ECONOMíA › PETROLERAS Y EXPENDEDORES PROYECTAN AUMENTOS GRADUALES DE COMBUSTIBLES
Después de las elecciones, petroleras y estaciones de servicio buscarán llevar el precio de los combustibles entre 20 y 30 centavos más arriba que en la actualidad. La estrategia será producir ajustes escalonados y permanentes, de uno a tres centavos por mes.
› Por David Cufré
Hace tres meses que las petroleras y las estaciones de servicio vienen ajustando el precio de los combustibles en dosis homeopáticas. Todos los días un poquito, sin estridencias, pero de manera persistente. Ese plan sufrió algunos contratiempos por la revelación periodística de los aumentos, rechazados por el Gobierno. Ante esa circunstancia, Repsol YPF, Petrobras, Shell y Esso aclararon que los expendedores de la red propia no fueron autorizados a aplicar subas. Sin embargo, las empresas y las estaciones proyectan soltar amarras después de las elecciones del 28, para llevar los precios de las naftas y el gasoil entre 20 y 30 centavos más arriba. La idea es repetir la estrategia de pequeños retoques escalonados, de uno a tres centavos por mes, empezando por el interior del país y las estaciones más chicas para llegar después a las distribuidoras más visibles de la Capital Federal.
La nafta común, que se vende en un rango de 1,60 a 1,90 pesos por litro, pasaría a costar entre 1,80 y 2,20, la súper iría de 1,90/2,20 a 2,10/2,50, las versiones premium treparían de 2,20/2,60 a 2,40/2,90 y el gasoil saltaría de 1,50/1,80 a 1,70/2,10. La dispersión entre estaciones facilita los ajustes, ya que al no existir un precio uniforme, los cambios son menos evidentes.
Todos los actores del negocio de los combustibles admiten su intención de producir los incrementos, pero las petroleras advierten que deberán manejarse con cautela para sortear la resistencia política del Gobierno. “Tendremos que llegar a alguna clase de acuerdo para sincerar los precios”, comentaron a Página/12 desde una de ellas. Es un concepto repetido, que no toma en cuenta que la Argentina es un país productor de hidrocarburos y que las empresas que lo explotan disfrutan de una rentabilidad extraordinaria por la disparada del precio del crudo, lo que les da margen para no tener que afectar los bolsillos de los consumidores locales y hacer viable la actividad de los expendedores.
Sin embargo, los dueños de las estaciones de servicio no han conseguido en los últimos años que las petroleras les reconozcan mayores márgenes de rentabilidad para hacer frente al incremento de costos. Por eso, los expendedores están a la cabeza de los que reclaman aumentos de combustibles. La alternativa que ofrecen es que el Gobierno reduzca la carga impositiva, con lo cual el Estado pasaría a soportar el peso que no quieren asumir las petroleras. El Gobierno rechazó esa opción y, a cambio,
ofreció interceder entre petroleras y estacioneros para resolver la crisis de estos últimos. El secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, asumió esas gestiones, que al día de hoy no han dado resultados.
Shell y Esso –esta última, en proceso de venta– también presionan por un ajuste de precios. Su problema es que no producen petróleo y deben comprarlo a un valor cada vez mayor a Repsol YPF y Petrobras. Hasta ahora la ecuación de su negocio cerró con la exportación de naftas a precio internacional –con retenciones de sólo el 5 por ciento–, pero el aumento del consumo local viene reduciendo los volúmenes para colocar en el exterior. Una solución posible sería realizar fuertes inversiones en sus plantas para incrementar la capacidad de procesamiento de crudo, pero una de las empresas está en permanente conflicto con el Gobierno –Shell– y la otra se prepara para abandonar el país.
Los dueños de las estaciones de servicio dicen que están “ahogados”. Las “blancas”, aquellas que no llevan la bandera de ninguna petrolera, son las más golpeadas. Se proveen de las petroleras locales, a un precio cada vez más caro. Las “embanderadas”, que tienen colgado el cartel de YPF, Petrobras, Shell o Esso, consiguen los combustibles un poco más baratos, pero el aumento de sus costos tras la devaluación dejó a muchas fuera del camino. En la actualidad quedan menos de 4000 estaciones en todo el país, contra 6000 que había a fines de 2001. Los expendedores de la red propia de las petroleras son quienes están en mejor situación, debido a que en su mayoría sus estaciones son las mejor ubicadas, lo cual les asegura altos volúmenes de venta.
Las petroleras argumentan que la dispersión de precios es consecuencia de la diferencia entre estaciones, así como de su ubicación geográfica, más cerca o más lejos de las plantas refinadoras. Las empresas piensan aprovechar esa situación para ir produciendo los ajustes. Lo que es seguro, dicen, es que los combustibles aumentarán.
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