Mié 23.01.2008

ECONOMíA • SUBNOTA  › EL ORIGEN DE LA CRISIS

Dónde nace, dónde termina

› Por Raúl Dellatorre

Mientras otros siguen atentos a las cotizaciones de las principales bolsas del mundo, conviene detenerse a meditar acerca del origen y razón de la crisis que impacta de manera tan espectacular en la economía mundial, y tratar de deducir si la recesión se corporiza en el horizonte o es sólo un fantasma. Unos ven en los actuales acontecimientos la consecuencia inevitable de la transformación del sistema financiero en un instrumento dominado por la especulación exacerbada de obtener ganancias sin medir ni limitar riesgos. Una cadena en la cual, al partirse un eslabón, entró en colapso todo el mecanismo. Desde este enfoque, sólo una intervención acompasada de las bancas centrales de los países más poderosos podría encontrar una salida. Un segundo enfoque ve el origen del problema más allá, en las políticas con las que el capitalismo buscó garantizar la prosperidad en los países centrales a partir de la globalización. Para sus postulantes, la actual crisis es la manifestación de la fragilidad del mecanismo y de las condiciones insostenibles de la economía estadounidense actual.

Poco advertido por los medios masivos, estos planteos aparecen expuestos desde hace ya más de un año en diversos artículos y en opiniones de especialistas. El primer enfoque es tomado mayormente por economistas socialdemócratas y de izquierda de Latinoamérica y Europa y, llamativamente, parecería haber sido recogido por George Soros, el multimillonario financista húngaro-estadounidense. Recientemente citado por la agencia Reuters, Soros afirmó que “la situación es (hoy) mucho más seria que en cualquier otra crisis financiera desde finales de la Segunda Guerra Mundial”, debido, entre otras razones, a que “durante los últimos años, los políticos habían sido guiados por algunos malentendidos básicos procedentes del fundamentalismo de mercado, la creencia en que los mercados financieros tienden a actuar hacia el equilibrio”.

Ya desde hace tiempo crítico del descontrol especulativo de los mercados, Soros abona así la tesis de quienes apuntan como eje central del conflicto el cambio de naturaleza de los bancos y mercados financieros en los últimos años: en vez de privilegiar la recolección de ahorros para ponerlos a disposición de inversores o consumidores, financiando así la actividad productiva, hoy prefieren dedicarse a la compraventa de “papeles”, activos financieros de todo tipo, incluso sin contar con fondos para hacerlo, ya que se opera a futuro y por medios tecnológicos, con múltiples operaciones a la vez. Por cuenta propia o para terceros, obtienen así fabulosos rendimientos en forma continua, al punto de que arrastran a las empresas a preocuparse más en hacer “atractivos” sus títulos antes que sus productos.

La financiarización convirtió la economía mundial en un auténtico casino, y Estados Unidos ha hecho uso de estos mecanismos para elevar artificialmente la demanda de viviendas. La perversidad del mecanismo, según los autores que ven el eje de la crisis en este problema, es que al romperse un eslabón, en una cadena en la que abundan los eslabones débiles, todo el mecanismo colapsa. Aun los capitales “sanos” o solventes buscarán refugio fuera del sistema, ahondando la crisis. Y una vez que la confianza se pierde, interpretan los analistas, difícilmente se restablezca.

Es por eso que los diversos autores que se inscriben en esta corriente descreen de mecanismos tales como inyección de fondos extra para “salvar” a los bancos en peligro o en la baja de tasas para alentar la inversión. En cambio, reclaman una intervención decidida de las bancas centrales más fuertes para controlar y desplazar a los capitales especulativos y en obligar a los bancos a volver a sus funciones originales en favor de la actividad productiva.

Una lectura bastante más dura se encuentra en la letra de diversos analistas marxistas, que ven en la actual manifestación del colapso bursátil los síntomas de una crisis sistémica. Es decir, es el propio capitalismo basado en un sistema monetario con “patrón dólar” el que se ha tornado insostenible, y mientras no le encuentren otro modelo de reemplazo, lo único que se logrará es ir prolongando la crisis y ensanchando sus alcances.

Bajo esta mirada, la crisis inmobiliaria no fue el primer capítulo. Incluso el endeudamiento masivo al que se indujo a los países dependientes durante los ’70, aunque se previera su posterior cesación de pagos, es descripto como un mecanismo creado por el capitalismo para colocar las producciones excedentes de los países centrales y eludir su propia crisis. Con la globalización financiera, se echó mano a mecanismos más sofisticados, como las burbujas en los mercados especulativos, del cual la del mercado inmobiliario estadounidense sería un ejemplo más.

La nueva prosperidad norteamericana, impulsada por bajas en las tasas de interés, préstamos de renovación automática, déficit en las cuentas públicas y en la balanza comercial, endeudamiento público y privado creciente, se hizo insostenible al perderse la confianza en el dólar y en la capacidad de pago de los deudores. Es lo que interpretan estos autores, entre los que se anotan algunos de origen argentino (como Julio Gambina y Jorge Beinstein). Si así fuera, lo que cabe esperar no es otra cosa que la recesión abierta en la principal potencia mundial, aunque todavía con poder como para repartir los costos.

El debate sigue abierto. La crisis, también.

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