Dom 19.01.2003

ECONOMíA • SUBNOTA

Cuatro meses de gestión para activar la economía

La agenda de Lavagna para el fin de gestión: políticas activas, “de oferta”, fortalecer el sistema financiero, reformar la banca pública, proyectar una coparticipación primaria.

Por D.C

–¿Qué hará en los cuatro meses que le quedan de gestión?
–Varias cosas. Entre los grandes temas, primero vamos a trabajar algunos proyectos de ley para mejorar las condiciones de inversión. Hay sectores que tuvieron una gran recuperación, pero que en el pasado no invirtieron demasiado porque estaban sometidos a una competencia externa muy desventajosa. Por ejemplo, los sectores textil y metalmecánico. Si no alentamos el proceso de inversión nos vamos a encontrar con un cuello de botella en un año y medio o dos.
–¿La idea es aplicar políticas activas?
–Sí, si lo quiere llamar así. Son políticas de oferta. El segundo gran tema es avanzar en el fortalecimiento del sistema financiero. Es fundamental. El grado de normalización que hubo respecto a abril de 2002 es enorme, pero todavía hay un camino largo, incluyendo una mejora de la eficiencia de la banca pública. La tercera gran cuestión es dejar un proyecto de coparticipación primaria. Esto es, el reparto entre Nación y provincias. No así el de coparticipación secundaria porque en el período preelectoral discutir la distribución entre provincias sería imposible.
–¿Qué implica trabajar sobre la eficiencia de la banca pública?
–El tiempo que queda hasta el final del gobierno es limitado. Lo que hay que hacer es identificar algunos grandes problemas y dejar propuestas políticas.
–¿Por ejemplo?
–Por ejemplo un sistema de copréstamos como el que empezó a implementar el Banco Provincia. La idea es que para préstamos muy grandes la banca pública tenga necesariamente que participar junto a un banco privado. ¿Para qué? Para bajar el riesgo de otorgamiento de créditos políticos, que después son incobrables. En la medida que la banca privada coparticipe, uno supone que la evaluación crediticia será más adecuada.
–¿Imagina que el nuevo sistema financiero será concentrado y en manos extranjeras, como el de la convertibilidad?
–No, hasta ahora en realidad ha venido ocurriendo lo contrario. Algunos capitales extranjeros se han retirado. No puedo hacer futurología, pero el ejemplo brasilero es bastante llamativo, en el sentido de que la banca privada nacional brasilera ha ganado participación en el mercado. No digo que ese proceso vaya a ocurrir necesariamente en Argentina, pero no lo podría excluir tampoco.
–¿Le parecería deseable?
–Soy bastante cuidadoso en creer que el origen del capital empresario cambie las cosas de manera muy terminante. Nosotros tenemos en el sector industrial, e incluso en el sector bancario, muchos ejemplos de empresarios que no asumieron un gran compromiso y que cuando pudieron se fueron. De manera tal que ese concepto de que el capital local es mejor que el internacional tiene que ser manejado con mucha prudencia. No voy a dar nombres, pero todos tenemos en la cabeza en el sector bancario los horrores que han ocurrido en los ‘80 y en principios de los ‘90, que los pagó la sociedad toda. El origen del capital no es indiferente, pero no es absolutamente determinante.
–Lo que no es indiferente es el rol de la banca pública.
–No, claro. Una banca pública eficiente es absolutamente esencial. Eficiente significa muchas cosas. Por empezar, el rol de los directorios. Los directorios políticos no pueden ser los que manejen la operatoria de la banca pública. Pueden fijar los grandes lineamientos, hacer el control interno y demás, pero no reemplazar un gerenciamiento profesionalizado.
–Usted sabe que una reforma de ese tipo generará mucha resistencia política.
–Seguramente, pero me parece que hay que plantear el problema con toda crudeza, porque si no la banca pública se autodestruye. Al mismo tiempoque se hacen discursos de tipo nacionalista, se crean las condiciones para la destrucción de la banca pública. Debemos recordar que así empezó el proceso de destrucción de las empresas del Estado en materia de servicios públicos. Esta forma de descuartizar internamente a la banca a nivel de los directorios, de 10 o 12 personas que básicamente son de origen político, termina llevando a la autodestrucción de la banca pública.
–¿Esos directorios se mantienen actualmente?
–Sí, hoy es así. No ha habido cambios. En estos nueve meses lo que hubo fue una tarea de fortalecimiento después de la crisis, tanto de la banca pública como de la privada. Se hizo la tarea del salvataje fundamental, pero falta mucho.
–¿Y cuál debería ser el rol de la banca privada?
–Apoyar a las actividades productivas. Un sistema financiero como el de los ‘90, cuyos negocios consistieron básicamente en prestarle al socio bobo, que era el Estado, no va más. Esa banca no sirve. Una banca que sólo le presta a quien tiene déficit termina como terminó. Todo es una fiesta hasta el momento en que las deudas se tornan impagables. Por eso la importancia de ligar el equilibrio fiscal, que muchas veces los sectores progresistas lo plantean como un objetivo de la derecha. No comparto esa posición. En estos meses hemos hecho un esfuerzo fiscal espectacular, precisamente porque es lo que asegura que el Estado no sea ese socio bobo.

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