ECONOMíA • SUBNOTA › LAS CRíTICAS DE STIGLITZ, ROUBINI Y GALBRAITH (H) AL SALVATAJE QUE PROPUSO BUSH
Tres reputados economistas estadounidenses polemizaron con el gobierno por la concepción de su plan para el sistema financiero. Dijeron que equivale a privatizar las ganancias y socializar las pérdidas. Reclaman auxiliar a las familias y castigar a los especuladores.
› Por Tomás Lukin
Rechazado el megasalvataje de 700 mil millones de dólares, los mercados están a la espera de una alternativa. Lo que está en duda no es qué hacer, sino cómo hacerlo. El secretario del Tesoro, Henry Paulson, propuso enfrentar la crisis con la compra por parte del Estado de activos “tóxicos” para recapitalizar el sistema bancario. Pero adquirir los créditos en mora o bonos depreciados no es la única forma de hacerlo. Los economistas de Estados Unidos con mayor llegada a la opinión pública tienen su opinión al respecto. Stiglitz, Roubini y Galbraith (hijo) expusieron su posición y advirtieron que no existen recetas mágicas.
Para Joseph Stiglitz, la “cura” propuesta por la administración Bush transfiere el riesgo de los activos “tóxicos” a los contribuyentes que no reciben nada a cambio. El Premio Nobel sostiene que es necesario diseñar un mejor plan de rescate cuyo objetivo no sea proteger a los accionistas de los bancos ni a sus acreedores. Para el economista el rescate “debería apuntar a mantener el flujo del crédito, principalmente a las hipotecas”. El profesor de la Universidad de Columbia identifica cuatro problemas fundamentales: los activos ilíquidos, la subcapitalización de las instituciones, la continuidad de la crisis inmobiliaria y la falta de confianza y credibilidad tanto en Wall Street como en el gobierno.
Con este diagnóstico, Stiglitz entiende que el salvataje del Tesoro apunta a solucionar solamente el primer punto y propone “ayudar a las familias que están perdiendo sus hogares” modificando las hipotecas. Además, considera necesario “instrumentar un impuesto especial para el sector financiero que pague los rescates que se realizaron hasta ahora” y “crear un fondo de reserva para que los contribuyentes pobres no vuelvan a ser llamados a financiar las idioteces de Wall Street”.
Al igual que el provocativo economista Nouriel Roubini, Stiglitz destaca como alternativa el modelo utilizado por los países escandinavos a principios de la década pasada para resolver una crisis bancaria. La desregulación financiera que experimentaron Suecia, Noruega y Finlandia a mediados de los ochenta condujo a una crisis crediticia que se resolvió con una receta diferente de la que impulsa Bush.
En esos casos, los gobiernos recapitalizaron el sistema inyectando fondos públicos de diferentes maneras, como la emisión de acciones preferenciales con opciones. Este tipo de acción no sólo reduce el riesgo del público, sino que “evita la difícil tarea de valuar millones de complejas hipotecas y productos en los que están metidas, y que el gobierno se quede atrapado con activos sobrevaluados”, explica Stiglitz.
Por su parte, Roubini asegura que “en cualquier crisis bancaria hay que recapitalizar el sistema financiero/bancario para evitar una contracción excesiva y destructiva del crédito”. El profesor de la escuela de negocios Stern de Nueva York afirma que existen planes alternativos que serían más eficientes y menos costosos. “Este plan significa de nuevo privatizar las ganancias y socializar las pérdidas.” Para Roubini, un plan de salvataje podría comprar los activos ilíquidos. Dado el riesgo que esto supone para el Estado, el proyecto debería asegurar que “los accionistas sean los primeros en asumir las posibles pérdidas”. Para conseguir ese resguardo, el economista propone que se suspenda el pago de dividendos y se aumenten los requerimientos de capital de los bancos.
Pero fundamentalmente, Roubini entiende que el plan debería contemplar la reducción de la carga de deuda que tienen las familias mediante la creación de una entidad estatal que absorba y refinancie gran parte de la deuda “mala”. El economista James K. Galbraith también sostiene la necesidad de impulsar un banco de este tipo.
Durante la Gran Depresión, en junio de 1933, el gobierno de Franklin D. Roosevelt creó una entidad que se llamó Corporación de Préstamos para Propietarios (HOLC, Homeowners Loan Corporation). Frente a la ejecución masiva de viviendas, esta institución “ayudó a reemplazar las hipotecas que estaban al borde del default por otras que las familias pudieran pagar”, explica Alan Blinder, ex vicepresidente de la Reserva Federal. Según Blinder, aproximadamente, una de cada cinco hipotecas norteamericanas pasó a manos de la HOLC, algo así como 750 mil millones de dólares hoy. De todas maneras, el 20 por ciento de los acreedores defaultearon y la corporación terminó siendo propietaria de 200 mil casas que se fueron vendiendo. La institución cerró en 1951 y terminó dando una pequeña ganancia. Blinder calcula que, hoy en día, la Corporación debería prestar entre 200 y 400 mil millones de dólares y estima que daría ganancias de entre 4 y 8 mil millones de dólares por año. La HOLC, advierten algunos de sus impulsores, debería refinanciar sólo a los propietarios que habitan sus casas, dejando afuera a los especuladores y a dueños con más de un hogar.
Por su parte, Galbraith directamente pone en cuestión la necesidad de un rescate “cuando los cinco grandes bancos de inversión cayeron o se convirtieron en bancos comerciales”. El hijo del multifacético economista John K. Galbraith propone investigar la situación de solvencia de los bancos e inyectar medio billón de dólares en la Corporación Federal Aseguradora de Depósitos (FDIC, por sus siglas en inglés). Además, postula que el gobierno debería tener 200 mil millones disponibles para recapitalizar a los bancos mediante la compra de acciones preferenciales si fuera necesario. Para el economista, los hedge founds (fondos de riesgo) “deberían ser dejados a su suerte, no se puede salvar a todos y esos inversores no son pobres”.
Ninguno de estos especialistas considera que sus propuestas vayan a ponerle fin a la crisis, pero entienden que de esta forma se puede comenzar a enfrentarla y revertir las expectativas. Otra de las medidas que estiman fundamentales para prevenir futuras crisis es realizar una profunda reforma del sistema regulatorio y de supervisión de los bancos y las instituciones financieras, ya que la red de seguridad existente hoy sólo alcanza a los bancos comerciales.
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