Dos días después de las elecciones afganas se empiezan a conocer los atentados y la represión que sufrieron los votantes y los funcionarios electorales. “Hemos sabido que once trabajadores de la Comisión Electoral murieron por ataques brutales de atacantes desconocidos en un intento deliberado de los enemigos de la paz”, deslizó ayer el gobierno de Kabul, dirigido por el presidente y favorito para la reelección, Hamid Karzai. Ayer, mientras los rumores de fraude y los informes de las víctimas se acumulaban en los medios, una agencia de noticias afgana adelantaba una victoria contundente del presidente Karzai. Según Pajhk, el mandatario habría arrasado con casi el 70 por ciento de los votos.

Los talibán habían amenazado con atacar a todos los que participaran de los comicios, considerados para el grupo insurgente como un fraude creado por la propaganda norteamericana. Como contrapartida, las autoridades afganas les prohibieron a los medios y a los observadores electorales informar de algún atentado, al menos hasta que se cerraran las urnas. Ahora, con el escrutinio ya en marcha, los observadores afganos empezaron a contar lo que vieron.

“Uno de nuestros observadores pudo ver cómo los insurgentes les cortaban el dedo con la mancha de tinta a dos personas en la provincia de Kandahar”, denunció el presidente de la Fundación para unas Elecciones Libres y Justas, Nader Nader. Los insurgentes habían amenazado con cortar los dedos a quienes votasen, aprovechando que para ejercer el sufragio y prevenir un fraude cada elector debe impregnar su dedo índice en tinta indeleble, lo que lo convertía en una víctima identificable.

Oficialmente 50 personas murieron el día de las elecciones, entre ellas 21 insurgentes, dos soldados británicos y once funcionarios electorales. Sin embargo, Nader advirtió que posiblemente haya habido más ataques que pasaron inadvertidos a los ojos de los pocos observadores que se animaron a ir a Kandahar, uno de los antiguos bastiones talibán. Las fuerzas de la OTAN tienen el control del territorio, pero los milicianos insurgentes aún mantienen una presencia importante en la zona.

La Unión Europea, por ejemplo, se negó a enviar a sus observadores a esa región porque no existían garantías de seguridad. Ayer la misión enviada por Bruselas presentó su primer informe sobre las elecciones del jueves pasado. Como ya lo habían hecho Washington y los gobiernos europeos, la misión felicitó a los afganos por el proceso electoral y lo calificó como un primer paso. Sin embargo, aclaró: “El ejercicio de los derechos civiles y políticos de las mujeres, tanto en calidad de votantes como de candidatas, estuvo severamente limitado en las elecciones pese a estar recogidos en la Constitución”.

No hay cifras oficiales aún, pero los observadores estiman que la participación en el sur del país, donde los talibán conservan su fuerza, podría llevar a ser tan baja como el cinco o el diez por ciento.

La preocupación por la baja participación electoral se suma a los cada vez más fuertes rumores de fraude. Ayer la organización de observación electoral de Nader confirmó las denuncias de la oposición afgana. “Hubo irregularidades como votantes con varias tarjetas y votando en nombre de mujeres, electores menores de edad y, en algunos lugares, hombres armados maltrataron al personal de la Comisión Electoral y tomaron el control de los centros de voto”, aseguró Nader. A diferencia de los 120 técnicos de la misión europea, la organización afgana desplegó casi siete mil observadores.