EL MUNDO › EL PARTIDO OFICIALISTA DE SUDAFRICA LE PIDIO LA RENUNCIA AL PRESIDENTE
En un caso sin antecedentes, el presidente Mbeki anunció que renuncia esta semana porque se lo pidió su partido. Es el final triste para el sucesor de Mandela y un triunfo en la interna de Zuma, su opositor más duro.
› Por Sergio Kiernan
El presidente de Sudáfrica, Thabo Mbeki, perdió ayer el poder. No fue en un golpe o una crisis parlamentaria sino en algo muy inusual a nivel mundial: su propio partido, el ANC, le retiró su confianza y le pidió la renuncia. Mbeki contestó de inmediato que tomará “las medidas constitucionalmente necesarias” para presentarla en los próximos días. Este final de nueve años de mandato, a meses apenas de la próxima elección, es una profunda humillación a un hombre orgulloso y también la venganza de su principal rival.
Que un presidente renuncie porque se lo pide su partido es una característica casi única con dos orígenes. Por un lado, que Sudáfrica salió de un régimen de nula legitimidad, el apartheid blanco, sin una guerra civil y un éxodo masivo. Y por el otro, que el ANC tiene una disciplina interna y un nivel de institucionalidad comparable sólo al del Partido Comunista de la URSS, con lo que el presidente gobierna por mandato del partido más que del electorado. Si el partido de Nelson Mandela retira su apoyo, Mbeki se tiene que ir.
Sudáfrica es un régimen parlamentario con elecciones presidenciales directas, similar al español. Como el ANC es imbatible en las urnas, el poder real pasa por los alineamientos internos del partido y no por alianzas de bloques o campañas electorales. Mbeki acaba de perder la presidencia en parte porque perdió su interna con Jacob Zuma, el polémico zulú que preside el partido y se sacó de encima en estos días fuertes acusaciones de corrupción. Zuma piensa que Mbeki hizo lo imposible para que los fiscales especiales del grupo de los Escorpiones lo mandaran a la cárcel y ayer se lo cobró.
El escenario de la caída fue el congreso partidario de este fin de semana. La oposición interna a Mbeki venía creciendo con fuerza, sobre todo desde el ala izquierda del ANC, capitaneada por sindicalistas y comunistas, que son parte orgánica del partido. Estos sectores critican el modelo de continuidad económica y desarrollo, que hizo que Sudáfrica sea vista como un futuro país desarrollado pero mantenga altísimos niveles de desempleo y pobreza. Se fueron sumando a la oposición otras líneas internas, gracias a ciertos errores increíbles de Mbeki, como el de afirmar que el sida se cura con medicinas tradicionales porque no lo causa un virus –y demorar largamente la prevención de la enfermedad–, y por su notoria frialdad personal. El colmo fue el estratégico error de presentarse como candidato a presidente del ANC a fines del año pasado: la tradición indica que el presidente del partido es el futuro candidato y Mbeki ya no puede presentarse a la reelección. El presidente fue duramente derrotado por Zuma.
Lo mismo ocurrió ayer. Zuma era vicepresidente del gobierno hasta que Mbeki lo despidió en 2005, en medio del escándalo de coimas por una masiva compra de armamentos. Zuma está realmente implicado –su contador, por ejemplo, fue condenado a 15 años de cárcel– pero vio todo como una deslealtad. Aunque ayer no votó contra Mbeki, dijo en plena sesión que no lo hacía “porque uno no patea una víbora que ya está muerta”. Sus partidarios aplaudieron la frase y levantaron la mano para derrocar a Mbeki.
Lo que queda por saber es qué tan grande será la crisis política en el país. La segunda de Mbeki, Phumzile Mlambo Ngcuka, ya anunció que va a renunciar a su puesto en el gabinete y la expectativa es que varios ministros la imitarán. Anoche estaba reunido el gabinete para decidir sus próximos pasos y preparar la presentación de la renuncia al Parlamento. Esta semana, la Cámara baja aceptará la renuncia y seguramente nombrará a Baleka Mbete, líder de la bancada oficialista, como primera presidenta del país hasta las elecciones de abril.
El secretario general del ANC, Guede Mantashe, contó ayer que el Mbeki reaccionó con su habitual frialdad ante la noticia. “No mostró ninguna emoción”, dijo Mantashe, que se encargó de avisar al presidente de su caída. “Dijo que estaba bien y estuvo de acuerdo en que debía hacer su parte en el proceso parlamentario de renuncia.”
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