ECONOMíA › LA REVALUACION BRASILEÑA ABRE OTRO ESCENARIO
› Por Marcelo Zlotogwiazda
El dólar volvió a cerrar ayer en torno de 1,95 real, manteniendo su nivel más bajo en seis años y bien lejos de cuando cotizaba a la par del peso argentino. A diferencia de la Argentina, donde la acumulación de divisas por parte del Banco Central logró hasta ahora mantener la paridad cambiaria nominal, en Brasil no ha sido posible, aun cuando el año pasado las reservas aumentaron en 32.000 millones de dólares y en lo que va de este año se agregaron cerca de 40.000 millones más. Mientras el presidente Lula da Silva reconoce impotencia para frenar la revaluación de la moneda y hay quienes vaticinan que el dólar podría seguir cayendo hasta 1,80, proliferan opiniones diversas sobre las consecuencias del súper real para Brasil, y también respecto de su impacto en la Argentina.
En un artículo publicado ayer en el blog Latin America Economonitor, el economista y director del Centro de Estudios Brasileños de la Universidad de Columbia, Thomas Trebat, se hace eco de que “la apreciación de la moneda preocupa en Brasil por su potencial efecto desindustrializador”, pero, según señala, “hasta ahora no hay evidencia que lo fundamente, sino más bien lo contrario”. De todas maneras, Trebat reconoce que la revaluación (que él atribuye fundamentalmente a un boom en el precio de las commodities motorizado por la demanda china) “conlleva riesgos que merecen ser monitoreados”.
El gobierno brasileño no ha podido contrarrestar la masiva afluencia de divisas mediante la receta que sí resultó en la Argentina: desde comienzos del año pasado, el Banco Central de Brasil sumó a las reservas más de 70.000 millones de dólares, pero la paridad continuó atrasándose. Y a pesar de que algunos calculan que las reservas podrían seguir subiendo otros 60.000 millones de dólares de ahora hasta fin de año, para ubicarse en 180.000 millones, casi todos los pronósticos anticipan o mayor apreciación del real o que se estacione en los niveles actuales.
El propio Lula confesó hace un par de días que “no hay un milagro ni un pase mágico que nos permita decir cuál va a ser la tasa de cambio”. Más contundente, el economista Ricardo Meirelles sostuvo que la apreciación es en lo inmediato “un problema sin solución”. Para colmo, el miércoles la calificadora Standard & Poors subió un escalón la calificación de riesgo crediticio brasileña, ubicándola a un paso del denominado investment grade (grado de inversión), que es el nivel que habilita a cualquier fondo extranjero a colocar dinero en esa plaza. Es obvio que la buena nota no hace más que reforzar el flujo de divisas y, por ende, las presiones alcistas sobre el real.
En cuanto al efecto sobre la Argentina hay opiniones divididas. Algunos la toman como una buena noticia por su impacto sobre el comercio exterior, pero otros, como Roberto Frenkel, por ejemplo, advierte que la mejora inmediata puede verse contrarrestada por la desaceleración del crecimiento brasileño derivada del súper real.
Por el momento, los números del intercambio bilateral del primer trimestre muestran que las exportaciones se incrementaron en un 33 por ciento respecto de igual período del año pasado, con subas bastante parejas en productos primarios y manufacturas. Pero aunque menos, también aumentaron las importaciones, en un 18 por ciento, pese al encarecimiento en dólares de la oferta brasileña. En síntesis, el déficit trimestral se achicó de 962 millones de dólares a 892 millones de un trimestre a otro. Cambios leves que dejan más dudas que certezas.
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