› Por Raúl Dellatorre
Tres grandes cerealeras multinacionales controlan el 45 por ciento de las exportaciones de granos, subproductos y aceites de la Argentina. Las tres que le siguen –dos de origen nacional, una presidida por un senador oficialista– manejan otro 25 por ciento, aproximadamente. Entre sus activos, tienen los principales centros de acopio diseminados por toda la pampa húmeda. Son de su propiedad, además, las mayores terminales portuarias que funcionan en el área de influencia de Rosario (sobre el Paraná) y en los puntos de embarque de Quequén y Bahía Blanca. Sobre estas seis empresas están puestas todas las miradas, porque son las que se quedan con “la parte del león” de la renta agropecuaria en épocas de auge de precios, como la actual, y las que nunca pierden en tiempos de depresión. Los miran pero no los acusan. Ni los productores, que prefieren cargar contra el Gobierno cuando el precio neto no los satisface. Ni el Gobierno, que intervino –como hizo ayer–, pero volvió a dejar “a salvo” sus utilidades.
Cargill, Bunge y Dreyfus se reparten, año tras año, el podio de los exportadores de cereales, oleaginosas y sus derivados. Dominan ampliamente en el negocio de los embarques de granos de soja (unas 10 millones de toneladas anuales), de maíz (15 millones) y de trigo pan (10 millones), de pellets de soja (más de 20 millones) y de girasol (un millón) y en aceites de soja (cinco millones) y de girasol (más de un millón de toneladas).
Por tener la más amplia capacidad de almacenamiento (en centros de acopio y en instalaciones portuarias), son el único actor de la cadena de comercialización con posibilidad de manejar a su conveniencia el momento (y los precios) de compra del producto y el de embarque, sin necesidad de “calzar” ambas operaciones. Sólo en los puertos del Gran Rosario, Bunge tiene capacidad para almacenar 900 mil toneladas de granos y subproductos. Cargill tiene instalaciones para acopiar un millón de toneladas y Dreyfus, 750 mil. Los volúmenes que manejan, además, los convierten en árbitros y parte del negocio: son los encargados de trasladar al mercado interno los precios de las plazas internacionales, pero no necesariamente en el mismo día ni proyectados con la exactitud de un espejo. Por su posición de mercado, no son ellos los que pagan las retenciones que el Gobierno fija a los exportadores: las descuentan del precio que le pagan al productor, convirtiendo a éste en el tributario del gravamen.
Hace apenas unos días, a principios de esta misma semana, el ministro de Asuntos Agrarios bonaerense había acusado de “usureros” a los exportadores de trigo por el bajo precio que les pagaban a los productores. Raúl Rivara les aconsejó a éstos “no vender trigo” hasta que el gobierno nacional modificara la política de precio máximo u orientativo para el mercado a granel, con el que pretendía preservar la estabilidad del precio del pan en el mercado local. Los exportadores hicieron abuso de esa recomendación, pagando ese valor rebajado también por el trigo que destinaban al mercado externo a precios internacionales. Vale recordar que dos tercios de la producción de trigo tiene destino de exportación.
La solución que ayer implementó la cartera económica no fue bien recibida por los productores, en especial los sojeros. “Puede que resulte en lo económico, pero políticamente es una señal gravísima”, señaló con desagrado un dirigente agrario pampeano ayer a este diario. “Con este superávit fiscal enorme, sobraba para subsidiar el consumo interno sin afectar al productor”, se quejó. Advirtió que otra vez se deja intacta la ganancia del exportador, pero esta postura no es la que expresan institucionalmente las entidades del sector.
De más está decir que la relación de los productores medianos y pequeños con los grandes exportadores no es, justamente, la de un mercado de libre competencia. Sin embargo, la regulación no recayó sobre los que tienen posición dominante (y suelen abusar de ella), sino como una compensación entre productores de soja (que cobrarán menos) y procesadores industriales (que serán subsidiados cuando paguen más cara la materia prima). En el medio, los exportadores. De ellos no se habla.
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