ECONOMíA • SUBNOTA › REPERCUSIóN DE LA CRISIS EN EUROPA. QUIEBRAS BANCARIAS Y RESCATES OFICIALES
Al menos en siete países, el gobierno tuvo que intervenir este fin de semana para salir al rescate de instituciones financieras en dificultades. El presidente de Francia, Nicolas Sarkozy, elogió las políticas de regulación estatal.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
La versión más optimista de la crisis argumenta que el terremoto financiero consagra el gran retorno del Estado como regulador en el mundo de las finanzas. La versión más realista no puede sino constatar que, al igual que en los Estados Unidos, Europa tuvo que recurrir al dinero público para salvar de la hecatombe a las instituciones financieras aspiradas por el abismo que se abrió en Wall Street. Gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Alemania, Dinamarca y Francia tuvieron que intervenir entre el domingo y el lunes para impedir que la fractura sea más grande. El banco británico Bradford and Bingley será nacionalizado. Bélgica, Holanda y Luxemburgo tuvieron que adquirir parte del grupo de banca y seguros belgo-holandés Fortis con un aporte de 11 mil millones de euros. El banco alemán Hypo Real Estate pasó al filo de la quiebra gracias a una línea de crédito de emergencia de 35 mil millones de euros garantizados por el Estado y otorgada por un consorcio de bancos alemanes. Mientras que el banco franco-belga Dexia, cuyas acciones cayeron brutalmente en la Bolsa, obligó a las autoridades de las dos naciones de origen a pensar en un salvavidas para una institución que ayer perdió 27,11 por ciento en la Bolsa.
Dexia es la última víctima de una lista donde, uno tras otro, caen los bancos considerados débiles. Los inversionistas, que perdieron enormes sumas de dinero con la quiebra del banco de inversiones estadounidense Lehman Brothers, cesan de prestar dinero a un banco en cuanto sospechan que su fortaleza financiera es endeble. De esa forma, los bancos se quedan sin los recursos esenciales para poder funcionar. Dexia paga también el tributo de los déficits acumulados por su filial estadounidense, la aseguradora de bonos FSA.
Los grandes oradores del credo liberal se convierten uno tras otro a las virtudes de la regulación y la intervención del Estado. Así, el presidente francés, Nicolas Sarkozy, se preguntó ayer: “¿Qué han hecho los Estados en el Reino Unido, en Bélgica, en Luxemburgo, en Holanda, en Alemania? Intervinieron para garantizar la seguridad y estabilidad del sistema financiero en sus países y en Europa. Apoyo sin reservas esas iniciativas. No debemos ceder ante la desestabilización, hay que apoyar a los bancos”.
Sarkozy se reúne hoy con los dirigentes de los principales bancos y compañías de seguros de Francia y luego con altos funcionarios con el fin de preparar una cumbre mundial sobre lo que el mandatario calificó como “un nuevo sistema financiero internacional”. En la reunión preparatoria participarán los cuatro países europeos del G-8 (Alemania, Gran Bretaña, Francia, Italia), el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso; el primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo, Jean Claude Juncker, y el presidente del Banco Central Europeo, BCE, Jean Claude Trichet.
El martes pasado, cuando habló ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, Nicolas Sarkozy dio muestras de una súbita transmutación ideológica. “Reconstruyamos juntos un capitalismo regulado, donde sectores enteros de la actividad financiera no son dejados al arbitrio exclusivo de los operadores del mercado, donde los bancos cumplen con su función. El deber de los bancos es financiar el desarrollo económico y no la especulación”, había afirmado el presidente francés.
Entre cambios de doctrina y dinero público para salvar al sector privado, las arcas del Estado se pueden llegar a quedar vacías y los socialistas, grandes defensores del principio de regulación estatal de los mercados, sin discurso. Lo cierto es que, en Francia, los indicadores económicos arrojan signos alarmantes mientras que el sistema bancario, debido a su especificidad, parece a salvo del colapso. El mercado bancario francés se distingue por la ausencia casi total de bancos de inversión, que son los que hoy están en el agujero negro. En Francia, los bancos son instituciones llamadas “universales”, es decir que sus actividades abarcan todos los productos ofrecidos por un banco y no uno sólo: gestión de cuentas corrientes, préstamos personales e hipotecarios, consejos financieros, gestión de fortunas y préstamos a las PyME.El horizonte económico es incierto. Según cifras divulgadas ayer, el desempleo aumentó 2,2 por ciento en el curso del mes de agosto. Esto se traduce por 41.300 personas suplementarias sin trabajo, lo que eleva a 1.949.600 el número de desempleados.
“En los próximos meses, la crisis económica y financiera tendrá un impacto sobre el crecimiento, el trabajo y el poder adquisitivo”, había afirmado Nicolas Sarkozy en un discurso pronunciado el jueves pasado. La confirmación no tardó en llegar, no sólo con el desempleo, sino con la presentación de un escueto proyecto de presupuesto para el año próximo. El déficit público francés alcanzará 2,7 por ciento del PIB en 2008 y en 2009. París no podrá así cumplir con su compromiso ante la Unión Europea de reducir el déficit de 2,7 por ciento a 2,5 a finales de 2008. El Instituto Nacional de Estadística (Insee) confirmó que el Producto interno bruto (PIB) de Francia disminuyó 0,3 por ciento en el segundo trimestre de 2008.
La sacudida financiera penalizó tanto el crecimiento como el mercado laboral y forzó al gobierno a presentar un presupuesto sin alas. El déficit presupuestario francés alcanzará los 52.100 millones de euros el año próximo, contra 49.400 millones de euros en 2008. El presupuesto 2009 fue pensado con una inflación de 2% (2,8% actualmente), un barril de petróleo a 100 dólares y un euro a 1,45 dólar. El crecimiento negativo de 0,3% registrado en Francia representa el primer retroceso en una gran economía que forma parte de la zona euro desde 2002. Los 15 miembros de la Eurozona se habían comprometido a controlar sus déficits públicos a fin de garantizar la estabilidad de la moneda única. Esas promesas, como el mensaje electoral de Sarkozy, que consistió en prometer más trabajo para obtener más ganancias, quedaron bajo los escombros de la onda expansiva de Wall Street.
De repente, un fantasma con pasaporte argentino irrumpió en el convulsionado mundo financiero actual. Las especulaciones en torno de la capacidad del plan de rescate del gobierno de Estados Unidos se exacerbaron tras su rechazo en el Capitolio. Y las dudas sobre la validez de someter al público norteamericano a un sacrificio de 700 mil millones de dólares para salvar a sus bancos ocupó la primera plana en los debates. Un diario de las islas Canarias, con la firma de Francisco Suárez Alamo, concluye un artículo poniéndole nombre al fantasma: “La inyección financiera se presenta como el menor de los males sociales posibles. En paralelo, por supuesto, habrá que revisar las reglas de juego del sistema financiero y de la propia liberad de mercado, pero mientras eso llega, siempre será preferible que el Estado garantice la continuidad del sistema y no que, en Estados Unidos y Europa, se reproduzca el fenómeno del corralito argentino. Porque esto último, si nadie lo remedia, es lo que nos espera”.
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