EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
La crisis ambiental, la crisis energética y la crisis de alimentos dominan la semana internacional. Angela Merkel y Gordon Brown impusieron el cambio climático como primer tema de agenda en sus reuniones con Bush, que andaba de despedida por Europa. Hay repercusiones de la cumbre mundial de la FAO en Roma, donde llovieron críticas para las potencias del G8 por subsidiar al campo y también, por devorar comida, para los fabricante de biocombustibles. Las subas del precio del combustible se hicieron sentir en las zonas rurales de Europa, donde los camioneros cortaron rutas y enfrentaron a la policía, y de Estados Unidos, donde la nafta común cruzó el techo psicológico de cuatro dólares el galón.
Curiosamente, en medio de este embrollo, llegan dos noticias alentadoras desde un país muy lejano, un país agrícolo-ganadero con una matriz productiva muy parecida a la nuestra, pero de un tamaño comparable al Uruguay.
Desde Nueva Zelanda el periodista Paul Watson informa que Charlie Pedersen está muy enojado. Y eso es noticia porque Pedersen es el presidente de los Granjeros Federados de Nueva Zelanda, la entidad que representa a 14.000 terratenientes, casi el setenta por ciento de las granjas de ese país. Y Charlie Pedersen dice que está enojado porque el nuevo impuesto que propone el gobierno corta sus ganancias en un 50 por ciento. Y porque en medio de una crisis mundial de alimentos, el gobierno va a llevar a muchos productores chicos y medianos a la bancarrota. Y porque la última vez que intentaron un impuesto así, hace cinco años, el campo se alzó y frenó la medida. “Están pidiendo que nos hagamos cargo de este costo nuevo sin darnos la oportunidad de cobrar más dinero por los alimentos que producimos”, se quejó Pedersen ante el enviado de Los Angeles Times.
El problema es que las vacas eructan y se tiran pedos. Y los científicos aseguran que en ese país, ésa es la causa principal del efecto invernadero que provoca el cambio climático. Entonces el gobierno quiere controlar el gas metano que proviene de las flatulencias de los nueve millones de vacas y los diez millones de ovejas que conviven con cuatro millones de personas en las dos islas de Nueva Zelanda.
El gobierno de Helen Clark es pionero en el cuidado del medio ambiente y ella se ha comprometido con un programa de “carbono cero” para frenar el crecimiento de las emisiones. En concreto, Clark anunció esta semana un plan, el primero en el mundo, para multar a los granjeros que excedan los límites fijados por el gobierno de emisiones de “gases invernadero” como se los llama en Nueva Zelanda y los demás países de habla inglesa.
A nivel mundial la ganadería produce cerca del 20 por ciento del gas metano. El gas se desprende del pasto que mastica y regurgita el ganado. En el debate mundial sobre calentamiento global el dióxido de carbono que emana de chimeneas y caños de escape recibe más atención, pero por su peso, el metano es 23 veces mas dañino. Y 310 veces más dañino que el dióxido de carbono es el óxido nítrico, un gas que produce una bateria cuando descompone la materia fecal y la orina de las vacas.
Los ganaderos y el gobierno neocelandés han invertido miles de millones de dólares en la búsqueda de soluciones. Crearon un instituto pionero en el mundo, El Consorcio Pastoral de Investigación de Gases Invernadero, donde un equipo interdisciplinario de científicos trabaja tiempo completo en distintas alternativas para encarar este problema. Una de ellas es la ingeniería genética. Resulta que algunas vacas eructan más que otras. La idea es reproducir a las más educadas. Otro camino es el desarrollo de una vacuna salvadora. El otro es modificar la alimentación, pero el alimento modificado siempre es más caro, porque hay que modificarlo.
Mientras buscan la solución definitiva Charlie Pedersen dice que lo están penalizando por vivir con gente demasiado civilizada. “Ningún otro país tiene chimeneas tan limpias y por eso las vacas son las mayores contaminantes.” Podía agregar que lo están penalizando por cerrar la cuenta social, ya que el producto bruto per cápita duplica al de Argentina, la economía en negro no existe y el nivel de vida es tal que mantiene un flujo migratorio positivo con Gran Bretaña, la madre patria, y todo eso gracias a un modelo en el que el campo subsidia a la industria. Pero los rezongos de Charlie Pedersen no parecen conmover a la primera ministra, que parece empecinada en cumplir su promesa-mandato de cobrarle al campo su deuda ambiental.
La otra noticia tiene que ver con un yuyo. Se llama jatropha, tiene forma de árbol, vive hasta 50 años, se adapta a la aridez y a la abundancia de lluvia, crece hasta en terrenos agotados por la explotación agrícola, renueva esas tierras con sus hojas caídas y como es como un árbol puede plantarse con forraje y por lo tanto no compite con la producción de comida. Ni siquiera requiere de pesticidas porque es tan venenosa que es a prueba de plagas. La nuez tiene el tamaño de una pelota de golf y por dentro es cuarenta por ciento aceite. Ese aceite es especialmente apto para la producción de biocombustible. Producir combustible de jatropha es dos tercios más barato que producir petróleo crudo.
El yuyo es originario de Centroamérica pero ha dado la vuelta al mundo. Junto a las algas marinas y el pasto, integra la vanguardia en producción de biocombustible alternativo. En la región, México, Brasil y Paraguay destilan combustible de jatropha. Un ingeniero agrónomo argentino identificó una variedad autóctona de jatropha que crece en el departamento de La Banda, Santiago del Estero, y mantiene un invernadero con plantas propias cerca de allí.
La noticia es que Air New Zealand, la aerolínea de bandera de ese país, acaba de anunciar el primer vuelo experimental con un Jumbo 747 que llevará combustible de jatropha en uno de sus motores. “Será un hito, no sólo para Air New Zealand Air sino para la historia de la aviación”, dijo David Morgan, gerente de operaciones de la empresa a David Pae, otro periodista de Los Angeles Times.
Si no surgen problemas de último momento, el vuelo experimental se haría en la primavera, explicó el ejecutivo neocelandés. La industria aerocomercial espera ansiosa los resultados. En el último año el combustible de avión aumentó un setenta por ciento y se calcula que este año sólo las aerolíneas estadounidenses perderán en su conjunto siete mil millones de dólares. El miércoles pasado United Airlines anunció que sacará de circulación a sus cien aviones más viejos, o sea de consumo más ineficiente. La medida implica eliminar 1600 puestos de trabajo.
La jatropha se cultiva a escala en India y el sudeste africano y además de Nueva Zelanda, se desarrolla en California y Hawaii. El combustible de jatropha produce la mitad de las emisiones de los combustibles fósiles. Un estudio de J.P Morgan Chase lo cotizó en 43 dólares el barril.
La vida está llena de pequeñas y grandes ironías.
Por ejemplo, que un yuyo venenoso esté cerca de convertirse en la próxima planta milagrosa.
O que las vacas causen tantos problemas por hacer lo que saben hacer.
O que un remoto país agrícolo-ganadero aporte soluciones de vanguardia para los problemas que generan las grandes potencias.
O que ese país no sea Argentina.
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