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› PYONGYANG JUEGA A CAMBIAR DESARME POR EFECTIVO
Vuelve el chantajista coreano
La sorprendente revelación de Corea del Norte de que tiene un programa de armas nucleares podría llevar a la administración Bush a un curso de acción desagradable: negociar con el Estado que, como Irak, es uno de los núcleos de su “eje del mal”. La declaración de ayer de la Casa Blanca de que trataría de usar métodos pacíficos para navegar su segunda crisis en simultáneo con un Estado que persigue las armas de destrucción masiva era algo ampliamente esperado. Con Seúl, la capital de Corea del Sur, a sólo 45 kilómetros de la zona desmilitarizada y dentro del alcance de la artillería de Pyongyang, el pronóstico de una guerra en la Península Coreana se torna demasiado peligroso para siquiera contemplar, advirtieron los analistas.
“Cuando se habla sobre Corea, los efectos de una guerra podrían ser devastadores. ¿Se sigue el camino de la guerra, o se va hacia un compromiso que involucra el desagrado de recompensar a Corea del Norte por su comportamiento?, dijo David Albright, presidente del Instituto de Ciencia y Seguridad Internacional de Washington. “Al final, Estados Unidos tendrá que dar a Corea del Norte algún tipo de recompensa por renunciar a su programa de alguna manera verificable, y eso será duro para la administración Bush”, señaló el analista. Los expertos advirtieron que las entrega de las recompensas tendría un perfil bajo y probablemente sería canalizada por los dos aliados norteamericanos clave en su política respecto a Corea del Norte: Corea del Sur y Japón.
El primer paso de Washington hacia la confirmación del programa de armas de Corea del Norte –durante la visita a Pyongyang que hizo el 3 de octubre el secretario de Estado adjunto Jim Kelly– fue despachar a su enviado a Seúl y Tokio, y ahora está en camino a Pekín. Aunque Kelly llegó armado con informes de la inteligencia estadounidense sobre los esfuerzos de Corea del Norte para producir uranio enriquecido, se esperaba que Pyongyang respondiera en el modo tradicional: a la defensiva, y negándolo todo. En el primer día de consultas, los norcoreanos se comportaron justamente así, pero volvieron a la mañana siguiente y admitieron la existencia del programa, evidentemente con la aprobación de su líder, Kim Jong-il. Este intercambio fue mantenido en reserva por la Casa Blanca, aparentemente por temor a perjudicar los esfuerzos para asegurarse el apoyo del Congreso a su resolución sobre Irak, hasta anteayer,cuando los funcionarios supieron que un periódico estadounidense estaba trabajando sobre el tema. No quedaba claro ayer ni para Seúl ni para Washington exactamente el motivo por el que Corea del Norte hizo su admisión. “Tal vez Corea del Norte esperaba que el conocimiento sobre el programa de armas nucleares provocaría mayor atención de EE.UU. para lograr más –dijo Katsu Furukawa, del Instituto Monterrey de Estudios Internacionales de Washington–, pero ése sería un cálculo equivocado de Corea del Norte.”