Sáb 03.11.2007

ECONOMíA  › EL ORO Y EL PETROLEO SIGUEN LA ESCALADA

Crónica de una crisis anunciada

› Por Raúl Dellatorre

La palabra record dejó de ser una novedad en los comentarios de mercado. Ayer se batieron nuevos records en las cotizaciones internacionales. En la plaza petrolera, el WTI alcanzó en Nueva York su máximo valor de cierre, con 95,93 dólares por barril, 2,5 por ciento por encima del valor final de la jornada del jueves, pero sin alcanzar el de 96,24 dólares al que llegó en algunas operaciones de esa jornada. El oro en lingotes cerró la sesión neoyorquina en 808,50 dólares, su máximo valor en casi 28 años –desde enero de 1980–. Ambos, con pronósticos de mayores subas, como reflejo de las condiciones de inestabilidad en el mercado financiero estadounidense y de la debilidad de la moneda del mismo origen. O hablando con mayor propiedad, como producto de la crisis latente en la principal economía del mundo que, por ahora, sigue logrando trasladarle el costo a buena parte del resto del planeta.

El proceso de crecimiento del precio del crudo está estrechamente vinculado con la crisis en los mercados financieros estadounidenses, que provocó una huida de los especuladores hacia plazas más rentables en lo inmediato. A ello se agrega el constante debilitamiento del dólar, que hace que, por reflejo, todos los commodities suban su precio nominado en la moneda estadounidense.

¿Por qué las operaciones con petróleo son las que atraen a los especuladores? Porque hay condiciones de mercado que indican un exceso de demanda creciente sobre una oferta estancada o declinante y situaciones turbulentas que amenazan el abastecimiento. Todo suma a alentar la especulación y el ingreso masivo de especuladores infla aún más los precios.

Los especialistas indican, por otro lado, que el oro funciona como refugio de valor para los financistas. Así, frente al deterioro del dólar, prefieren pasar parte de sus carteras a posiciones en oro que le garantizan mantener el valor real. Si el petróleo sube y con ello genera inflación a nivel mundial, el oro subirá acompañando ese incremento, postulan. Los movimientos del precio del metal a lo largo de estos meses le dan la razón.

La violenta trepada del precio del crudo, que acumula un 100 por ciento en un año y más de un 15 por ciento en el último mes, parece preocupar menos a Estados Unidos, que la impulsa, que al resto del mundo. Los países importadores empiezan a sufrir las consecuencias del incremento en los combustibles y un impacto inflacionario sobre sus economías internas –menos intenso, sin embargo, que el de crisis anteriores, como la de los ’70–. La Administración Bush y la Reserva Federal de su país, en cambio, le otorgan la prioridad a ver cómo evitan una caída en cadena en su sector financiero a partir de la crisis desatada por el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Un ejemplo de ello es que, luego de bajar la tasa de referencia en un cuarto de punto el miércoles, la FED inyectó en el mercado fondos líquidos por 41 mil millones de dólares al día siguiente. Dos medidas que agregaron liquidez para sostener el valor de los activos financieros y la salud de las entidades, pero que se volcó en parte hacia la especulación en otros mercados, como el petrolero y el de oro.

Mientras Estados Unidos pueda seguir volcando dólares al mercado, que salen inmediatamente del país para compras especulativas o para pagar importaciones –dicho país mantiene un fuerte déficit comercial–, el impacto inflacionario de una mayor emisión no se sentirá fronteras adentro, sino en el resto del mundo. Como alguna vez dijera Ben Bernanke, antes de ocupar el sillón principal de la FED, “Estados Unidos tiene una tremenda ventaja tecnológica sobre el resto del mundo: es el único país que tiene una maquinita capaz de imprimir dólares”. Lo cual lo hace capaz, también, de repartir los costos de una crisis originada en su propio territorio.

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