EL MUNDO › CRISIS POLíTICA EN LA EX REPúBLICA SOVIéTICA DE KIRGUISTáN
El presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyeh, huyó en un avión luego de que la policía reprimiera el levantamiento en las calles, con un saldo de al menos 47 muertos. Ayer se había establecido un gobierno de “confianza popular”.
En medio de la confusión, la sangre y los gritos de victoria en las calles, el presidente de Kirguistán, Kurmanbek Bakiyeh, huyó del país a bordo de un avión. Al cierre de esta edición, no se conocía su destino final ni quién escapó con él. Lo único seguro era que la oposición, después de casi 48 horas de manifestaciones y represión, controlaba el gobierno y –aún más importante– las calles del pequeño país asiático. Según un responsable del Ministerio de Salud, al menos 47 manifestantes murieron ayer y más de 400 personas, entre opositores y miembros de las fuerzas de seguridad, resultaron heridas. Anoche se había establecido un nuevo gobierno de “confianza popular”, a cargo de la ex ministra de Relaciones Exteriores Rosa Otunbaieva. Estados Unidos y Rusia esperaban atentos la nueva dirección del país. Las dos potencias tienen bases militares en el territorio, a menos de mil kilómetros de Afganistán.
La popularidad de Bakiyeh venía en baja desde el año pasado, cuando la oposición y la Unión Europea condenaron los comicios que le dieron la reelección. Según los observadores electorales, había existido fraude. Sin embargo, Bakiyeh asumió y profundizó el nepotismo, el acoso a la oposición y el aumento de la pobreza. En menos de seis meses, el número de líderes asesinados ya superaba la docena. Todas las sospechas apuntaban a los cuerpos de seguridad estatales, controlados por el hermano del presidente, Shanysh Bakiyeh. El otro familiar del mandatario que estaba en la mira era su hijo, y artífice del modelo económico, Maxim Bakiyeh.
La historia de Kirguistán es muy similar a la del resto de las ex repúblicas soviéticas. Consiguieron la independencia tras la caída de la URSS, pero después de los primeros años de promesas de apertura democrática y prosperidad, cayeron presas de gobiernos corruptos y autoritarios. Kirguistán, como Ucrania y Georgia, tuvo su revolución en 2005; se la conoció como la Revolución de los Tulipanes. Hartos de la corrupción, el nepotismo y la pobreza, los habitantes se levantaron contra un gobierno que ya no los representaba y se perpetuaba en el poder a través del fraude electoral. Bakiyeh fue parte de esa revolución, pero sólo por un tiempo.
Según las cifras que difundían ayer los dirigentes opositores a través de blogs y Facebook, durante sus cuatro gobiernos la situación empeoró. Hoy más de la mitad de los 5,3 millones de habitantes viven debajo de la línea de pobreza. Por eso, el martes la oposición comenzó a organizar asambleas en todo el país. El objetivo era uno solo: conseguir la renuncia de todo el gobierno.
Era una tarea titánica, pero la policía ayudó. Ayer a la mañana arrestó a algunos de los máximos dirigentes de la oposición, lo que provocó una reacción inmediata. En el oeste del país, en la ciudad de Talas, una multitud atacó al ministro del Interior, que se encontraba de visita. Anoche aún no se sabía si había podido sobrevivir.
La ira de los opositores se propagó rápidamente hasta la capital, Bisbek. Primero fueron contra el edificio de la Fiscalía Nacional. Rompieron las puertas, liberaron a sus líderes y luego lo prendieron fuego. Después fueron contra el Palacio Presidencial y el Parlamento. Mientras intentaban romper los portones, la televisión pública, que había dejado de trasmitir, reanudó su emisión. Un grupo de opositores y militantes de derechos humanos tenía la palabra. Anunciaron que el presidente había renunciado y un nuevo gobierno se había formado.
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