EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Esta vez no hubo sorpresa. El ejército israelí bombardeó la Franja de Gaza y mató a más de 200 civiles y militares. La milicia palestina respondió con cohetes y mató a un israelí. Otra vez soplan vientos de guerra en Medio Oriente. Como siempre, decir cuándo empezó la escalada es al gusto de cada uno.
Pudo ser, como sostienen muchos palestinos, el bloqueo de los últimos meses que desató la crisis humanitaria en Gaza, denunciada por todas las organizaciones humanitarias internacionales en conocimiento del tema. Pudo seguir con el cierre de esa válvula de escape que era el paso a Egipto, que fue cerrado hace once meses después de una pueblada y sellado definitivamente esta semana con la reunión que la canciller israelí Tipzi Livni mantuvo con el presidente egipcio Hosni Mubarak en El Cairo, cuando ya la ofensiva era un secreto a voces.
O pudo ser, como sostienen muchos israelíes, que la escalada empezó antes, con el triunfo del movimiento Hamas en las elecciones palestinas de enero del 2006, cuando derrotaron a Al Fatah, un partido más dialoguista pero con fama de corrupto. Hamas se niega a reconocer al Estado israelí y ha sido declarado organización terrorista por Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. Pudo seguir con las habituales andanadas de cohetes Kassam que sólo se interrumpían con periódicos y mortíferos ataques del ejército israelí.
En el medio, tres presidentes tambaleantes como el israelí Ehud Olmert, el palestino Mahmud Abbas (de Fatah) y George W. Bush, incapaces de reunir apoyos legislativos, mucho menos consenso internacional, como para impulsar cualquier clase de acuerdo duradero. Los tres venían arrastrando desde el 2007 el rotundo fracaso de un plan de paz para la región que excluía a Hamas y la franja para concentrarse en Cisjordania y Fatah, y que ni siquiera sirvió para detener la llegada de nuevos colonos a esas tierras.
Lo cierto es que hubo avances y retrocesos. En junio, Israel y Hamas acordaron una tregua. La lluvia de cohetes disminuyó significativamente, pero nunca paró del todo, ya sea por falta de voluntad, ya sea porque Hamas no controla a todas las milicias que operan en la franja. La tregua duró cinco meses. Israel liberó prisioneros y dejó pasar algunos camiones. Pero de a poco, casi imperceptiblemente, la cosa empezó a empeorar. Más cohetes, más restricciones, más declaraciones subidas de tono, más tensión.
El 7 de diciembre Livni anunció que Israel dio por terminada la tregua, cuando faltaban 12 días para su finalización formal. Su anuncio fue, literalmente, un llamado a las armas: “No hay alto el fuego en Gaza. Quien llame a eso calma no sabe lo que está pasando allá. Quien sea responsable de la seguridad debe actuar”.
Claro, Livni, del gobernante partido Kadima, debe enfrentar al duro Benjamín Netanyahu del derechista partido Likud en las elecciones del 10 de febrero por la sucesión de Olmert. La mayoría de los votantes quiere una sola cosa. Por tanto, los dos candidatos centraron sus campañas en la promesa de derrotar la insurrección palestina.
“El objetivo estratégico de mi gobierno será derrocar a Hamas usando medios militares, económicos y diplomáticos”, dijo la canciller esta semana.
Netanyahu subió la apuesta. “Debemos adoptar una actitud activa de ataque, ya que este gobierno es demasiado pasivo”, replicó el candidato opositor. “A largo plazo debemos derrocar al régimen de Hamas. A corto plazo hay una amplia gama de posibilidades, que va desde hacer nada hasta hacer todo, es decir, la conquista de Gaza.”
Hamas no se quedó atrás. Esperó el fin de la tregua, quizás por mera formalidad, pero ese mismo día se despachó con el siguiente comunicado:
“La tregua ha terminado y no será renovada, porque el enemigo sionista no ha respetado su parte de lo estipulado. La ocupación será responsable de las consecuencias”.
Por eso se veía venir. Para este cronista, el aviso llegó el viernes pasado, dos días después del fin de la tregua. Llegó a través de un comunicado de prensa difundido por la embajada de Israel en la Argentina, llamado “Fin de la tregua entre Israel y Hamas”. El texto tiene la virtud de ofrecer una explicación/justificación previa al ataque de ayer, sin decir nunca que Israel va a atacar: “La organización terrorista Hamas anunció el pasado 19 de diciembre que dio por finalizado el período de tregua iniciada el 19 de junio del presente año. Durante los últimos dos meses transcurridos en el marco del llamado ‘período de calma’ fueron lanzados 130 cohetes Kassam y 100 bombas de mortero desde la Franja de Gaza a Israel. Como muestra de la realidad por la que atraviesan las ciudades israelíes pasamos a enumerar la serie de ataques registrados contra Israel en la última semana”.
Lo que había ocurrido en la última semana –unos treinta cohetes y cuatro heridos leves no parecía suficiente como para justificar la muerte de 200 palestinos. Por eso el comunicado de la embajada incluía un anexo para reforzar el argumento bélico. Dos carillas con una larga y detallada enumeración de las escaramuzas militares que tuvieron lugar en los últimos dos meses, empezando por la secuencia de cohetes lanzados desde la franja, terminando con un breve listado de las acciones de “Contraterrorismo de las fuerzas de Defensa de Israel”.
Anteayer, al mismo tiempo que preparaba sus aviones cazabombarderos y agolpaba sus carros de asalto en la frontera palestina, Tel Aviv autorizó un último convoy humanitario tras varios días de someter a la franja a un bloqueo absoluto. Otra señal. El verdugo concedía al reo un último deseo antes de morir.
El desenlace se veía venir, sólo faltaba saber el precio en vidas. Ahora se supo. Ahora aparecen las fotos para las cuales Israel quiso preparar al mundo. Ahora empiezan los llamados urgentes para frenar la carnicería desde la ONU, desde Washington, desde Europa, desde Egipto, desde Tel Aviv, desde Gaza, desde donde sea. Pero esos mismos actores que hoy dicen basta podrían haber actuado antes del baño de sangre, porque ya sabían lo que estaba por venir. Eligieron dejar que truene el escarmiento, atentos a las razones y necesidades de los políticos israelíes. ¿Qué lograron? Nada, sólo que ahora hay más muertes para vengar.
Ya nadie puede decir a ciencia cierta cuándo y quién empezó esta historia. Mucho menos cómo va a terminar.
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