EL MUNDO › EN UN ESCRUTINIO MUY PAREJO, EL TRIUNFO DEMóCRATA EN ESTADOS CLAVE TERMINABA POR INCLINAR LA BALANZA
Al cierre de esta edición, Obama era el ganador en los estados decisivos de New Hampshire y Pennsylvania y disputaba cabeza a cabeza otros distritos y hacía muy difícil que McCain pudiera recuperarse. Como se esperaba, las comunidades negra y latina favorecían al candidato demócrata.
› Por Santiago O’Donnell
Desde Chicago
Barack Obama (47) se encaminaba anoche hacia un triunfo electoral que lo convertiría en el primer presidente afroamericano de la historia de los Estados Unidos. Al cierre de esta edición, aún no se habían contado los votos en la mayoría de los estados importantes y las principales cadenas que cubren la elección no podían declarar un ganador. Pero los primeros triunfos de Obama en estados clave como New Hampshire y Pennsylvania, así como batallas reñidas en Florida, Virginia, Ohio e Indiana, parecían indicar que la leve ventaja de cinco o seis puntos que habían pronosticado los encuestadores podría alcanzar para una ajustada victoria del demócrata.
Fue la elección más larga y más cara de la historia de los Estados Unidos, salpicada de ataques y acusaciones, la primera en hacer uso intensivo de Internet tanto para recaudar como para comunicar y la primera en atraer a una generación de jóvenes que se había alejado de las urnas hace mucho tiempo.
En las horas previas a las elecciones ambos candidatos desplegaron su estrategia a ritmo febril, saltando de un lugar a otro del mapa desde la madrugada hasta después del último noticiero, el de las 11 de la noche. Con McCain intentando convencer a los votantes blancos de clase media de Ohio, Virginia y Pennsylvania que habían votado por Hillary Clinton en la primaria demócrata. Y con Obama, taladrando Indiana y Virginia, dos estados que no votan por un presidente demócrata desde Lyndon Johnson en el ’64. Los dos alternaban viajes a Colorado, Nevada y Nuevo México en el oeste, tres estados que venían votando republicano en las presidenciales pero que habían visto crecer sus poblaciones urbanas e hispanas y en los últimos años habían elegido congresistas y gobernadores demócratas.
Ambos repitieron el libreto de siempre, sin propuestas ni revelaciones de último momento. A diferencia del 2004, cuando la preocupación principal de los votantes fue la guerra de Irak, y en el 2006, cuando fue el terrorismo, este año el tema dominante fue la economía, seguido por la salud pública. El presidente George Bush alcanza records históricos de desaprobación y el noventa por ciento de los norteamericanos dice que no está conforme con el rumbo del país.
En este clima, cuando asoman las primeras señales de la anunciada recesión, McCain no pudo hablar mucho de sus planes bélicos ni de su programa para recortarle impuestos a los ricos. Del mismo modo Obama debió dejar en segundo plano las menciones a programa energético y su reforma impositiva. Y hace rato que ninguno habla del déficit, que se triplicará con el paquete de rescate que aprobó el Congreso. El debate se había agotado.
En sus últimos discursos, McCain sonaba solemne y nostálgico. “Yo he peleado por este país desde que tengo diecisiete años y no pasó un día sin que le agradezca a Dios por haber nacido en los Estados Unidos”, dijo ayer en una aparición en Boulder, Colorado. “Si ustedes me hacen presidente, les prometo que nunca los voy a decepcionar.”
Lo más sustancial de Obama en la últimas horas de campaña tuvo lugar durante la aparición de ambos candidatos en el entretiempo de Monday Night Football, el clásico partido de fútbol americano de los lunes por la noche.
McCain fue el primero en hablar y pidió penas más duras para los culpables de doping. A su turno, Obama propuso que de una vez por todas el campeonato universitario se defina con un playoff entre los ocho mejores equipos, y no como hasta ahora, que lo definen tres encuestas. “Acabemos con esa pavada de las encuestas”, dijo Obama, sacudiendo la palma de la mano en señal de disgusto. Fue suficiente para copar las portadas y los noticieros deportivos de ayer.
Las emociones empezaron a las siete de la tarde, hora del Este, cuando las pantallas de los noticieros explotaron con los primeros resultados, que luego empezarían a llegar como una catarata. Inmediatamente se supo que Kentucky había ido para McCain y Vermont para Obama. Ninguna sorpresa ahí. Primer indicador: Indiana prácticamente empatado. Un buen resultado para Obama, pero todavía faltaba mucho.
Los minutos pasaban y nada se definía. Una hora más tarde quedaba claro que Obama no la tendría fácil. En Indiana, Carolina del Norte, Ohio y Georgia, todos estados que aspiraba robarles a los republicanos, los resultados eran demasiado parejos como para declarar un ganador. Pero tampoco los ganaba McCain, por lo que la incertidumbre se prolongaba.
Los resultados llegaban todos juntos. Oklahoma para McCain. Illinois para Obama. Carolina del Sur para McCain. Nueva Inglaterra se pintaba de azul. En un minuto McCain lideraba en el conteo de delegados 21 a tres, diez minutos más tarde Obama tenía 72, contra 21 del republicano. Pero los estados clave, los decisivos, los que supuestamente estaban cabeza a cabeza, efectivamente estaban cabeza a cabeza. Ohio, Florida, Missouri, Carolina del Norte, Indiana, todos trababan la tendencia al no decidirse por uno u otro. Faltaba mucho para asegurarse los 20 votos necesarios para asegurar la nominación. La noche se estira.
A las ocho y once anuncian que New Hampshire va para Obama. Es un estado que McCain visitó muchas veces en los últimos días. Podía ser un indicio para Obama, pero de apenas cuatro votos electorales. Después llegó el triunfo demócrata en Pennsylvania, el estado azul que McCain más había atacado por sentirlo vulnerable. Junto a New Hampshire, empezaba a confirmar la ventaja para Obama que habían marcado las encuestas electorales. Poco a poco la posibilidad de una sorpresa se diluía.
A las nueve de la noche la suerte parecía echada y la cadena CBS entrevistaba al reverendo L. N. Patterson pastor de una iglesia de Birmingham, Alabama, que había marchado con Martin Luther King durante el movimiento de derechos civiles en los ’60, marchas pacíficas que fueron reprimidas con manguerazos y asaltos de perros policiales. “Sin esas mangueras y sin esos perros no estaríamos acá”, dijo. “Por eso estoy tan contento” .
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