EL MUNDO › LAS MEMORIAS DEL EX PRIMER MINISTRO BRITáNICO PINTAN PARA BEST SELLER
En uno de los tramos más jugosos de sus memorias, Blair reitera que no se arrepiente de la decisión de invadir Irak en 2003, pero reconoce que en los escenarios de la posguerra que elaboró no anticipó “el papel de Al Qaida ni de Irán”.
› Por Marcelo Justo
Desde Londres
Es el evento editorial del año y un intento de fijar la historia para siempre con su propia versión sobre 10 años de gobierno, dominados por la polémica que generaron la invasión de Irak y el interminable conflicto con su ministro de Economía y posterior sucesor en el cargo, Gordon Brown. Sobre ambos temas A Journey, el viaje de Tony Blair, da suficientes datos como para convertirse en uno de los best sellers del año.
En sus memorias Blair reitera que no se arrepiente de la decisión de invadir Irak en 2003, pero reconoce que en los escenarios de la posguerra que elaboró no anticipó “el papel de Al Qaida ni de Irán”. El ex primer ministro señala que aún hoy el conflicto le produce “angustia” y una “tristeza que va más allá de la descripción convencional o la compasión que se siente al escuchar noticias trágicas”. A pesar de ello se manifiesta convencido de que haber dejado a Saddam Hussein en el poder era “un riesgo de seguridad mucho mayor”. Su Je ne regrette rien sobre la guerra, incluye esta asombrosa aseveración. “No pude satisfacer a algunos de mis simpatizantes a quienes les gustaría que yo dijera que fue un error, pero de buena fe. Amigos que se opusieron a la guerra piensan que soy un obstinado. Otros, menos amistosamente, piensan que deliro. A todos les digo: no se cierren a otras interpretaciones”, dice en su libro.
En cuanto a Gordon Brown, A Journey deja en claro la fuerte ambivalencia que ha marcado la relación de los dos fundadores del Nuevo Laborismo. Blair alaba la capacidad analítica de su ex ministro de Finanzas, a quien califica de “fuerte, capaz y brillante”, pero lo crucifica diciendo que su inteligencia emocional era “cero”.
Lo acusa de extorsión política, le quita la paternidad de la autonomía del Banco de Inglaterra, una de las primeras medidas de gobierno en 1997, y le reprocha haberse alejado del camino del Nuevo Laborismo conduciendo el partido a la derrota. “¿Era difícil, exasperante y enloquecedor?”, se pregunta. Con un rotundo “yes” deja en claro que la pregunta es puro recurso retórico. Según su versión de los eventos, Blair sabía que Brown sería desastroso como primer ministro y que no le daría al laborismo otra victoria en las elecciones de 2010. La larga batalla que comenzó en los ’90, antes de que Blair asumiera como líder del partido, sigue mucho después de su renuncia y la de su sucesor.
En las memorias el ex primer ministro reconoce que en los últimos años de gobierno la presión laboral, las tensiones sobre Irak y su relación con Brown lo hicieron consumir más alcohol “de lo aconsejable”. Esta dosis de consumo para bajar los decibeles de tensión diaria se componía de whisky y gin de aperitivo, rociado por varias copas de vino durante la cena. “No un exceso terrible. Yo mismo tenía un límite. Pero era consciente de que se había convertido en un apoyo”, reconoce.
El lanzamiento de las memorias coincide con el inicio del proceso de elección del nuevo líder del Partido Laborista, después de la renuncia de Gordon Brown a raíz de la derrota del 6 de mayo. El proceso dura tres semanas, pero los dos principales candidatos, los hermanos Ed y David Miliband, representan la corriente brownista y blairista. Blair declinó apoyar a uno de los candidatos en una entrevista con la BBC, televisada anoche, para coincidir con la publicación del libro, pero es un secreto a voces que su favorito es David Miliband. En otras palabras, la guerra Blair-Brown sigue hoy por otros medios.
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