EL MUNDO › OPINIóN
› Por Bernard Cassen *
Ojalá fuera simple broma, pero se trata de una información comprobada: el próximo 24 de noviembre tendrá lugar en París una ceremonia cuyo casting es simplemente alucinante en relación con la actualidad tanto francesa como internacional.
Ese día el cardenal y arzobispo de Tegucigalpa, Oscar Rodríguez Maradiaga, junto al ex director general del Fondo Monetario Internacional (FMI) Michel Camdessus, recibirá las insignias de doctor honoris causa del Instituto Católico de París.
Los discursos panegíricos (Laudatio) estarán a cargo respectivamente de monseñor Hippolyte Simón, arzobispo de Clermont, y de Jean-Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE).
¿Será que las autoridades convocantes, vale decir el cardenal André VingtTrois y el rector del Instituto, Pierre Cahné, viven en otro planeta para atreverse a poner en escena públicamente esta nueva alianza del sable, del hisopo... y de la sala de mercados?
Uno se atreve a pensar que la invitación al cardenal Maradiaga se originó en la imagen “progresista” que el prelado había logrado proyectar en los últimos años, en particular en el momento de su candidatura para la sucesión de Juan Pablo II. Pero las autoridades del Instituto Católico debieron informarse y leer sus declaraciones después del golpe de Estado del 28 de junio de 2009 en Honduras.
No fue solamente que, al igual que los demás miembros de la conferencia episcopal hondureña y según dice “con el total apoyo del Vaticano”, dejará de denunciar el golpe, sino que todo lo contrario, lo legitimó al declarar que “los documentos comprueban que las instituciones funcionaron correctamente y que la Constitución fue respetada”.
No condenó y ni siquiera evocó los asesinatos, las torturas y las detenciones masivas de las cuales se hizo culpable al gobierno de facto. Ni una palabra sobre la supresión de las libertades cívicas, sobre el cierre de todos los medios de comunicación que no se sometieron a los golpistas, en particular la radio de los jesuitas, Radio Progreso. El hisopo del cardenal echó agua bendita al sable golpista.
He aquí pues el recipiendario del doctorado honoris causa del Instituto Católico, de quien el arzobispo de Clermont se prepara para celebrar las cualidades. El gobierno de Nicolas Sarkozy, quien condenó el golpe y sigue reconociendo oficialmente al presidente Zelaya, debería lógicamente negar la visa de entrada a Francia a ese prelado considerado como golpista por el gobierno legal.
Los estados de servicio de los cuales se puede prevalecer Michel Camdessus son de otro orden: si bien nunca participó en una acción armada, las políticas que impulsó a la cabeza del FMI de 1987 a 2000 han sido infinitamente más costosas en sufrimiento y en vidas humanas que las de los militares hondureños. Su trayectoria es la contraria de la del cardenal de Tegucigalpa: hoy toma la pose del adepto de la globalización de “rostro humano” cuando durante años impuso despiadados planes de ajustes estructurales a los desgraciados países que pidieron su “ayuda”.
Gracias a las “recetas” del FMI, le constan, si así podemos decirlo, la creación o el empeoramiento de una decena de crisis financieras mayores, desde la de México en 1994 a la de Brasil en 1999. Como buen fanático del mercado y de la liberalización financiera la cual sigue siendo para él “el objetivo final correcto”, nunca se preocupó por las consecuencias sociales de las medidas que imponía. Después de los motines del hambre que generaron en 1997 en Indonesia y la violenta represión que las siguió, ese católico practicante expresó su pesar a las familias de las víctimas con estas palabras: “No había previsto que el ejército iba a disparar sobre la muchedumbre...”
Seguramente ningún país del Sur o ninguna institución universitaria otorgaría distinción alguna a Michel Camdessus. Todo lleva a pensar que su visita a un establecimiento de enseñanza superior provocaría disturbios. ¿Será la perseverancia en el error, apenas compensada por tardíos telegramas arrepentidos que va a recompensar el Instituto Católico?
Que Jean-Claude Trichet fuera solicitado para redactar el panegírico del ex director general del FMI es el último toque de una auténtica caricatura.
El presidente del Banco Central Europeo comparte con el recipiendario una fe absoluta en las bondades de la ortodoxia monetaria y un soberano desprecio por las instancias electas. Con ellos las salas de mercado hacen su entrada oficial en los altos lugares del saber. La finanza no teme la autonomía universitaria, la cual sin embargo aún se impone a la policía... Todo aquello es mucho para un solo día. Seguramente el 24 de noviembre van a tener que rechazar a mucha gente en la puerta del Instituto.
* Secretario general de Memoria de las Luchas, presidente honorífico de Attac.
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