Cuando termine la reunión del presidente de la Nación, Eduardo Duhalde, con los legisladores de su partido, ingresarán a la residencia presidencial unos cien empresarios dispuestos a discutir en términos más duros. Estarán allí los viejos “capitanes de la industria”, como se los llamaba en la década de los 80. Es decir, los grupos económicos Pérez Companc, Techint, Macri, Fortabat, Pescarmona y Roggio, acompañados por ejecutivos de las automotrices, las compañías alimentarias y los laboratorios.
Exigirán que el Gobierno pesifique las deudas en dólares que tienen con el sistema financiero local –incluidas las que superen los 100 mil dólares– y los ayude a refinanciar las contraídas con el exterior. Para compensar la pérdida a los bancos locales, la idea de este grupo compacto y poderoso es que el gobierno confisque el 50 por ciento de los depósitos, entregando a sus titulares un bono. Es decir, reeditar el Plan Bonex. “Quieren acorralar a Remes y hacernos cambiar todo el plan. Estos tipos no se dan cuenta que están jugando con fuego”, se quejó indignado un miembro del equipo económico. En diálogo con Página/12, el funcionario sostuvo que la “presión es enorme”, pero se mostró esperanzado en que “Duhalde no va a ceder”.
Entre los que se darán cita hoy en Olivos, se encuentran algunas empresas dispuestas a apoyar la devaluación, por su posición predominantemente exportadora, y otros que se opondrían a dicha alternativa, como es el caso de las automotrices. Los unifica, en cambio, el objetivo de no ser quienes paguen, a través de sus deudas en dólares con el sistema financiero, los costos de la devaluación.