La baja en el precio de los alimentos, según la medición oficial, hizo descender la línea de ingresos familiares estimada para quedar fuera de la pobreza a 857,60 pesos en el mes de abril.
Una familia tipo necesita 857,60 pesos para zafar de la pobreza, según los parámetros utilizados en la medición del Instituto de Estadística y Censos correspondiente al mes de abril. De acuerdo a esos mismos registros, la posibilidad de que los hogares argentinos queden por encima de la línea que separa técnicamente a los pobres del resto crece paulatinamente, en la medida en que las mejoras de salarios vienen ganando la carrera contra los precios.
Durante abril, la canasta básica total de bienes que necesita esta familia estándar (un jefe varón de 35 años, su esposa de 31, un hijo de 5 y una hija de 8) bajó un 0,3 por ciento respecto del mes anterior, aunque resulta un 11,3 por ciento más cara si se la compara con el mismo mes de 2005. Pero sucede que, en este mismo intervalo anual, las remuneraciones mejoraron un 17 por ciento, lo que permite asegurar que, en términos estadísticos, hubo una mejora real en la situación de los hogares a cargo de asalariados, cuyos ingresos superaron a la inflación.
Desde una perspectiva más estricta, esa misma familia necesitó el mes pasado 397,03 pesos para no estar incluida entre los indigentes, ya que ése es el costo de la canasta básica alimentaria. Ese valor de referencia da la pauta de que en abril este grupo de alimentos imprescindibles para ingerir la cantidad mínima de calorías requeridas por el grupo familiar retrocedió un 0,7 por ciento, posiblemente gracias a los acuerdos de precios que permitieron tenerlos contenidos.
En abril, los alimentos tuvieron en general un alza promedio de 0,5 por ciento, incremento que obedece, fundamentalmente, a subas de aquellos productos que están fuera de los pactos firmados entre el Gobierno y los productores. Dentro de los bienes clave para el menú de una familia tipo, el mayor incremento se observó en panificados (1,5 por ciento) y verduras (2 por ciento), aumentos que se vieron compensados por bajas del 0,6 por ciento en carnes y 3,5 por ciento en frutas. En los lácteos, en tanto, el comportamiento fue dispar, ya que mientras la leche fresca se mantuvo en los mismos precios, la leche en polvo subió un 0,7 por ciento, el queso cuartirolo 2 y los yogures 3,5 por ciento.
Si la medición se focaliza en marzo, la relación precios-salarios fue menos favorable para los jefes de hogar. En dicho mes, la canasta básica total y la alimentaria registraron aumentos mensuales del 1,3 y 1,8 por ciento, respectivamente, mientras que en ese mismo lapso los salarios sólo subieron 0,9, acentuando el rezago que éstos acumularon tras la devaluación respecto de ambas canastas.
Pero el resultado es otro si se amplía la mira a lo que ocurrió durante todo el último año, en el que las remuneraciones crecieron por encima de la inflación, lideradas por los empleados registrados (en blanco). Según acusan las estadísticas oficiales, en ese mismo lapso los salarios de los trabajadores privados crecieron un 21 por ciento y los no registrados un 17,5 por ciento, en tanto que los del sector público superaron moderadamente el 7.
Tras los acuerdos de precios con los principales rubros de la alimentación, ahora el Gobierno intenta hacer un seguimiento estricto de la formación de precios para evitar que las conductas remarcatorias frustren la recuperación del ingreso de los asalariados que se verificó en los últimos meses.
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