EL MUNDO › OPINION
› Por Juan Gabriel Tokatlian *
Un golpe de Estado ha sido y es un golpe de Estado. Lo que ocurrió el 28 de junio pasado en Honduras lo fue. Lo que se consumó con la decisión del Congreso hondureño del 2 de diciembre fue la ratificación de un golpe de Estado.
América latina se mostró unida al principio de esta situación: todos los países se pronunciaron contra ese tipo de neo-golpismo regional. La comunidad internacional pareció acompañar a la región en su frontal repudio a los golpistas. Sin embargo, la ambigüedad inicial de Estados Unidos y la posterior aceptación resignada del statu quo golpista facilitaron lo que no dudamos en llamar el primer golpe exitoso del siglo XXI en nuestro continente. A ello siguió la fractura diplomática en la región y el pálido desdén europeo frente al hecho consumado. En ese sentido, advertimos que se ha abierto una Caja de Pandora que se creía cerrada y sellada: la tentación neo-golpista en América latina podría crecer y con ello se podrían fragilizar aún más situaciones institucionales en el área.
El golpe en Honduras demanda dos tipos de reacciones, una inmediata, la otra de largo aliento. La reacción inmediata debería consistir en una Cumbre Extraordinaria de los países del Cono Sur para fijar una posición común frente al tema. Esta posición debería, a su vez, estar respaldada por una opinión consultiva del Comité Jurídico Interamericano, órgano de la OEA que recientemente ha incorporado en su agenda de trabajo las implicaciones jurídicas de la Carta Democrática Interamericana. Finalmente, Brasil y México, que compartirán en breve asientos en el Consejo de Seguridad de la ONU, deberían elevar la cuestión de Honduras al seno de dicho Consejo como problema que puede poner en riesgo la paz y la seguridad en la región. La reacción de largo aliento debería llamar a una reflexión sustantiva por parte de nuestros líderes sobre cómo anticipar y encarar un golpe de Estado y cuál puede ser una hoja de ruta que nos diga qué hacer para evitar el neo-golpismo y cómo restaurar la democracia en un país que sufrió un golpe de Estado, civil o militar. Solamente una sociedad regional fuerte, multilateral y democrática podrá resolver estas situaciones y evitar decisiones unilaterales de propios y ajenos.
* Con Vicente Palermo, María Matilde Olier, Guillermo Rosenwurcel, Carlos Mundt, Antonio Camou, Federico Merke y Daniel Muchnik, miembros de la Mesa Coordinadora del Club Político Argentino.
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