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› LA SOCIALDEMOCRACIA BAJA, LA DERECHA CRECE Y LOS VERDES SE IMPONEN
Schroeder ganó colgado de un pelo verde
Las elecciones generales alemanas de ayer arrojaron un resultado reñido: los socialdemócratas perdieron votos, socialcristianos y democristianos los ganaron y es el formidable crecimiento verde lo que asegura el triunfo de la coalición.
El síndrome de Estados Unidos llegó a Alemania. En las elecciones norteamericanas del 2000, George W. Bush y Al Gore estuvieron más de dos meses dirimiendo en cortes judiciales quién había ganado, dada la paridad de votos obtenidos, y la cuestión, que se había estancado en el estado de Florida, terminó resolviéndose en la Corte Suprema de Justicia. Ayer, en Alemania, el actual jefe de gobierno socialdemócrata Gerhard Schroeder y su opositor conservador Edmund Stoiber estaban virtualmente empatados en torno de un 38 por ciento en las proyecciones de los medios de comunicación, a la espera, todavía anoche, de los resultados oficiales. Seguramente la elección no terminará decidiéndose en un estado en particular ni mucho menos en un tribunal de Justicia, pero complicaciones no faltan, porque el complejo sistema electoral alemán (con votos por circunscripción y otro para la lista de partidos) pueden alargar la definición.
A juzgar por las reacciones, el ganador sería Schroeder. “No tengo ninguna duda de mi triunfo”, declaró. Stoiber, en cambio, dijo que esperaba “que se mantenga esta gran coalición, más allá de si llegamos o no al gobierno”. El más ganador de todos es el líder ecologista Joschka Fischer, el político más popular de Alemania. Con el 8,6 por ciento de los votos, mucho más de lo previsto, los Verdes le están dando a Schroeder el empujón que necesita para seguir en el gobierno. Las estimaciones de cada cadena de televisión iban variando con el correr de la tarde y las proyecciones de esas estimaciones en el Parlamento daban una buena para Stoiber, luego otra buena para Schroeder y una tercera que no beneficiaba a nadie. Los porcentajes fueron y vinieron, pero es claro que los socialdemócratas del SPD salieron derrotados y que la coalición entre los bávaros de la CSU y los democristianos de la CDU salieron ganadores. Sólo basta para ello comparar estos resultados con los de 1998: 38,1 por ciento ayer, 40,9 hace cuatro años. El propio Schroeder admitió ayer, a pesar de dar signos de triunfo, que “este resultado es muy doloroso y asumo la responsabilidad por ello”.
Fuera del SPD y de la CDU/CSU, el panorama es otro. Los Verdes, que tienen de líder al político más popular de Alemania, el ministro de Relaciones Exteriores Joschka Fischer, obtuvieron cerca del nueve por ciento de los votos, mucho más que el siete por ciento estimado. Eufórico, Fischer dijo que “podemos lograr algo que muchos consideraban utópico, que es continuar la coalición roji-verde con los verdes reforzados”. El líder ecologista explicó que “en 1998 nuestro objetivo era formar parte del gobierno. Hoy, nuestro objetivo era superar el ocho por ciento. Y para mañana, nuestro objetivo es reeditar este gobierno. Y estoy seguro que lo vamos a lograr”.
Mientras tanto, los liberales del FDP tuvieron un estrepitoso fracaso. Pretendían alzarse con el 18 por ciento de los votos (su candidato, Guido Westerwelle, tenía tatuado en la suela de sus zapatos el número 18), y aunque nadie pretendía que lo lograran, pasaron de las estimaciones de un 10 por ciento a un real siete por ciento. El propio Westerwelle le pidió ayer la renuncia a su número dos, Jürgen Moellemann, quien hizo varias declaraciones antisemitas durante la campaña. Westerwelle cree que fue la figura de Moellemann la que le restó votos al partido.
Como los ecologistas suman para el SPD y los liberales para la CDU/CSU, en el conteo general la coalición gobernante obtiene más votos que la conservadora. Sin embargo, no todos son porcentajes en Alemania. Primero, porque tratándose de un sistema parlamentarista, todo depende de cuántos representantes haya logrado ubicar cada uno en el Bundestag, más allá de por cuánto ganó cada uno. Segundo, porque no se trata, en Alemania, de un sistema parlamentarista típico. Funcionaría más o menos así: los diputados se eligen a través de dos votos, uno para los distritos electorales unipersonales, y otro para una lista de partido a nivel nacional. El segundo voto es más importante porque determina finalmente el número totalde escaños que le corresponde a cada partido, distribuidos según un sistema proporcional.
A partir de aquí, el sistema se complica con las llamadas “bancadas adicionales”. Si un partido obtuvo más mandatos directos por distrito electoral que los que le corresponde por la lista proporcional, se le otorgan las correspondientes diputaciones adicionales, incrementándose el número de diputados en el Bundestag. En las elecciones de hace cuatro años sucedió y en la actual Legislatura el Bundestag está integrado por 666 diputados en vez de los 656 previstos originalmente. Según las primeras estimaciones, los votos ecologistas esparcidos por todo Alemania le darían más diputados a la coalición verde-socialdemócrata, porque sus votantes eligieron a los socialdemócratas para el segundo voto, mientras que los liberales no lo hicieron con los democristianos y los socialcristianos bávaros.
De la misma manera en que hay un gran vencedor en toda esta confusión, que son los Verdes, también hay un gran perdedor: el Partido del Socialismo Democrático (PDS), herederos del PC de la ex Alemania Oriental y máximo representante del Este alemán. El PDS no llegó al cinco por ciento, que es el piso mínimo para formar un grupo parlamentario, y colocó apenas dos mandatos directos. Su único triunfo fue compartido con el SPD, ya que ambos están aliados en el estado de Mecklenburgo-Antepomerania y el gobierno regional obtuvo el 55 por ciento en sus intentos de reelección.
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