ECONOMíA › ESTADOS UNIDOS Y LA UE, LIDERES EN PROTECCIONISMO

El mito del librecomercio

“Una vez que se ha alcanzado la cima de la gloria, es una argucia muy común darle una patada a la escalera por la que se ha subido, privando así a otros de la posibilidad de subir detrás.” La frase de Friedrich List, economista alemán del siglo XIX, ilustra la posición de las economías centrales respecto de las políticas comerciales aplicadas por los países en desarrollo. La presentación ante la OMC contra las herramientas de administración comercial desplegadas por el gobierno argentino encabezada por Estados Unidos y la Unión Europea se fundamenta en el mito del librecomercio. La máxima neoliberal promete prosperidad para todos siempre y cuando no existan barreras al intercambio de bienes. Sin embargo, el proteccionismo fue un eje central de la política de desarrollo desde fines del siglo XVIII de los países que firmaron la declaración contra Argentina como Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Francia y Noruega.

En ¿Qué fue del buen samaritano?, un libro accesible y entretenido para no economistas, el economista coreano Ha-Joon Chang arremete contra la difundida mitología alrededor del proteccionismo. Para eso recurre al autor de Robinson Crusoe, Daniel Dafoe, y al primer ministro de Economía norteamericano, Alexander Hamilton.

El autor de Robinson Crusoe fue importador de lana, vino y tabaco, recaudador de impuestos, comentarista político, espía y también economista. En 1728 escribió A plan for the English Commerce (Un plan para el comercio inglés), donde describe cómo las monarquías Tudor, fundamentalmente Enrique VII e Isabel I, usaron el proteccionismo, subsidios, distribuyeron derechos de monopolio, encargaron espionaje industrial y utilizaron otras prácticas de intervención estatal para desarrollar la industria manufacturera de lana inglesa.

Mientras fue colonia inglesa, Estados Unidos no pudo utilizar aranceles para proteger sus industrias nacientes, le prohibieron exportar productos que compitieran con los británicos, se estimuló su especialización en la producción primaria y se impusieron restricciones a los bienes que podían producir los norteamericanos. En su Riqueza de las Naciones, Adam Smith advirtió que “bloquear la importación de productos manufacturados europeos obstruirá el progreso de su país hacia la riqueza y grandeza verdaderas”.

El argumento hizo mella entre los políticos de la independencia norteamericana como Thomas Jefferson, primer secretario de Estado y tercer presidente de Estados Unidos. Pero también encontró resistencia. Alexander Hamilton, primer ministro de Economía de Estados Unidos a los 33 años y actualmente imagen del billete de 10 dólares, presentó en 1791 su Informe sobre el asunto de las manufacturas, donde explicaba la necesidad de un programa para desarrollar sus industrias. Según reseña Chang, “el núcleo de su idea era que una nación atrasada como Estados Unidos debía proteger sus ‘industrias incipientes’ de la competencia extranjera y mimarlas hasta que pudieran sostenerse por sí mismas”.

Para eso, Hamilton propuso aplicar aranceles, prohibir importaciones, subsidios y la exportación de insumos industriales, imposición de aranceles, prohibición de exportación de materias primas claves para el desarrollo, patentes para inventos, regulación de los niveles de producción, promoción de la innovación, devolución de impuestos a quienes importan insumos necesarios para manufacturas, premios y patentes para inventos, regulación de niveles de producción, acceso al financiamiento y desarrollo del transporte. La aplicación de su plan no fue inmediata, pero para 1820 el programa completo estaba en marcha.

“Durante un siglo, hasta la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos fue el país más proteccionista en el mundo. En doscientos años de historia, Estados Unidos practicó el libre comercio solamente durante 50 años”, explica Chang. Los países de la Unión Europea que el jueves realizaron una presentación contra Argentina en la OMC también se desarrollaron a partir del proteccionismo, mientras que otros como Tailandia o Taipei realizan prácticas abusivas para colocar sus productos en el mercado local y otros como Suiza y Panamá figuran entre los principales paraísos fiscales del mundo. Mientras tanto, las distintas herramientas utilizadas por Argentina están disponibles en el limitado menú que ofrece la OMC.

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