Mié 13.04.2011

EL MUNDO  › LOS REBELDES RESISTEN LOS ATAQUES DE KHADAFI

En Misrata la lucha es mucha

› Por Kim Sengupta y Donald Macintyre *

Desde Misrata y Trípoli

La noche anterior la habían pasado debatiendo apasionadamente la nueva forma de una Libia democrática. Ayer estaban otra vez luchando ferozmente para mantener vivo el sueño de transformación, calle a calle, metro a metro, en el sangriento centro de Misrata. No hubo un descanso en la ferocidad y la intensidad de la lucha en esta ciudad que se ha convertido en el símbolo de desafío y determinación para la revolución. La breve calma de la mañana pronto se vio interrumpida por ecos de fuego de misiles de las fuerzas de Khadafi. La respuesta, largos estallidos de fuego de ametralladora, llegó pocos minutos después, seguida por un prolongado sonido de aviones en el cielo, una señal, quizá de que la OTAN está intensificando su campaña militar.

Pero la violencia verdadera sucede en el centro de la ciudad en la calle Trípoli, que se ha convertido en la arena donde los enemigos se enfrentan con implacable odio. Parte de la larga calle es un callejón de francotiradores del régimen, donde civiles, incluyendo unos cuantos niños, han sido muertos por las fuerzas del régimen. Otros tramos son una zona de fuego libre para ambos lados, donde los edificios cambian de mano cada hora. Omar Hassani está resignado. “Soy un arquitecto, no sé nada de estrategia militar. Estamos probando cosas y la mayor parte del tiempo funcionan”, dice. Sentado frente a un plato de spaguettis, Hassani trató de ser diplomático sobre sus aliados del este. “Creemos que ellos usan tácticas diferentes. También tienen lugares a donde ir, pueden regresar a Benghazi si es necesario, quizás a Tobruk”, dijo. “Aquí no tenemos elección. No hay a dónde ir, estamos entre Khadafi y el mar. Misrata es nuestro hogar. Si cae, Khadafi nos matará de todas maneras, así que tenemos que aprender a sobrevivir.”

La revolución de Libia en el oeste es distinta, no sólo en la aptitud para la lucha. Algunas de las quejas contra el régimen en el este son económicas, un profundo sentimiento de resentimiento por perder una parte de la riqueza petrolera que resultó en subdesarrollo. Misrata, la tercera ciudad de Libia a 240 kilómetros de Trípoli, ha sido relativamente próspera, con una fuerte tradición mercantil y uno de los más altos índices de alfabetismo del país. “No nos alzamos en Misrata porque somos pobres. Nos levantamos porque queremos libertad”, dijo Adbullah Mohammed, un ingeniero que regresó de Liverpool para unirse a la revolución.

Misrata ha pagado un alto precio por su acto de rebelión. Los edificios alrededor de la ciudad han sido destruidos por armas pesadas. Los muertos llegan a 600 y los heridos a 3000.

En un tranquilo suburbio residencial de Trípoli, el activista libio cincuentón que quiere la caída de Khadafi se pregunta si no debe tratar de abandonar el país por un tiempo. No es un hombre con quien se puede uno reunir fácilmente. Trípoli es el bastión del líder libio. Dice que son los arrestos de opositores uno de los motivos por los que se pararon las manifestaciones. El otro es la imposibilidad de coordinar cuando se cerró Internet en la ciudad y los llamados a/o de celulares pueden ser monitoreados. Y, por último, están los informantes. Nuestro contacto especula que un 25 por ciento de la población en Trípoli apoya a Khadafi, mientras que un 50 es opositora y otro 25 por ciento tiene miedo y son analfabetos.

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.

Traducción:Celita Doyhambéhère.

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