivado de los proyectos industriales conjuntos.
Frente a las dificultades que provocaría realizar estos cambios, limitarse a enunciar la posibilidad de una moneda común resulta másatractiva y sin costos, más aun cuando en Argentina muchos añoran la existencia de un ancla exógena para el tipo de cambio.