Dom 06.12.2009

EL MUNDO  › REPORTAJE AL CHILENO MARCO ENRIQUEZ OMINAMI, CANDIDATO PRESIDENCIAL INDEPENDIENTE

“El sistema es monárquico y colonial”

Compite cabeza a cabeza en las elecciones del domingo con el millonario Sebastián Piñera y el ex presidente Eduardo Frei, de la Concertación de centroizquierda. Se mueve mucho, habla fácil de temas complicados a gran velocidad, tiene ideas y está convencido de que va a ganar.

› Por Santiago O’Donnell

“Hola, habla Marco.” Al teléfono Marco Antonio Enríquez Ominami, 36 años, licenciado en Filosofía educado en Francia, hijo del líder guerrillero del MIR Miguel Enríquez e hijastro del influyente senador por el socialismo, Carlos Ominami.

“Dale, hablemos.” Independiente, difícil de clasificar, compite cabeza a cabeza por la presidencia de Chile en las elecciones del domingo que viene con el millonario Sebastián Piñera de la Alianza de derecha y con el ex presidente democristiano Eduardo Frei de la Concertación de centroizquierda. Agenda apretadísima. Dice mucho en quince minutos, la mitad del tiempo pactado, entonces surge algo, interrumpe la entrevista y desaparece en la vorágine de la campaña: caravanas, reuniones, viajes en avión. Diputado por el socialismo en el 2004, antes se ganaba la vida al frente de una productora de cine y televisión. Sabe editarse, habla fácil de temas complicados a gran velocidad, luciendo un lenguaje tan rico como despojado. Es joven y en cierto punto una incógnita para un electorado que sigue dudando entre él y los demás. Pero tiene ideas y sabe comunicarlas.

–¿En qué estás pensando hoy, a una semana de las elecciones?

–En ser capaz de comunicar con fuerza por qué 20 encuestas dicen que voy a derrotar a Piñera (en segunda vuelta) con ideas del 2009 y no del 59 como las demás candidaturas. Votar por Frei directamente es perder el voto. En cambio yo le gano a Piñera en todos los escenarios (de ballottage). Si quieren un gobierno progresista, liberal en los derechos civiles y libertario en lo intelectual, voten por nosotros. Piñera tiene una visión restrictiva de la democracia, restrictiva en lo económico, restrictiva en lo que hace al Estado y al mercado. Y votar por Frei es cómo hacerlo ganar a Piñera en primera vuelta.

–¿Cuáles serían los objetivos principales de su presidencia y cuál es su plan para alcanzarlos?

–Sigo creyendo que Chile es un país muy clasista, que segrega y divide segmentariamente, que existe una monstruosa desigualdad. Donde yo vivo hay una carretera privada que pasa por el centro de la ciudad. Entonces los que tienen recursos usan una carretera y los que no tienen usan otra, repito, en el centro de la ciudad. Es un síntoma del sistema de convivencia de la sociedad chilena y para cambiarlo hacen falta políticas públicas. Yo sueño con un país donde todos los hijos de los chilenos tengan la misma educación que los hijos de los diputados. Para lograr eso propongo tres caminos. Primero, una reforma política para acabar con el sistema monárquico, borbónico y colonial que rige en nuestro país. Segundo, una revolución en la educación. Tercero, una reforma tributaria para que el que tiene más pague más y el que tiene menos pague menos. Si estas reformas se implementan podríamos empezar a remediar el rumbo.

–¿Cuáles serán sus primeras medidas si alcanza la presidencia?

–Primero revisar el sistema de información financiera. En fin, son varias cosas que hay que hacer pero te lo voy a resumir, te voy a dar los títulos: reforma tributaria y debate sobre la educación pública. Tú sabes que el año pasado se aprobó una ley que no es tan mala por lo que dice como por lo que deja afuera...

–Una ley que no dejó conforme a nadie.

–A los presidentes de los partidos sí, porque la votaron. Yo voté en contra. Es una ley insuficiente. No es mala por lo que dice, sino por lo que deja afuera. No se ocupa del rol del Estado en la educación. La otra medida tiene que ver con la reforma política: impulsar una ley para que los intendentes (el equivalente argentino a los gobernadores) sean elegidos por sufragio universal. En Chile los designa el Ejecutivo, un resabio colonial.

–¿Y los gobernadores?

–En Chile el cargo de gobernador es un cargo menor al de intendente. Yo creo que debe seguir siendo designado por el gobierno nacional, para mantener el sistema de seguridad nacional. Lo que propongo es un federalismo atenuado.

–Cuando Michelle Bachelet fue elegida muchos analistas dijeron que su mandato era cumplir con la deuda social que habían dejado los anteriores gobiernos de la Concertación, exitosos en el manejo de la macroeconomía pero no así en la distribución del ingreso. ¿Considera que esa deuda fue pagada por el gobierno de Bachelet?

–No. Se comenzó con la reorientación de las políticas públicas por un vector sano, que son las políticas públicas para el sistema de previsión social. Pero falta. Por eso propongo la reforma tributaria como paso sustantivo para el desarrollo para crear y distribuir riqueza. La riqueza creada es más fácil de distribuir que la riqueza heredada y a la Concertación le ha costado muchísimo crear riqueza. Los índices muestran que se ha bajado la pobreza, pero esos datos omiten el debate sobre la desigualdad, que son dos temas distintos y aunque aparezcan relacionados, son problemas distintos. Se habla de un tremendo avance contra la pobreza, pero se habla poco de la vulnerabilidad. Tú puedes tener recursos, un auto por ejemplo, y al mismo tiempo una vulnerabilidad enorme. Si tienes auto no figuras como pobre en las estadísticas, pero quizás ese auto te lo compraste en mil cuotas y no tienes cómo pagarlas, entonces eres vulnerable. Las estadísticas no miden mucho los niveles de vulnerabilidad, pero yo sé que hay demasiados chilenos en esa situación.

–¿Cuál es su propuesta para mejorar el acceso de los chilenos a la salud y la educación?

–Con respecto a la educación, existen problemas ideológicos y económicos. En el área de salud el problema es más bien económico. En la educación, el eje está puesto sólo en la demanda y no en la oferta. Para el Estado lo importante es garantizarle a tu hijo la libertad de elegir dónde va a estudiar. Este objetivo se prioriza por encima del deber del Estado de garantizar por ley la calidad de la educación de todos los chilenos. En Chile, para construir un hospital no se le pide permiso a la clínica privada que está en ese vecindario. La decisión se toma en base a una racionalidad sana. En cambio el dinero de la educación se reparte entre colegios públicos y colegios semipúblicos con subsidios privados. Estos colegios compiten con los colegios públicos por los fondos para llevar adelante el plan educativo por lo que impiden que impacte con toda su fuerza la racionalidad del Estado. Y esos colegios semiprivados no deben rendir cuentas al Estado por el principio de libertad de empresa que rige aquí. En Chile puedes ser dueño de un colegio privado y al mismo tiempo de un supermercado y de bar topless. Ese es el debate ideológico. Después está el aspecto económico. La subvención que recibe un colegio municipal es diez veces menor a lo que gasto en la educación de mi hijo. La distancia es exorbitante. Hay que inyectar más recursos en la subvención estatal y esos recursos se financiarían a través de la reforma tributaria, aumentando la presión en cuatro rumbos: uso de las hidrovías para el transporte de carga, la explotación del cobre, el mercado de los vicios, o sea tabaco y alcohol, y el gravamen a las herencias. La reforma tiene muchos aspectos, no te voy a aburrir, pero el objetivo no es sólo aumentar la recaudación tributaria, sino también combatir la elusión.

Con respecto a la salud, existen dos grandes sistemas, uno público y otro privado. La mitad privada atiende al 20 por ciento de la población, mientras que la mitad pública a más del 60 por ciento. No existe un fondo solidario para remediar esa desigualdad. Yo, que soy un ejemplo de privilegio, por ser diputado ingresé al sistema privado. Puedo usar vouchers para atenderme donde yo quiera. Y ahí está el aspecto ideológico. Una de las herencias de la dictadura es que en Chile se privilegió al individuo y a la libertad de elegir. Pero esto no sucede en todos los planos. En el sistema previsional no hay libertad de elegir, hay que afiliarse a las AFP privadas. O sea, lo de la libertad de elegir se cumple donde les conviene a los que hacen el negocio. En el sistema de salud lo que hace falta es un mecanismo solidario de asignación de recursos.

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