EL MUNDO › REPORTAJE A LA CANDIDATA DEL FRENTE AMPLIO ANA OLIVERA
Fue funcionaria de Tabaré cuando él era intendente de la capital uruguaya. Habla de continuidades con lo comenzado en esos años y de los muchos cambios que faltan hacer. Y de la democracia hacia adentro del partido.
› Por María Laura Carpineta
Ana Olivera combina la pedagogía de sus años de profesora de secundario y el fuego y la convicción de sus casi 40 años de militancia política, primero en Tupamaros y luego dentro del Partido Comunista (PC). Sin maquillaje que disimule su cansancio después de un día de entrevistas y charlas ininterrumpidas, se larga a hablar emocionada y es casi imposible pararla. Si las encuestas no mienten, el próximo 9 de mayo se convertirá en la primera intendenta de Montevideo. “Algunos no se acuerdan lo que era Montevideo hace 20 años. Recibimos un Montevideo en el que estaba todo por hacer”, recordó la candidata, sobre el primer gobierno municipal del Frente Amplio (FA), liderado por un entonces joven Tabaré Vázquez.
A los 57 años, Olivera trabajó diez en el gobierno municipal como directora de Descentralización y en 2005, cuando Vázquez asumió como presidente de la Nación, fue nombrada como la número dos del Ministerio de Desarrollo Social. A pesar de las críticas de su partido y su entorno político a algunas iniciativas del primer gobierno del Frente –el veto a la legalización del aborto y los intentos por firmar un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos–, Olivera no puede evitar sonreír cada vez que habla de “Tabaré, el militante frenteamplista”.
Ayer por la tarde la dirigente uruguaya, acompañada por el candidato del FA a la intendencia de Canelones, Marcos Carámbula (ver recuadro), se reunió con un grupo de dirigentes de centroizquierda argentino en el Centro de la Cooperación Cultural. Los diputados nacionales Martín Sabbatella y Carlos Heller, el legislador porteño y nieto recuperado Juan Cabandié y el secretario general del PC argentino, Patricio Echegaray. Unos minutos antes, Página/12 habló con ella sobre los logros y las deudas que aún quedan en Montevideo y en el resto del país.
–¿Qué cambió en Montevideo después de 20 años de gobiernos frenteamplistas?
–¡No me alcanza toda la tarde! Lo que vemos en esta campaña es que muchos de los montevideanos que van a votar el 9 de mayo no se acuerdan de lo que era Montevideo hace 20 años. Algunos ni siquiera habían nacido en ese momento. Pero los que sí nos acordamos sabemos que recibimos un Montevideo en el que estaba todo por hacer. Nosotros propusimos en 1989 un proceso de descentralización de servicios y de participación ciudadana, que los montevideanos dejaran de ser constituyentes para ser ciudadanos. No pudimos llevarlo adelante todo lo a fondo que queríamos.
–¿Con qué Montevideo se habían encontrado en 1989?
–Recuerdo que las primeras medidas que tomó el entonces intendente Tabaré Vázquez fueron muy concretas: la erradicación de los basurales, descenso del precio del boleto, la mejora del alumbrado público..., nadie se acuerda, pero hace 20 años las comisiones barriales tenían que comprar las lamparitas y cambiarlas cada vez que se quemaban. Hoy el alumbrado es íntegramente municipal. Tampoco nadie se acuerda de que en la mayoría de las playas nadie se podía bañar porque estaban contaminadas. Hoy nuestras playas son un orgullo. A estos temas más tradicionales nosotros le agregamos el desarrollo de las políticas sociales, las políticas de género y hacia los jóvenes.
–¿Cuáles son los reclamos en esta campaña?
–Los montevideanos consideramos –y con esto me incluyo– que la ciudad está sucia. Nosotros queremos una Montevideo turística, una Montevideo capital del Mercosur y para eso tiene que estar limpia. La gente también está pidiendo transformaciones en el transporte público, algunas que ya se están haciendo y terminarán en 2012. A partir de los cambios impulsados en 2005, especialmente la promoción del transporte público, y con el aumento del empleo, los ómnibus volvieron a llenarse en la ciudad. Hoy los montevideanos quieren más y mejor transporte. Tenemos que informatizar todo el sistema y crear terminales de trasbordo de pasajeros para las líneas locales que llegan a los lugares más alejados del departamento.
–Todas las encuestas la dan como favorita. ¿Cómo ve el escenario en el resto del país de cara a las elecciones de mayo?
–Yo no creo que ningún departamento esté asegurado. Lo importante no es eso, sino que en cada departamento el resultado refleje un amplio respaldo al gobierno nacional.
–En estas elecciones se votarán por primera vez alcaldes. ¿Qué efecto tendrá para el país?
–Va a ser absolutamente renovador. A partir de la próxima elección, Uruguay va a tener gobiernos locales electos, con presupuestos aprobados y que tienen la obligación de presentar su plan departamental de consulta a la ciudadanía. En el caso de Montevideo, con los 20 años de gobierno, va a permitir que entre aire por las ventanas, por las puertas, por todos lados. Va a mover la estructura central. Por más que uno le imprima los valores de un gobierno de izquierda, a veces se necesita un poquito de ética, ponerle un poquito de sal, de competencia.
–Su partido y el Ministerio de Desarrollo Social fueron muy críticos con el presidente Vázquez en algunos temas, especialmente el aborto y el acercamiento comercial a Estados Unidos. ¿Usted mantendrá esta línea ante el gobierno de Mujica?
–No es una cuestión personal. Creo que esas cosas hay que vivirlas sin dramatismo. De hecho Tabaré lo vivió sin dramatismo porque sabía que había un montón de personas y sectores que no iban a avalar, por ejemplo, el veto a la ley de salud reproductiva. Uno tiene que saber que existen las medidas programáticas, que a pesar de que a mí no me gusten fueron acordadas por el Frente, y las otras medidas que tienen que ver con la impronta personal o principios de quien está liderando. En este último caso es legítimo y hasta saludable dar la opinión.
–En ese caso le pregunto su opinión sobre la relación con Argentina. Mujica ha enviado algunas señales contradictorias. ¿veremos pronto un acercamiento concreto?
–Lo que puedo decir es que hay una clara voluntad de encontrar una salida. El presidente lo manifestó en su asunción, se trata de pueblos hermanos y tenemos que encontrar una solución. Tardaremos un poquito más o un poquito menos, pero tenemos que solucionarlo.
–¿Este segundo gobierno del FA tiene más margen político para introducir cambios que el anterior?
–Hay objetivos claros que no podían plantearse en los cinco primeros años, por ejemplo la erradicación total de la pobreza y la disminución cada vez mayor de la desigualdad. Ese proyecto, que tiene que ver con la redistribución de la riqueza, tiene ahora las condiciones para llevarse adelante. Durante los primeros cinco años hubo una mirada estratégica; hay proyectos a 30 años. La vida nos demostró que Uruguay no entra en crisis, que los sectores que siempre sintieron las crisis en nuestros países, esta vez no la sintieron en Uruguay porque habíamos preparado un colchón de seguridad social. Hay miles de políticas y cambios que demuestran que el gobierno de Tabaré fue un gobierno de izquierda. Nuestra fuerza tiene algo muy positivo y es que sus líderes han sabido decir, cuando era necesario: cambié de opinión.
–El FA fue oposición durante 35 años, ¿gobernar el país modificó algunas de sus opiniones?
–Algunas... pensábamos que los problemas con los que nos íbamos a encontrar eran menos. Tuvimos que implementar medidas sin planificar porque no teníamos información. Antes creíamos que Uruguay estaba sobrediagnosticado, pero lo que estaba era sobreconsultado (risas). A la luz de cinco años de gobierno hay cosas que hubiéramos hecho distinto. Mucha gente nos dijo: no se pongan la vara tan alta en algunos temas porque no van a poder. Bueno... uno es terco.
–¿La anulación de la Ley de Caducidad fue uno de esos temas?
–Fue una gran frustración. El 25 de octubre no sentimos dolor porque no habíamos ganado en primera vuelta, no. Sentimos dolor porque habíamos perdido esta lucha.
–¿Los sorprendió?
–Yo creía que ganábamos. Los jóvenes estaban más convencidos aún. En ese momento, en el medio del fragor, pensamos que finalmente lo íbamos a conseguir. Nos equivocamos.
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