EL MUNDO › LA GUERRILLERA MáS BUSCADA
› Por Pilar Lozano *
Desde Bogotá
“Estoy cansada de la guerra.” Esto dijo Nelly Avila, Karina, una mujer de más de 40 años, gruesa, morena, que arrastró por años la fama de ser la guerrillera más sanguinaria de las FARC (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, el mayor grupo guerrillero de ese país), al entregarse el pasado domingo a las autoridades.
“Hace mucho estábamos detrás de esta mujer; siempre lograba escapar”, dijo el ministro de Defensa colombiano, Juan Manuel Santos. Para el gobierno no hay duda: Karina se entregó por la presión de los operativos militares. “Estaba prácticamente muriendo de hambre; no aguantó más”, sostienen ejército y policía. Karina –que por años fue considerada “la líder” de tres departamentos: Chocó, Antioquia y Caldas– estaba intentando, desde hace días, un acercamiento para dejar las armas.
Finalmente, lo hizo junto a su compañero sentimental, Abelardo Montes, Michín, en una pequeña aldea de Sonsón, en las montañas del oriente antioqueño; hasta allí fueron por ella. Ingresó a la guerrilla más antigua del país hace más de veinte años. Su fama de “dura” la llevó a ser una de las jefas del otrora poderoso Frente 47 de esta organización con más de cuarenta años de historia. Por ella se ofrecía una recompensa de un millón de dólares. En su larga vida de combatiente acumuló denuncias por secuestro, homicidios, rebelión y varias cicatrices en el cuerpo.
Según las autoridades, estuvo detrás de las masacres en la región del Urabá antioqueño en la década del ’90, justo en la época en que el presidente Alvaro Uribe era gobernador. Por eso Uribe la tenía entre ceja y ceja. “Necesitamos la cooperación ciudadana para liberar a los secuestrados y capturar a una señora Karina que dirige a las FARC y organiza secuestros”, dijo en 2002. Hace dos años ordenó a su tropa capturar al comandante de las FARC, Iván Ríos, “que está en compañía de una bandolera a quien se conoce con el nombre de Karina”. Y hace apenas quince días le mandó un mensaje: “Si se desmoviliza, bienvenida, se le darán todas las garantías”.
El gobierno también la acusa de haber asesinado al padre del presidente, pero ella lo niega. “No conozco ni nunca supe quién fue el que asesinó al papá del presidente. Yo no tengo mis manos manchadas en ese hecho”, dijo ayer en una conferencia en una base militar en la ciudad de Medellín. Allí pasó la noche del domingo, luego de llegar escoltada y con un chaleco de la policía secreta. “Me han tildado de que soy una mujer sangrienta, pero los combatientes podrán decir qué persona fui yo”, añadió.
En sus primeras fotos, tras su paso a la vida civil, se la ve con la cabeza agachada. La entrega de Karina es prácticamente el fin del Frente 47 de las FARC, que empezó a desmoronarse por el acoso militar y que recibió un duro golpe en marzo pasado, cuando uno de sus hombres traicionó a Iván Ríos –el miembro más joven del secretariado de las FARC–, lo asesinó y le entregó como prueba una de sus manos al ejército. Ella lo reconoce. “Considero en este momento que las FARC están diezmadas; seguramente que muchos en vez de desmovilizarse más fácil se hacen matar”, señaló ayer.
Su capitulación es, sin duda, un duro revés moral para esta guerrilla comandada por un hombre de 80 años: Manuel Marulanda Vélez, Tirofijo. Y se une a los golpes militares que ha sufrido en los últimos meses. El último acabó con Raúl Reyes –miembro del secretariado– cuando, el 1º de marzo, tropas colombianas bombardearon su campamento en territorio ecuatoriano.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.
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