La cúpula nicaragüense de la Iglesia Católica cuestionó por primera vez al gobierno sandinista de Daniel Ortega. Asumieron a principio del año pasado como aliados. Uno de sus hombres, el cardenal Miguel Obando y Bravo, fue nombrado como presidente de la Comisión Nacional de Reconciliación y Paz. Sin embargo, los rumores de fraude electoral y la violencia en las calles fueron demasiado para el Arzobispado de Managua. En una carta, la Conferencia Episcopal se sumó al pedido de la oposición y reclamó un recuento acta por acta.

“Estas irregularidades deslegitimizan y ponen en entredicho el proceso electoral en muchos municipios y cabeceras departamentales, arriesgando la institucionalidad democrática del país”, advirtieron los obispos nicaragüenses. Horas antes, el candidato opositor a la alcaldía de Managua, Eduardo Montealegre, se había reunido con los jueces del Consejo Supremo Electoral (CSE) y les había pedido lo mismo. “Tenemos que revisar acta por acta porque no puede ser que las actas que tiene el CSE digan una cosa y las que tenemos nosotros digan otra.”

Sus cifras son idénticamente inversas a las oficiales. El obtuvo apenas por encima del 51 por ciento y el candidato oficialista poco más del 46 por ciento de los votos. Aunque no trascendió ninguna declaración de la reunión, Montealegre reunió a cientos de opositores y comenzó una marcha desde allí a la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA). Por la mañana, su secretario general, el chileno José Miguel Insulza, se había mostrado preocupado por las “dificultades surgidas del proceso electoral”. Eso es todo lo que puede decir. Ni la OEA ni ninguno de los habituales organismos de observación electoral fueron invitados a fiscalizar la elección. Esa decisión le costó la ayuda financiera que todos los años gira los Países Bajos. Ayer se sumó la crítica de la Iglesia. “Consideramos irregularidades la no acreditación de observadores nacionales e internacionales, el cierre temprano de mesas, la expulsión de fiscales, las impugnaciones infundadas de mesas y la incoherencia entre las actas firmadas por los fiscales y los informes del CSE.”

Mientras el gobierno nicaragüense afirmaba que el clima volvía a distenderse, la caravana liderada por Montealegre fue alcanzada por una lluvia de piedras. Los militantes sandinistas que seguían concentrados en las principales plazas de la capital no permitieron que avanzaran y los obligaron a dispersarse. Los medios locales no registraron ningún herido.