EL MUNDO › MAS DE 8000 EMIGRARON A LAS COSTAS ITALIANAS EN LAS ULTIMAS SEMANAS
Muchos de los refugiados libios, egipcios y tunecinos eligen para escapar los puertos de Túnez. Lampedusa es la isla italiana más cercana, así como lo es Pantelería. Berlusconi usa la táctica de crear pánico.
› Por Elena Llorente
Desde Roma
Son cientos, miles, y se esperan muchos más. En estas últimas semanas, más de 8000 desesperados, desterrados por el hambre y el miedo a la guerra en el Norte de Africa, se lanzaron hacia las costas italianas. Sólo el lunes llegaron más de 1000, en la madrugada de ayer cerca de 300.
La mayoría de ellos parten de Túnez, de puertos como Djerba, Sfax y Zarzis, pero no son todos tunecinos sino también libios y egipcios que trabajaban en Libia y que ahora no tienen cómo ganarse el pan para enviar a sus familias.
En los pasos fronterizos entre Libia y Túnez son acogidos con solidaridad, dicen los testigos. Pero después cada uno se tiene que arreglar solo si quiere ir a su casa o a otra parte, porque de hecho Túnez –que sale de una revolución pero que aún no ha encontrado su camino de estabilidad– tampoco está en condiciones de ofrecer mucho más. Los prófugos que han salido de Libia son cerca de 150.000, según el Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados.
Muchos de ellos eligen para escapar los puertos tunecinos. Llegan desesperados, arrastrando alguna valija embarrada y desvencijada que terminan abandonando muchas veces, hambrientos, muertos de sed y de frío, para partir como sea, pagando tal vez algunos cientos de dólares o de euros, para que los lleven sin preguntar nada, hacia Europa. La mayoría son hombres, pero de vez en cuando aparece alguna mujer y hasta niños que se aprietan a las faldas de sus madres. Y sin decir nada se amontonan en viejas barcazas de pescadores que en poco más o menos de 24 horas de navegación, si el mar está tranquilo, los acercan a las costas italianas. Lampedusa es la isla italiana más cercana a Túnez, pero también lo es Pantelería.
Vistos desde el aire por los aviones de la Marina italiana o detectados por los radares o por las naves de la Guardia Costera, comienza la operación “rescate”. La nave italiana se acerca a la barcaza y habla a los inmigrantes a través de un altoparlante, en su idioma. Les pide que se queden tranquilos, que no se muevan ni se pongan de pie para no correr el riesgo de que la barca pueda darse vuelta. Y así los escolta hasta el puerto de Lampedusa, donde son recibidos y asistidos por los médicos y enfermeros del llamado Centro de Recepción. Atemorizados, tratan de quedarse en el montón cuando las autoridades del puerto les piden los documentos. La mayoría de ellos no los tienen. Y aunque los tuvieran, pueden ser considerados inmigrantes ilegales según los casos.
En este centro de Lampedusa caben cerca de 850 personas pero cada día se llena y deben ser derivados a otros lugares de acogida que se han ido creando, como uno en Crotone, al sur de Italia continental, y otro sobre un “traghetto”, un barco de pasajeros de grandes dimensiones que se encuentra anclado en Puerto Empédocles, en Sicilia. La misma capital italiana ha hecho saber que a través de su municipio y de organizaciones de solidaridad como la católica Cáritas, tiene a disposición unas mil camas para recibirlos.
“En un mes han llegado más inmigrantes que en todo el año pasado”, grita Roberto Maroni, ministro del Interior del gobierno de Silvio Berlusconi. Pero en realidad el ministro, perteneciente al partido más discriminador –-por no decir racista– de la coalición de derecha del gobierno, la Liga Norte, olvida decir que 2010 fue el año que menos inmigrantes llegaron del Norte de Africa desde 2005: poco más de 4000. En 2009 habían sido más de 9000 y en 2008 casi 37.000, según la prensa.
“La llegada de los inmigrantes de Libia debe ser afrontada sin alarmismos y sin actitud de víctimas”, dice por su parte el presidente de la República, Giorgio Napolitano, un viejo comunista que reconoce sin embargo que se trata de un “problema europeo”.
“Se requiere un compromiso mayor de parte de la Unión Europea”, insiste Maroni, no sin subrayar algo que es cierto: Italia, como los demás países que dan sobre el Mediterráneo, son la frontera sur de toda Europa.
Pero aunque el problema existe, el tema de los inmigrantes –o “clandestinos”, como dice el ministro Maroni– está siendo exagerado y usado por la coalición gubernamental como un arma para distraer la atención del público y de la prensa de todos los problemas del gobierno.
Crear el pánico es una táctica que resulta casi siempre. Ya de por sí la gente está un poco desconcertada al no comprender cómo terminará el conflicto en Libia y ante la posibilidad de que el Mediterráneo se transforme en un nuevo campo de batalla. No provoca menos miedo el hecho de que Muammar Khadafi amenace con no respetar los acuerdos de control de la emigración firmados con varios países y liberar sus fronteras para que los nordafricanos invadan Europa. Y muchos italianos creen que los inmigrantes vienen a sacarles el trabajo...
Pero también es un arma usada por el gobierno para distraer la atención de todos los problemas personales de su primer ministro, en particular los cuatro juicios en su contra que se reabren en estos días, especialmente aquel por prostitución de menores o “caso Ruby” –la joven marroquí que habría tenido relaciones con Il Cavaliere cuando era menor de edad– que ha hecho perder popularidad al premier. De hecho, una audiencia judicial por el caso Mills prevista para el viernes es posible que no se lleve a cabo o lo haga sin el acusado, porque Berlusconi anunció que participará en Bruselas del Consejo Europeo que discutirá sobre la situación en el Norte de Africa.
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