EL MUNDO › LARGAN LOS JUICIOS DE LOS úLTIMOS JEMERES ROJOS
Fue uno de los capítulos más oscuros de la humanidad, uno de los peores genocidios de la historia: los Jemeres Rojos mataron y torturaron en Camboya sin compasión durante tres años, ocho meses y 20 días. Causaron la muerte de hasta dos millones de personas, exterminaron a un cuarto de la población existente en ese momento. Hace 30 años, el 7 de enero de 1979, tropas vietnamitas pusieron fin a la orgía de violencia con su ingreso en la capital Phnom Penh.
Hasta ahora nadie pagó por los horrores cometidos. El líder de los responsables, Pol Pot, llamado Hermano Número 1, murió como muchos de sus compañeros tras una apacible vida de jubilado, en 1998, como un anciano. Primero el país sufrió durante años una guerra civil y luego su gobierno se convirtió en juguete de las potencias. “Los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas continuaron la Guerra Fría sobre la espalda de la sociedad camboyana”, escribió la fundación alemana Friedrich Ebert.
Sólo a fines de los años ’90 comenzaron a nivel internacional los esfuerzos para juzgar a los últimos funcionarios aún con vida del régimen. Tres obstinados ancianos, una mujer y un antiguo torturador, que se convirtió al cristianismo y demuestra arrepentimiento, están hoy encarcelados cerca de Phnom Penh. Está previsto que pronto sean juzgados por un tribunal de crímenes contra la humanidad instalado con ayuda de Naciones Unidas.
Toulá Sleng es una antigua escuela en el centro de Phnom Penh. Allí donde antiguamente aprendían niños, a fines de los años ’70, actuaron los peores torturadores. Las barras donde los prisioneros eran colgados con las manos atadas en la espalda aún pueden verse en el actual museo, así como las tenazas con las cuales les arrancaban las uñas. Más de 10.000 personas murieron ahí.
Inicialmente, los Jemeres Rojos llegaron como salvadores al maltratado país. Por ser refugio del Vietcong, Estados Unidos bombardeó sin piedad a Camboya. Tras retirarse de Vietnam, el odiado general Lon Nol, aliado de Estados Unidos, no pudo mantenerse en el poder. Los Jemeres Rojos prometieron una sociedad igualitaria. Luego obligaron a la población urbana a irse al campo, instauraron el trabajo forzado en el sector rural y asesinaron masivamente a “intelectuales burgueses”, es decir, a todos aquellos que usaran lentes o corbata.
Las cicatrices de aquel régimen aún pueden verse en todo el país 30 años después. La criminalidad es alta. Las antiguas víctimas se transformaron en victimarios porque nunca superaron la época del terror que sufrió el país, según psicólogos. “Ni un solo camboyano sobrevivió al régimen sin consecuencias psíquicas”, señaló Thun Saray, presidente de la agrupación de derechos humanos Adhoc.
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