ECONOMíA
• SUBNOTA › O’CONNELL Y EL FONDO
Dudas es todo lo que hay
› Por Julio Nudler
“Estados Unidos, el G7, el Fondo no tienen una receta para resolver el problema de la deuda argentina– afirma Arturo O’Connell, especialista en economía internacional, en diálogo con Página/12–. En general, después de haber rechazado la solución de los auxilios masivos de la era Clinton para las crisis financieras, generadas precisamente por la liberalización de los flujos de capital, no tienen ninguna otra. Fue más fácil cuando el problema afectó a países que exportaban mucho con destino a Estados Unidos, como México o los asiáticos, pero éste no es el caso argentino. El populismo antibanquero que se instaló con George W. Bush rechazó los paquetes masivos porque, según ellos, era regalarle plata a los financistas de Wall Street. Y además decían que éstos son países corruptos, en los que la plata se va por los agujeros, o con gobiernos de todas formas incapaces.
–¿No se barajan nuevas fórmulas?
–Anne Krüger, la segunda del Fondo, una mujer muy conservadora y muy inteligente, ideó una especie de convocatoria de acreedores para países endeudados, que no gustó nada en Wall Street. John Taylor, subsecretario del Tesoro, sostiene por su parte, con menos audacia que Krüger, que estos problemas puede resolverlos el mercado. El, mientras era profesor en Stanford, había abogado por la abolición del FMI. De todas formas, Taylor reconoció la necesidad de quitas y de establecer sistemas para que los países puedan reestructurar sus deudas. Pero hasta ahora estas ideas no han prosperado, de modo que no hay un procedimiento establecido.
–¿No temen un nuevo efecto dominó?
–Un año atrás estaban convencidos de que la crisis argentina no era contagiosa. Por ende, podían seguir con sus dudas y sin adoptar ningún procedimiento. A algunos los preocupaba en sí misma la caída de la Argentina, pero el punto decisivo era que no contagiaba.
–¿Cómo lo ven a Duhalde?
–Al principio, cuando asumió, tomaron una actitud frontalmente contraria. Después pensaron que, dentro de todo, era lo mejor que había. Pero en esencia siguen vacilando entre la convicción de que este gobierno no sirve y el temor de lo que vendría después si lo tiran al precipicio. Tanto desde el punto de vista político institucional, como desde el de los mecanismos para resolver crisis de deuda, hoy hay una gran perplejidad.
–¿Esto cambiará con el contagio?
–El contagio se está manifestando muy claramente, pero ya existía hace tiempo. Por algo Brasil tuvo que dolarizar mucha deuda pública y no podía bajar la tasa de interés pese al estancamiento de la economía y el creciente desempleo. El Fondo, con total banalidad, descartaba el contagio porque el riesgo país argentino se disparaba y el brasileño no. Pero eso depende de los muchachos de las mesas de dinero, que siguen apostándole a un país hasta que un día descubren que es un desastre y dejan todos juntos de apostarle. Ahora dicen que el problema brasileño es electoral, pero no es sólo eso ni se resolverá después de los comicios. Incluso muchos decían que a la Argentina había que castigarla para que Lula pusiera las barbas en remojo.
–¿Qué harán en definitiva?
–Es lógico que Washington tenga dudas sobre la gobernabilidad argentina, aunque cómo saber si dándole un empujón a Duhalde la ingobernabilidad no aumentará mucho más. Pero en la práctica, ¿qué pueden hacer? ¿Tragarse lo que dijeron estos años, hablando pestes de los paquetes del Fondo? Puede ser. No sería el primer papelón del gobierno de Bush. Tampoco sería el primer paquete que no alcance ni sirva, porque la acumulación de problemas en la Argentina es descomunal.
–¿Hay algún plan siniestro?
–Al revés de mucha gente que está pensando que existe una conspiración para comprarse la Argentina barato, yo no creo en nada de eso. La verdades que todas las empresas norteamericanas quisieran irse, y sus gerentes locales las retienen, pero para defender su plata. Una conspiración implica un plan claro. Es justamente lo que no tienen. Lo que por ahora hacen es apretarlo a Duhalde para sacarle lo que puedan, pero manteniéndolo vivo.
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