Sáb 03.04.2010

EL MUNDO  › OPINIóN

Propaganda refinada

› Por Robert Fisk *

Es refinada, impresa en papel brillante y elocuentemente árabe, pashtún y dari; desborda disidencia contra las fuerzas estadounidenses y de la OTAN y Afganistán. Es el nuevo estilo de propaganda del talibán: no se trata sólo de videos en Internet, de atentados contra las fuerzas occidentales en Helmand y Kandahar, sino de revistas producidas profesionalmente con artículos sobre las operaciones de “martirio” del talibán y los nombres de sus combatientes muertos. Por primera vez, la frase hecha “una máquina publicitaria bien aceitada” es correcta.

Nureddin, o Abu Ahmed, como prefiere ser llamado para que se sepa que él es el padre de Ahmed, es uno de los creadores de la revista Al Samoud, cuya traducción aproximada es “Resistencia” o quizá “¡Atentos!”. La portada más reciente de la revista mensual talibán ostenta fotografías del rostro sombrío del general Stanley McChrystal, el comandante de Estados Unidos en Afganistán con el titular: “Una sorpresa espera a nuestro enemigo en Helmand”. En páginas interiores, un editorial pregunta: “¿Es la batalla en Marja tan decisiva como dicen?”, y un artículo sobre las muertes de la guerra es acompañado por una fotografía color de un convoy militar británico atravesando la aldea de Wootton Basset.

Abu Ahmed es originario de la provincia afgana de Logar, pero su árabe es fluido y sus argumentos contundentes. Señala que “en Occidente dicen que tienen libertad de expresión, ¿por qué no habríamos de tenerla nosotros?”. Charlamos durante una comida en que tuvimos la extraña compañía de tres garzas rosadas y un pavo real que se pasean por el jardín de un restaurante de Islamabad conocido por su cocina afgana, tadjika y uzbeka que él propuso para reunirnos. Llevaba una túnica y gorro blancos y una barba cuidadosamente peinada.

Los anteojos le dan aspecto de estudiante y sus argumentos son de un humor negro excepcional. Cuando le pregunté por qué no producir una edición en inglés de Al Samoud y venderla a los 150 mil hombres de la OTAN desplegados en Afganistán, negó con la cabeza y respondió: “Ellos lo ven todo en vivo y no tendrían tiempo de leer la revista porque están demasiado ocupados luchando por sus vidas”.

Al Samoud y las otras tres revistas de los talibán en lengua pashtún y dari son el bimestral Morchel (“Trinchera”), Saraq (“Flama”) y Shahamak (“Dignidad”), que evidentemente se producen en rotativas muy modernas cuya ubicación Abu Ahmed no quiso revelar. Le digo que sospecho que están hechas en Pakistán, y en respuesta me dirige una mirada amenazadora. Las cuatro publicaciones comparten dos características: su obsesivo cuidado con los detalles y que usan el nuevo nombre del talibán. El grupo ahora se autodenomina el “Emirato Islámico”. Ese era el nombre original del país que el talibán gobernó hasta 2001 y el retomarlo es un intento por liberarse de los ladrones y mafiosos con los cuales se relaciona a los talibán de Afganistán, pero que nada tienen que ver con el Islam o la hostilidad hacia las fuerzas occidentales en el país, según mi entrevistado.

Al Samoud se describe como “la revista mensual islámica publicada por los medios del Emirato de Afganistán” y es distribuida por el talibán a todos los países del golfo árabe.

Abu Ahmed está convencido de que las revistas del “Emirato Islámico” continuarán debido a su aceptación después de que las fuerzas occidentales salgan de Afganistán. “Siempre que tenemos noticias, no nos apresuramos a imprimirlas”, dice. “Siempre corroboramos con nuestras fuentes en las distintas provincias. La mayoría de nosotros somos jóvenes, con distintos empleos tanto en las alas políticas como armadas de nuestra organización, si bien no somos combatientes. Como usted sabe, los medios son controlados por Occidente, por lo que decidimos contrarrestar su propaganda. Desde luego, también seguimos todos sus movimientos militares, averiguamos detalles sobres sus operaciones, ataques y lo que planean hacer es de mucho interés para nosotros.”

El sitio de Internet del “Emirato Islámico” y “radio Shariah” también son parte de la máquina de propaganda de Al Samoud con programas de nota dura que intentan apelar a quienes viven en zonas rurales del país.

“Hemos constatado que los afganos aprenden por sí solos a interesarse en la situación”, señala. “Nuestros sitios web son hechos por profesionales. Los estadounidenses los han tratado de bloquear varias veces usando distintos ‘candados’ en Afganistán y otras zonas, pero siempre logramos deshacer sus obstáculos.”

Abu Ahmed admite que el analfabetismo es un problema mayor y no menciona, desde luego, que el talibán contribuyó a ello al prohibir a las mujeres el acceso a la educación, pero asegura que los afganos que saben leer transmiten a sus familiares la información de las revistas. Afirma que hay mujeres involucradas tanto en la producción de las revistas como en la lucha armada.

“Desde nuestro punto de vista, una mujer es propiedad de una persona. Si es mi esposa, me pertenece. Pero hay mujeres limpiando las kalashnikovs, cargando municiones. En Kandahar transportan minas bajo sus burkas, porque ahí no pasan revisión”, dice.

Al Samoud de muchas formas remeda la propaganda occidental. Por ejemplo, se informa que según el “comando militar” de Helmand, “los mujaidines (soldados sagrados) combaten al enemigo en Marja con el espíritu en alto”. La más reciente edición trae como reportaje especial el 20º aniversario de la retirada soviética de Afganistán, una entrevista con el comandante rebelde, Kalaluddin Haqqani, y un artículo sobre la práctica estadounidense de torturas con perros, como se hizo en la prisión de Abu Ghraib. Otra nota afirma que las mujeres soldado estadounidenses son usadas para abusar de prisioneros talibán y humillarlos.

Hay cientos de semblanzas de “mártires” talibán y en ellos se identifica, por primera vez, con nombre y fotografía, a quienes han muerto en combates con la OTAN. Saal Haq (cuyo nombre de guerra era “Jenaan”), por ejemplo, murió víctima de una represalia por un ataque contra los cuarteles de la OTAN en Kandahar, el 20 de marzo de 2008. Mullah Abdel Manon murió el 14 de septiembre del mismo año en una “acción de martirio” contra el mismo “fuerte de los cruzados”. Maulawi Abdul Salam murió el año pasado durante un ataque contra “el cuartel de Zaal en Moudiriya”.

Inesperadamente, Al Samoud me da los nombres del consejo editorial. Hamidullah Amin es “el presidente del consejo” y Ahmed Shah Halim es el editor en jefe a quien le reportan los periodistas Ikram Maiwandi, Salahedim Momand y Arfan Balchi. El periodista paquistaní Rahimullah Yusufzai es quien funge como supervisor de la propaganda que se publica. “Las revistas y sitios web están dirigidos a diferentes públicos”, señala. “La consigna es hablar de nuestros logros en el campo de batalla para impresionar a nuestros donantes. Los artículos no solían ser muy buenos, pero han mejorado tremendamente. Ahora están muy bien escritos aunque, desde luego, sólo desde un punto de vista. Hoy en día, las revistas hasta contienen poesía”, afirma Abu Ahmed.

El ala del talibán dedicada a la propaganda se autoproclama “departamento de información y cultura” y está encabezado por Abdul Hai Mutmaink, originario de Zabul. Alguna vez él fue el jefe del “departamento de información” en Kandahar, región en la que, si bien no llegó a ministro, llegó a ser muy cercano al líder Mullah Omar.

“Los estadounidenses dicen que vinieron a salvar a Afganistán de la guerra, pero esta guerra sólo devora a nuestros civiles. Los estadounidenses vienen en sus aviones y matan a civiles. Los estadounidenses lo ven todo desde el cielo y seguramente no distinguen entre dos o tres autos de civiles y blancos militares. Esto quiere decir que: o lo están haciendo deliberadamente, o bien no saben combatir.”

Mientras el pavo real del jardín trata de atacar los restos de nuestra comida, Abu Ahmed añade su advertencia personal: “¿Mi padre y mi abuelo me decían ‘tienes que luchar contra los rusos’. Ahora yo le digo a mi hijo: ‘debes combatir a los estadounidenses’. Lo primero que les enseñamos a nuestros hijos es Alá; lo segundo es luchar contra Estados Unidos. En cuanto a los británicos, están cometiendo los mismos errores que antes, por lo que sufrirán un segundo Maiwand”. En la segunda guerra de Afganistán, fuerzas locales liquidaron al ejército inglés en Maiwand.

Abu Ahmed me confía, después de todo lo dicho, que su hijo tiene sólo tres años. Le pregunto si cree que para cuando él crezca todavía habrá fuerzas de la OTAN en Afganistán. Me responde con una sonrisa tensa y las cejas levantadas. Sospecho que quiso decir que las fuerzas de Occidente aún estarán aquí.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

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