EL MUNDO › IMPUSO DURAS EXIGENCIAS PARA EL CABILDEO EN WASHINGTON DURANTE EL PERíODO DE TRANSICIóN
Limitará las contribuciones a cinco mil dólares y publicará la lista de donantes. Lobbistas registrados no podrán ser contratados en las áreas donde trabajan. No será fácil desterrar el tráfico de influencias.
› Por Leonard Doyle *
Desde Washington
El líder del equipo de transición de Barack Obama les dio unas malas noticias a las hordas de lobbistas que ejercían su oficio en los restaurantes de moda y las oficinas anónimas a lo largo de Pennsylvania Avenue: no son bienvenidos. John Podesta, el jefe de la transición, reveló una serie de nuevas regulaciones draconianas que apuntan a ponerle freno a la excesiva influencia de los lobbistas, tal como prometió Obama durante su campaña presidencial. Se les va a negar su rol normal de engrasar las ruedas de la costosa transición al poder de la nueva administración, al pagar por espacio de oficinas y personal desde ahora hasta la inauguración el 20 de enero.
Podesta reveló que lo que él dijo eran “las reglas más estrictas, más trascendentales de cualquier equipo de transición en la historia” y declaró que “la excesiva influencia de los lobbistas de Washington y la puerta giratoria de Wa-shington deja de existir”. La Casa Blanca y el Capitolio son los edificios más imponentes de Washington, pero el poder realmente está a lo largo de Pennsylvania Avenue y K Street, donde los lo-bbistas arreglan el acceso a los que toman las decisiones y realizan los tratos anónimos para los grupos especiales de interés.
Ahora, en los últimos días de la administración Bush, hay una agitación sin precedentes, mientras el establishment legal y de lobbies de Washington trata de poner sus manos en algo del paquete de rescate de 700.000 millones de dólares para los clientes antes de la última fecha de mañana.
En una de las principales firmas, Alston & Bird, alardean porque tienen al senador y ex candidato presidencial republicano Bob Dole entre sus asociados. Pero los demócratas no se quedan atrás. El co-director nacional de la campaña presidencial de Obama, el ex senador Tom Daschle, también trabaja para Alston & Bird aunque no, nos aseguraron, como un lobbista registrado. En cambio, brinda “asesoría de alto nivel y consejos estratégicos” a la empresa.
Para poder hacer frente a la aglomeración de lobbistas ante sus puertas, el Departamento del Tesoro contrató a Jeb Mason, un texano de 32 años que usa botas de cowboy y sombrero para ir a trabajar. Ex asesor del estratega republicano Karl Rove, Mason fue llamado para tratar con el lobby de la industria bancaria, las empresas de seguros y las de tarjetas de crédito que hacen cola para conseguir algo de los miles de millones de los contribuyentes. Hablando de las docenas de llamados telefónicos y correos electrónicos que recibe de los lobbistas, le dijo al New York Times, “Me siento como en el Politburó (soviético).”
El equipo de transición de Obama está planeando contratar a unas 450 personas que estarán divididas entre Washington y Chicago, a un costo de cerca de 12 millones de dólares. Menos de la mitad de esa suma será pagada de la cartera pública y Obama está planeando reunir el resto de los fondos pidiéndole a más de 3 millones de personas que entregaron pequeñas sumas de dinero para la campaña para completar el resto. Ningún futuro presidente antes de él tuvo acceso a tal potencial de dinero y su equipo ya envió correos ofreciendo “Victory T-shirts” (remeras de la Victoria) a cambio de nuevas contribuciones.
Desde los días de Ronald Reagan, las corporaciones y los estudios de abogados han pagado las cuentas de las transiciones presidenciales. Para evitar la menor sospecha de abuso, el equipo de Obama está limitando las donaciones privadas al máximo de 5000 dólares y revelará los nombres de los donantes. “De manera que verán a nuestros contribuyentes, desde la transición hasta la inauguración, sí”, dijo Podesta.
Un problema que enfrenta el equipo de transición de Obama es que algunas de las mentes más brillantes de Washington que pueden querer contratar para la transición, y más tarde en el gobierno, ya son lobbistas registrados. “He escuchado la otra queja, que es que estamos dejando de lado a todos estos expertos. Estamos dejando a todos los que saben algo, afuera”, dijo Podesta. “Y así será.”
Podesta, que es el mismo investigador principal de un think tank, el Center for American Progress (Centro del Progreso Norteamericano), dice que a cualquier lobbista que sea contratado le estará prohibido trabajar en áreas en las que haya sido lobbista previamente.
Los restricciones son vistas como esperanzas piadosas por muchos en Washington. El ex presidente Bill Clinton trató de restringir el acceso a los lobbistas y fracasó. Aun si Obama logra limitar el acceso a su administración, los congresistas son blancos particularmente suaves.
* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para PáginaI12.
Traducción: Celita Doyhambéhère.
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