ECONOMíA
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¿Hay margen para otra cosa?
Alejandro Vanoli*.
Se han conocido mayores precisiones de la propuesta argentina de reestructuración de deuda en default. Para efectuar una valoración integral, habrá que esperar a conocer todo el paquete. No obstante, se pueden hacer algunas reflexiones generales. Por lo que se ha expuesto, se mantienen los lineamientos formulados en Dubai, y se han introducido mejoras para los acreedores para llegar a un acuerdo final. Lo expuesto es un hecho objetivo.
Los enfoques valorativos se distribuirán entre quienes quieran aún mejores términos para los acreedores, naturalmente los acreedores y sus lobbystas, el Gobierno señalando que mantiene el “espíritu” de Dubai y quienes formulen apreciaciones críticas a negociar un acuerdo. Las preguntas relevantes para un análisis crítico son dos: ¿Hay margen para otra cosa? ¿la oferta es verdaderamente sustentable?
Algunos destacarán los blancos y otros los negros. La realidad tiende a ser gris. Y uno puede encontrar grises claros y oscuros.
Veamos los claros.
Hay una realidad, naturalmente nadie podía imaginar que la postura de Dubai era la oferta definitiva. Negociar implica fijar una postura de máxima y comenzar un minué de ofertas y contraofertas, generalmente bajo un marco confidencial. Entonces era natural esperar la flexibilización parcial de Dubai, particularmente el reconocimiento de los atrasos.
No hay precedentes en las últimas décadas de acuerdos con acreedores privados con condonación de intereses. Por otro lado es entendible –en el marco de una negociación– que las autoridades hayan sostenido hasta el final que la oferta era inamovible. Para terminar en una quita de 75% de valor presente había que hablar de un 75% nominal.
Es cierto también que un 25% de valor presente es una reducción de 3/4 del valor y que en las reestructuraciones recientes no hubo quitas tan significativas con acreedores privados. Además los pagos están ligados a la marcha del ciclo económico y se mantiene el criterio de incrementar el peso de la moneda nacional en la deuda.
El lado oscuro de la realidad es que, más allá de obtener un acuerdo razonable y factible, la deuda seguirá siendo alta, los pagos de intereses serán elevados por muchos años y que se requieren supuestos fuertes de crecimiento continuo, superávit fiscal, refinanciación de deuda, tipo de cambio, etc; para cumplir el programa financiero.
Para descifrar esta contradicción entre los méritos de la posición negociadora y los resultados, no puede soslayarse una mirada al contexto global.
Hay que destacar que del otro lado de la negociación están el Grupo de los 7, los Organismos, los acreedores y la quintacolumna interna que pasó en las últimas semanas de la defensiva a la ofensiva mediática, con algunas razones y muchas sinrazones (seguridad, ESMA, salud del Presidente, energía, etc.). ¿Qué hay del otro lado? ¿Existe un pueblo movilizado?
¿Consensos del oficialismo y la oposición en temas estratégicos? ¿Existe un contrapeso interno más allá de la popularidad presidencial y la habilidad negociadora del Gobierno? ¿Era posible otra cosa, dada la relación de fuerzas?
Alguien podía imaginar en ganar más tiempo y ver qué pasaba con Brasil. Lo real es que si existiera un ataque especulativo, Brasil tendría su blindaje y no habría convergencia en un club de deudores. Es que el FMI o mejor dicho, el G-7 ha privilegiado (¿podía ser de otra forma?) la “aceptabilidad” de los acreedores sobre la “sustentabilidad”. Obvio, defienden sus intereses. Tras la creciente convergencia de estos meses del gobierno de EE.UU. con Wall Street, el G-7 presionó por un acuerdo rápido y contemplativo con los acreedores. ¿Se podía tirar más de la soga? Lo cierto es que estamos en una sustentabilidad condicional.
El acuerdo con los acreedores es un imperativo de la realidad. En sí mismo salir del default no generará beneficios ostensibles. No es esperable una avalancha de capitales del exterior por circunstancias internas y externas. Está claro además que el camino del endeudamiento externo es el camino del abismo.
Resulta evidente que si ésta no es la oferta final debería ser la (cuasi) definitiva. Por cierto requeriremos de circunstancias externas favorables (tasas de interés internacionales, términos de intercambio, demanda externa) para seguir haciendo equilibrios en el límite de la solvencia.
¿Qué se puede hacer en este contexto y dada esta realidad? Consolidar la recuperación de la economía argentina, lograda por una acertada política macroeconómica, con una estrategia de desarrollo de mediano y largo plazo.
La única forma de evitar un nuevo default será encarar la epopeya de la Argentina. Y eso supone decisiones estratégicas, como recrear en serio el Estado, desarrollar ventajas comparativas dinámicas, invertir en educación, proveer bienes públicos, efectuar una profunda reforma tributaria, entre otras asignaturas de la agenda.
Se requiere no sólo consolidar un patrón de crecimiento alto, equilibrado y sustentable, sino además cambiar la matriz distributiva injusta de la Argentina. Hablamos de un desarrollo autocentrado que privilegie el ahorro interno, la inversión pública y privada y la recuperación del consumo.
La solvencia fiscal –imprescindible– requiere captar las rentas extraordinarias de energía y alimentos y rentas exentas como la financiera, ello implicaría converger a niveles tributarios de países comparables y profundizar la equidad.
La próxima tenida será la negociación con el FMI. Esa negociación será clave y habrá que evaluar los beneficios y costos de continuar los programas con el FMI. Con el acuerdo saldremos por ahora del default financiero. Resulta impostergable mucho coraje, calidad de gestión y elaboración de consensos, para poder salir de los otros defaults de los ’90: default productivo, default social, cultural y moral. ¿Se podrá cambiar la historia?
* Economista del Plan Fénix.
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