ECONOMíA • SUBNOTA › LA BANCA EUROPEA CELEBRó EL MULTIMILLONARIO RESCATE OFICIAL
El mundo bursátil recibió con euforia el anuncio, esbozado el domingo y confirmado ayer, de un compromiso de rescate por más de 1,7 billón de euros. En Francia, consumidores, deudores y ahorristas se sienten ajenos a la fiesta.
› Por Eduardo Febbro
Desde París
Los bad boys de las Bolsas europeas se mostraron satisfechos con la masiva intervención del papá Estado esbozada el domingo en París. La posición expuesta durante la cumbre de los quince países europeos de la zona euro fue confirmada este lunes por las distintas capitales a través de un paquete multimillonario de rescate bancario. En Francia, el índice CAC 40 de la Bolsa de París trepó a 11,18% después de haber perdido en sólo una semana más de 22%. La Bolsa parisina batió records históricos tanto cuando se hundió la semana pasada como cuando se recuperó ayer. El resto de las Bolsas europeas acompañó el movimiento de resurrección. El IBEX español registró la mayor alza de su historia, 10,65%; el índice alemán, DAX, subió 11,40%; el MIB de Milán 11,49; el FTSE inglés ganó 8,26%, y la Bolsa de Francfort ascendió 11,40%.
Los festejos en el ascensor bursátil son una respuesta a los dos acontecimientos del fin de semana: la reunión del G-7 en Washington y la cumbre organizada en París por el presidente francés, Nicolas Sarkozy. Lo prometido el domingo en la capital francesa se hizo realidad este lunes. Los dirigentes europeos pusieron ayer las cifras sobre la mesa. En lo que respecta a las economías más voluminosas de Europa, Berlín anunció un plan de rescate de 480 mil millones de euros, París otro de 360 mil millones, Madrid 100 mil millones, Holanda 200 mil millones, Portugal 20 mil millones. Estos salvavidas se agregan a los 500 mil millones de euros anunciados hace unos días por Gran Bretaña.
En total, los europeos se disponen a construir una arca de Noé que se eleva a un billón setecientos mil millones de euros. La cifra puede contrastarse con la escandalosa situación que viven decenas de miles de personas que, en Francia, se quedaron sin crédito para comprar sus casas, que vieron bloqueada la atribución de préstamos temporarios para adquirir una vivienda mientras vendían la anterior o, peor aún, que se vieron severamente sancionados por descubiertos insignificantes o por el rechazo de cheques cuyos montos eran a menudo similares a los gastos que generó el rechazo.
Jean-Claude Juncker, primer ministro de Luxemburgo y presidente del Eurogrupo –los quince de la zona euro–, comentó que no se trata de “hacerles un regalo a los banqueros. Se trata de que los consumidores, los inversionistas, puedan continuar funcionando de manera racional”.
En una intervención que hará historia, tanto por lo que estaba en juego como por la forma ponderada en que se produjo, Nicolas Sarkozy reveló el capítulo del plan francés de rescate. En total, el Estado aportará una garantía bancaria para los préstamos interbancarios de 320 mil millones de euros, a los que se les agregan 40 mil millones destinados a recapitalizar los bancos que están en la cuerda floja. Sarkozy explicó que la garantía de Estado servirá para “reactivar la pompa del crédito”, aclaró que seguramente el límite de 320 mil millones “nunca será alcanzado” y reiteró que el contribuyente no pagará costos adicionales por esta operación con la cual, agregó, “saldrá ganando con el monto de las comisiones cobradas mediante las garantías suscritas”.
El salvavidas arrojado en medio del naufragio cae en aguas tanto más agitadas cuanto que los efectos de la crisis financiera empiezan a repercutir en la economía real: la de la producción, el consumo, las empresas. Así, el presidente de la Confederación general de las pequeñas y medianas empresas, Jean-François Roubaud, declaró al diario económico Les Echos: “Entramos verdaderamente en la crisis”. Venta de casas, de muebles, de autos, de artículos para el hogar, la hotelería o la restauración están pagando el tributo de la crisis en la economía ficticia de los mercados. Decenas de empresas han visto su actividad económica reducida y procedieron a disminuir el flujo de la mano de obra. Hay empresas que ya pusieron a parte de su personal en “paro técnico” debido a la ausencia de actividad.
Los análisis que hacen los economistas y los operadores del mercado son, salvo contadas ocasiones, coincidentes. Los más esperanzados –o románticos– evocan con entusiasmo “el fin del capitalismo”. Los más prudentes reconocen que la ausencia de una regulación adaptada aceleró el quiebre del mundo financiero y que, hoy, les incumbe a los Estados fijar las reglas del juego y, sobre todo, recuperar el terreno perdido ante las decisiones económicas. En una entrevista que aparece en la edición de este lunes del diario Libération pero adelantada en parte ayer, el recién nominado Premio Nobel de Economía, Paul Krugman, analiza la crisis actual, que define como un “pastiche de todas las demás crisis”. Krugman reconoce que “existe un riesgo de crisis del sistema porque, justamente, esta crisis es una mezcla con el agregado de una recesión de un tipo nuevo. No se trata de un fenómeno generado por tasas de interés demasiado altas. Tal vez sea menos fuerte que la crisis de 1929, pero será más larga. La crisis no debería conducir al hundimiento del sistema, al Apocalipsis, al caos, porque los Estados van a intervenir. Se trata de una crisis de desgaste. Es una crisis de la certeza en el sistema. Es una crisis del sistema bancario, de las energías a bajo costo, del acceso a los medicamentos, del comercio mundial y, sobre todo, una crisis de la regulación, o de su ausencia. Contrariamente a lo que se escucha por ahí, no existe ninguna gobernabilidad económica o financiera en el mundo desde hace veinte años, son patrañas. Y todo esto puede tener consecuencias dramáticas”.
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