EL MUNDO › LOS MILITARES BRASILEÑOS RESPALDAN A LOS AGRICULTORES
En declaraciones públicas, la saliente ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, culpó a un barón de la soja por su despido. Un influyente sector militar apoyó la movida, siguiendo la política de frontera verde de la dictadura militar.
› Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
La Amazonia dejó de ser un inmenso jardín botánico para la opinión pública global hace 18 años gracias, en buena medida, al debate instalado durante la Cumbre Eco ’92, organizada por la ONU en Río de Janeiro. Pero la mayoría de edad política de la Amazonia llegaría en diciembre de 2002, cuando Luiz Inácio Lula da Silva, días antes de tomar el poder como presidente, decidió jerarquizar al Ministerio de Medio Ambiente al anunciar que Marina Silva sería la responsable del área.
El revuelo causado por la renuncia de Silva el martes pasado reveló al mismo tiempo tanto su estatura internacional como la densidad estratégica alcanzada por la Amazonia.
Nunca la salida o la nominación de un ministro “verde” habían quitado el sueño de ningún mandatario, pero esta vez fue diferente: “El presidente Lula respeta y tiene cariño por Marina, pero reaccionó con una cierta irritación a su renuncia”, resumió una fuente del gobierno, consultada por Página/12 en el Palacio del Planalto.
Reducir la gestión de Marina Silva a una cruzada en defensa del agua y la clorofila sería ecológicamente correcto pero simplista.
Ayer, en entrevista radiofónica, la ex funcionaria de Lula, que momentos antes había evitado llamar por su nombre a los responsables de su caída, citó a Blairo Maggi. Se trata de uno de los mayores productores de soja del mundo, quien, según sus propias palabras, amasó una fortuna depredando la selva hace tres décadas, cuando no había leyes ambientales que lo impidieran.
Ocurre que Maggi es, al mismo tiempo, gobernador del estado de Mato Grosso, donde los satélites del Instituto Nacional de Pesquisa Espacial detectaron los mayores incendios forestales en el último semestre. Mato Grosso y Pará están a la cabeza del desmonte amazónico que, desde 2003, llegó a los 100.000 km2, un tercio de la provincia de Buenos Aires.
A Maggi se lo puede definir como un terrateniente de nuevo tipo: propietario de maquinarias modernas, importante exportador de alimentos a un mercado con demanda en expansión y receptivo a la llegada de capitales internacionales ávidos por las extensas praderas brasileñas, aptas para alimentos y biocombustibles. Es el arquetipo del empresario del “agronegocio” y aspira convertir a Brasil en “granero del mundo”.
El caso es que Marina Silva y Blairo Maggi representan dos modelos de desarrollo para los casi 4 millones de km2 de Amazonia, con una población que no llega a los 25 millones de habitantes.
“Hay gente que defiende el desarrollo a cualquier costo, es preciso cambiar un modelo del siglo pasado por otro del siglo XXI”, recomendó ayer la ex ministra. Se refería a la política de expansión de la frontera verde alentada por la dictadura militar, consistente en depredar y poblar la selva. Un concepto de modernización autoritaria aún vigente, constatable no sólo en el estado de Mato Grosso sino en otros como Pará, donde los asesinatos a campesinos sin tierra son moneda corriente, o Roraima, que hace frontera con Venezuela y Guayana.
Una bandera brasileña encabezó la nutrida caravana que recibió esta semana Paulo César Quartiero en su ciudad, Pacaraima, luego de permanecer preso dos semanas por disparar contra 10 indios que habían ocupado su finca implantada en la Reserva Raposa Terra do Sol.
Quartiero es un próspero agricultor de Roraima que en sus años mozos habría pertenecido al Comando de Caza a los Comunistas, organización que prestó servicios a la dictadura, según informó a Página/12 Paulo Maldós, miembro del Consejo Indigenista Misionario (CIMI). En discurso ante la pueblada alborozada Quartiero reivindicó la presencia del ejército en la Reserva y defenestró al presidente Lula da Silva.
La popularidad de Quartiero en la población blanca de Roraima está en ascenso, tanto como la del general Augusto Heleno, jefe del Comando Militar de la Amazonia.
Ambos coinciden en que la soberanía en la región está amenazada y consideran a los indígenas como agentes involuntarios de la “avaricia del poder internacional” camuflado en las ONG.
El general Heleno, hace un mes, y la semana pasada el jefe del Batallón de Infantería de Selva, general Eliezer Monteiro, embistieron contra Lula y su política amazónica, de la que Marina Silva era la principal responsable. Heleno fue citado por el gobierno por presunta insubordinación, pero fue confirmado en su cargo.
La caída de Marina Silva y la permanencia en el cargo del general son indicios del rumbo que está tomando la Amazonia.
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