ECONOMíA • SUBNOTA
En septiembre de 2007 Marsans negaba con ahínco que estuviera mejorando las condiciones operativas de Austral en detrimento de Aerolíneas con miras a despojarse de ésta y retener aquélla. Un año después, el mismo director y vocero confirmó públicamente su intención de quedarse con la línea casi saneada regalándole el monstruo agonizante al Estado. Semejante viraje da más entidad a la sospecha que ya entonces había planteado el director estatal, Ariel Basteiro: que Aerolíneas fue “vaciada” con la transferencia de equipos y frecuencias hacia Austral, cuya dotación de personal es bastante más reducida y proclive a aceptar los dictámenes patronales. Un caso testigo es el de los pilotos, que en el caso de Aerolíneas ganan más y vuelan menos, prerrogativa que sus colegas de la otra línea empezaron a codiciar.
Basteiro, actual diputado y miembro de la Bicameral de Seguimiento de las Privatizaciones, advierte ahora sobre lo inconveniente que sería aceptar aquella chance que Marsans tiró en público para recalentar el clima de la negociación con el Gobierno, donde no hay normas muy estrictas que la enmarquen: el acta-acuerdo firmada entre las partes cayó y la ley de reestatización no contempla muchas variantes que consideran ahora los legisladores. Mariano West, titular de la Bicameral, también cuestionó ayer cualquier división entre las empresas operadas por Marsans, en particular si ello implica que los españoles se quedan con la crema.
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