Vie 12.05.2006

ECONOMíA  › UNA PESIMA DECISION DE 1997 QUE COSTO 1400 MILLONES DE DOLARES

El oro que vendió Pou como baratija

Con la revaluación actual del metal precioso, la decisión del titular del Banco Central de desprenderse de todo el oro atesorado en la entidad en 1997 le significó al país una pérdida patrimonial de 1405 millones de dólares.

› Por Claudio Zlotnik

La onza de oro escaló ayer hasta los 721,50 dólares, nivel máximo de los últimos 25 años. Hace ocho años y medio, a principios de diciembre de 1997, el entonces presidente del Banco Central, Pedro Pou, se vanaglorió de liquidar toda la existencia de oro que había en las bóvedas de la autoridad monetaria. En total vendió 4 millones de onzas a un precio promedio de 370,22 dólares. Recibió entonces 1480,9 millones de dólares. Si hubiese mantenido aquellos lingotes y monedas de oro, hoy la Argentina atesoraría 2886 millones, 1405 millones de dólares más en sus reservas.

El proceso de venta del oro se había iniciado en la última etapa de Roque Fernández al frente del Central y se aceleró durante el ’97. Entusiasmado por lo que percibió como un excelente negocio, Pou llevó la ola vendedora hasta sus últimas consecuencias. En octubre de 1998 liquidó monedas del siglo XIX por 100 millones de dólares, que fueron ofertadas en la casa de remates Sotheby’s. Eran monedas emitidas durante los gobiernos de Julio Argentino Roca, Miguel Juárez Celman y Carlos Pellegrini. Se ponía un punto final a una historia de acumulación de oro, que había sido característica en la historia moderna de la Argentina y que, según la leyenda, había tenido su mejor momento durante el primer gobierno de Juan Domingo Perón.

La fiebre “anti-oro” finalizó un año después, a mediados del ’99. En aquel momento se pusieron a disposición del público monedas de colección, las únicas de oro acuñadas por la Nación: el Argentino Oro, que habían sido heredadas de la antigua Caja de Conversión, de 1935. Cada moneda se vendió a 80 pesos y, aunque el remanente iba a fundirse para venderlos en lingotes, al final quedó un sobrante de monedas en el tesoro del BCRA.

Hay algunas decisiones estratégicas que sólo el paso del tiempo permite evaluar si fueron acertadas. Ocurrió con las privatizaciones: años después de los traspasos se pudo constatar que no sirvieron para saldar la deuda externa ni para que en la Argentina hubiese más justicia social, tal como se había prometido. La decisión del tándem Roque-Pou se tomó cuando la cotización del oro caía en picada. Lejos del record histórico de 1980 (870 dólares la onza), a fines de los ’90, la onza se deprimió hasta los 290 dólares.

La mala jugada financiera pudo amortiguarse porque una parte de los dólares obtenidos tras las ventas fueron invertidas, a una tasa de interés mínima, en bonos del Tesoro estadounidense. Seguramente, muchos de los billetes verdes que quedaron en el Central tras las ventas de oro formaron parte de la intensa fuga de capitales de la última década.

La historia empezó a revertirse con la llegada de Alfonso Prat Gay al Banco Central, en el 2003. El ex jefe del BCRA hizo dos grandes compras: una de 42 toneladas de oro a 390 dólares la onza y otra de 13 toneladas, a 420 dólares. Traducidos en onzas fueron 1.774.193. Tomando en cuenta un precio promedio de 400 dólares la onza, Prat Gay pagó 710 millones de dólares por aquellas operaciones. A los valores actuales, el Central posee oro por 1280 millones de dólares. Significa que estas compras arrojaron una ganancia de 570 millones de dólares a favor del Banco Central. En la actualidad, el BCRA tiene el 5,5 por ciento de sus reservas en oro.

Desde que empezó el año, la onza de oro se revalorizó 36 por ciento. El fenómeno se aceleró en el último mes, lapso durante el cual aumentó un 20,3 por ciento. ¿Continuará esta tendencia? La explosión del oro y de los demás metales tiene fundamentos atendibles: presiones inflacionarias en los Estados Unidos, debilidad del dólar, tensión en la relación entre la administración Bush e Irán, una mayor demanda por parte de China e India, y también de los países árabes, ante el efecto riqueza que genera un barril de crudo de más de 70 dólares. También es cierto que el boom de las últimas semanas fue impulsado por una innegable ola especuladora, que creció al calor de los nuevos máximos. En este contexto, en la city no descartan que en las próximas semanas se quiebre el record de 870 dólares del año 1980. Pero a esta altura esa predicción tiene más de adivinanza que de cualquier razonamiento lógico.

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