ECONOMíA
› CAIDA DEL PRODUCTO EN BRASIL TRAS OCHO TRIMESTRES DE CRECIMIENTO
Dolores de la ortodoxia del vecino
La economía de Brasil empieza a sentir las consecuencias de las recetas del ministro Palocci. Cayó el PIB en el tercer trimestre.
› Por Claudio Scaletta
La economía de Brasil se achicó el 1,2 por ciento en el tercer trimestre del año en relación con el segundo. La contracción es el resultado directo de la política de control de la inflación vía altas tasas de interés recomendada por el FMI y defendida contra viento y marea por el ministro Antonio Palocci. Las noticias son malas para la Argentina. No sólo por los naturales problemas de convergencia macroeconómica, sino porque la caída del consumo interno en el vecino país aumenta sus saldos exportables. El Mercosur es el único bloque en el que la balanza comercial argentina registra déficit. El modelo brasileño sirve de espejo cuando no son pocos quienes, desde este lado de la frontera, reclaman combatir la inflación con la misma receta ortodoxa de los organismos financieros internacionales.
De acuerdo con los números suministrados por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en los primeros 9 meses del año el Producto creció un magro 2,6 por ciento con respecto al año pasado, que llega al 3,1 en los últimos 12 meses, muy por debajo del promedio de la región. Si el tercer trimestre de este año se compara con igual período de 2004, registra una leve suba del 1 por ciento. Los números parecen indicar que la economía brasileña está frenando de manera progresiva. Y ello ocurre en un contexto internacional muy favorable, con elevados precios para las exportaciones.
Para el ministro Palocci, sin embargo, las cosas no son lo que parecen. “Tuvimos ocho trimestres consecutivos de crecimiento y uno de caída, es natural, no hay proceso de crecimiento sin interrupciones”, interpretó desde Puerto Iguazú. “Brasil entró en un ciclo largo de crecimiento, ese ciclo está garantizado por los fundamentos de la economía brasileña”, agregó.
Estos comentarios son muy similares a los que ensayaban los funcionarios argentinos a partir del Tequila. Las razones del parecido no son pocas. El problema de Brasil es la persistencia del discurso que se escuchó en Argentina hasta la crisis de 2001.
Tras dos reducciones y luego de tocar un techo del 19,75 por ciento anual, la tasa básica de interés brasileña se encuentra en 18,5 por ciento. La argumentación que respalda esta política es que las tasas altas generan un incentivo para la entrada de capitales, lo que permite recuperar la “confianza de los inversores”.
Pero en la economía real pasan cosas distintas. Semejante nivel de intereses desalienta la actividad productiva en favor de la valorización financiera. De hecho, el único sector de la economía que se mantuvo estable fue el sector servicios y ello porque incluye la intermediación financiera. La industria, en tanto, cayó el 1,2 por ciento y la actividad agropecuaria, un significativo 3,4 por ciento.
Entre los efectos de estas bajas se cuenta la disminución del consumo interno y, en consecuencia, el aumento de los saldos exportables. Como muestran los datos del Intercambio Comercial Argentino conocidos ayer (ver aparte) el Mercosur es el único bloque regional con el que el país registra déficit, otro espejo de los ’90, cuando el flujo era el inverso. Estos movimientos comerciales reviven las viejas rencillas sectoriales y debilitan la cohesión del bloque regional donde más importa.
La paradoja de las exportaciones brasileñas es que aumentan a pesar de que la entrada de capitales produce una apreciación (anticompetitiva) del tipo de cambio. El contrapeso que permitió la continuidad del comercio bilateral es el poderoso efecto de los mayores saldos exportables y de los subsidios del Bandes. Pero al abaratar también las importaciones, la revaluación del real acerca la restricción externa.
Lo notable es que Brasil siga entrampado en este círculo vicioso ya repetido en todas las recientes crisis financieras internacionales, incluida la suya propia de 1999, aunque por entonces haya existido rebote de Asia y Rusia. Menos notable es que el FMI continúe recomendando la receta, pues ya fue escrito largamente, entre otros por el premio Nobel Joseph Stiglitz, que la lógica de los organismos se vuelve transparente cuando se la considera “como si” respondiera a los intereses del capital financiero. Una prueba visible son las ganancias de los bancos internacionales que operan en Brasil. Para la economía real, en cambio, se trata, ni más ni menos, que de “la paz de los cementerios” a la que meses atrás hizo referencia la actual ministra de Economía, Felisa Miceli, al criticar las recetas ortodoxas para controlar la inflación que, fronteras adentro, reclamaban y reclaman los nostálgicos de los ’90.