ECONOMíA • SUBNOTA › GRAN BRETAñA QUEDó AISLADA
› Por Andrew Grice *
La hora de la verdad tardó en llegar. Después de una cena de sopa, pescado y torta de chocolate y helado, los 27 líderes de la Unión Europea tardaron más de seis horas discutiendo los detalles técnicos del plan para crear una unión fiscal en la Eurozona de 17 miembros. No fue hasta las 2.30 de la madrugada que David Cameron (foto) llegó al centro del problema, es decir si el tratado sería firmado por todos los 27 miembros de la UE, como todos alrededor de Lampesa en el edificio Justus Lipsius querían. Pero otros varios líderes estaban genuinamente horrorizados por las exigencias del primer ministro de obstruir legalmente medidas para evitar que la ciudad de Londres estuviera en desventaja por el “compacto fiscal”.
Cameron sostuvo que cualquier transferencia de poder de una nación reguladora a un regulador de la UE sobre servicios financieros debería estar sujeta a un veto: que los bancos deberían enfrentarse a requerimientos más altos de capital; y que la Autoridad Bancaria Europea debería permanecer en Londres en lugar de mudarse a París. También se opuso al plan del Banco Central Europeo para las transacciones eurodenominadas dentro de la eurozona.
Para otros líderes, el punto del encuentro era terminar la agitación que amenaza la misma supervivencia del euro cuando llega a su décimo año de vida el 1º de enero. Cameron, pensaron, había malinterpretado el motivo de la reunión: no habían venido a Bruselas para pedir regalos de Navidad en una cumbre tradicional. Y varios líderes consideraban a la ciudad de Londres como una de las raíces causantes de los problemas económicos de Europa. Vieron al primer ministro no ofreciendo nada a cambio, que es por lo que uno de los funcionarios franceses lo comparó con “un hombre que asiste a una fiesta de swingers de esposas pero sin su mujer”.
Un animado Cameron, sostenido por café negro, insistió en que sus exigencias eran “perfectamente razonables”. Pero nadie lo compró. José Manuel Barroso, el presidente de la Comisión Europea, deseoso de evitar una ruptura, propuso una forma de palabras para aplacar los temores de Cameron, de que el tratado de la Eurozona no “distorsionaría la competencia, el comercio o los servicios financieros”. Pero no mencionaba específicamente Londres y por lo tanto era improbable que aplacara a los euroescépticos conservadores que habían presionado enormemente al primer ministro antes de la cumbre.
Una pausa de cinco minutos para tomar aliento a las 3.30 de la madrugada no hizo ninguna diferencia en la situación. Cameron había hecho dos errores de cálculos fatales, dicen las fuentes de la UE. Primero, Angela Merkel, de Alemania, no lo apoyó. Su foco era el euro y las exigencias británicas no tenían nada que ver con eso. Segundo, ninguno de los otros nueve de “afuera” lo apoyaron.
Uno por uno, dejaron en claro que estaban listos para llegar a un “acuerdo por fuera del tratado de la UE”, al convertir a la Eurozona en un grupo “europlus”. Sólo Hungría, Suecia y la República Checa reservaron sus posiciones, pero anoche parecían cada vez más inclinados a unirse el grupo “europlus”, lo que dejaría al Reino Unido en una minoría de uno.
Nicolas Sarkozy, el presidente francés, por cierto no iba a ir en auxilio de Cameron. Todo el tiempo había favorecido un tratado basado en los 17. Ahora se salía con la suya y apenas podía ocultar su alegría. Cuando la sesión de la cumbre de nueve horas terminó, a las 5 de la madrugada, el hiperactivo Sarkozy salió disparando para anunciar las noticias en una conferencia de prensa convocada a los apurones. Algunos periodistas y diplomáticos dudaron de su versión de los hechos: “seguramente Gran Bretaña sola no había vetado un tratado para salvar el euro”. Pero 15 minutos después Cameron confirmó en su propia conferencia de prensa que había hecho precisamente eso.
Dijo: “Tuve que luchar obstinadamente por lo que era en interés nacional de Gran Bretaña. No es fácil cuando estamos en una habitación donde la gente nos presiona para firmar cosas porque dicen que es en nuestro interés”.
Cameron pudo dormir dos hora de precioso sueño en la residencia del embajador británico antes de que lo despertasen, a las 8.15. Cuando entró a la sala de reuniones, a las 9.15, sus socios de la UE no estaban de ánimo para risas. Lo recibieron con un silencio glacial. Un diplomático holandés dijo: “Esto fue una trampa calculada por los franceses y Cameron cayó en ella. Cameron se fue sin nada. Todo lo que le queda son los titulares de un día para agradar a sus euroescépticos. El daño a la influencia británica a largo plazo será enorme”.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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