Jue 19.02.2015

ECONOMíA • SUBNOTA  › CóMO ES Y QUé REPRESENTA LA NUEVA CENTRAL NUCLEAR

Un salto de calidad

La energía nuclear recuperó la centralidad. Por qué se la abandonó. El fundamental aporte de Atucha II a la oferta eléctrica. El papel de la CNEA para garantizar el desarrollo tecnológico.

› Por Raúl Dellatorre

La Central Nuclear Atucha II, rebautizada Néstor Carlos Kirchner, es la tercera planta de generación nucleoeléctrica del país y ofrece desde ayer, con su reactor funcionando a pleno, 692 megavatios de electricidad al Sistema Interconectado Nacional, equivalente al cinco por ciento de la oferta total del país. Por su aporte unitario pasó a ser la principal proveedora de energía en su tipo, desplazando de ese lugar a la central de Embalse. En conjunto, las centrales nucleares en servicio –las dos mencionadas más Atucha I– representan el 10 por ciento de la generación eléctrica total.

La puesta en marcha de Atucha II tiene, sin embargo, una significación mayor, ya que constituye el retorno del país a la carrera nuclear y la decisión de redoblar la apuesta en una energía alternativa limpia y de relativo bajo costo. Los motivos que llevaron al país a paralizar el desarrollo nuclear entre 1994 y 2006 son más políticos que económicos o de gestión. En su discurso, Cristina Kirchner destacó ayer que “vivimos en un mundo que está cruzado por profundos intereses geopolíticos y estratégicos, que fueron los que obturaron y clausuraron el proyecto nuclear en la Argentina en los años ’90”. Precisamente, fue la política desarrollada en esa década la que se desinteresó por la soberanía nacional y entregó el control de los recursos energéticos a manos privadas extranjeras. Como señaló acertadamente en una publicación de aquellos años José Alfredo Martínez de Hoz, mentor del golpe militar del ’76 y del plan que se instrumentó con la dictadura, “este gobierno –por el de Carlos Menem– vino a completar la tarea que nosotros iniciamos”.

La piedra basal de Atucha II se colocó en 1982. El contrato para la construcción se había firmado en 1980 y la previsión era culminarla en 1987. Pero ya en el transcurso de esa década la energía nuclear fue dejada de lado y el proyecto se retrasó. En la década del 90 la actividad ingresó en una etapa aún más crítica, paralizándose definitivamente las obras por decisión del entonces presidente, Carlos Menem, que redujo drásticamente el presupuesto de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) mientras intentaba privatizar las centrales existentes.

La construcción de Atucha II quedó interrumpida en 1994 y recién se retomó en 2006, cuando el presidente Néstor Kirchner lanzó el Plan Nuclear argentino y revitalizó la CNEA, pieza fundamental del desarrollo científico y tecnológico del sector. El reinicio de la obra representó la recuperación de técnicos y profesionales especializados, así como contratistas y proveedores, formación de soldadores, cañistas, montadores de calidad nuclear, entre otras especialidades que habían desaparecido, recobrando las capacidades nacionales para el diseño y construcción de centrales nucleares de potencia en el país.

Además del aporte a la generación eléctrica nacional y de la capacidad de diseño y construcción, la culminación de Atucha II representa retomar la evolución tecnológica nacional en la materia y volver a poner en perspectiva al sector nuclear para el cambio de la matriz energética. El consumo de energía argentino es excesivamente gas dependiente: una fuente de la cual no se autoabastece y es no renovable (una vez que se consumen las reservas, se agotan). La alternativa hidroeléctrica también reconoce límites, es más cara y suele provocar costos ambientales elevados por la obra y los cambios negativos que provoca en la naturaleza circundante.

El Plan Nuclear proyecta dos nuevas usinas, cuya construcción se encarará en asociación con China. La presencia de la CNEA en la confección de los respectivos acuerdos fue fundamental para garantizar la participación argentina en las distintas etapas del proceso, y no sólo en la obra civil. Una de las nuevas centrales, de 700 megavatios de potencia, utilizará agua pesada y uranio natural, aprovechando los recursos y la experiencia con que el país ya cuenta, incluso en el proceso de fabricación de los elementos combustibles. En la quinta central, de unos 1000 megavatios, se incorporará una nueva tecnología, a partir del uso de agua liviana y uranio enriquecido en el reactor. Pero la CNEA ya se aseguró la transferencia tecnológica como parte del acuerdo de suministro con los chinos, pensando más allá de su puesta en marcha.

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