EL MUNDO › OPINIóN
› Por Norberto R. Méndez *
Se dice que la guerra de Kosovo de 1999 fue la primera conflagración en la cual se puso en práctica el llamado Derecho Internacional Humanitario. En aquella ocasión, la OTAN intervino militarmente contra objetivos dentro de Kosovo y en toda Yugoslavia argumentando que el gobierno yugoslavo perseguía y eliminaba a los civiles kosovares de identidad albanesa. Poco tiempo bastó para que todo el mundo viera que los ataques de la organización militar europea sirvieron para aumentar el número de bajas entre los civiles y la estampida de miles de refugiados que huían de la masacre. Conviene recordar asimismo que los ataques de la OTAN significaron tomar partido por uno de los contendientes, el UCK (Ejército de Liberación de Kosovo), la guerrilla albanesa que atacaba los puestos de la Gendarmería y ejecutaba a funcionarios del gobierno de Yugoslavia.
Dada la unilateralidad de estos ataques, la OTAN fue muy criticada por la comunidad internacional, ya que había actuado sin el consentimiento de la ONU y burlado el derecho a la no intervención en los asuntos internos de los Estados. Por otro lado, quedaba al descubierto que el naciente Derecho Internacional Humanitario entraba en colisión con otros tradicionales derechos defendidos por la ONU, como los derechos humanos. De cualquier modo, la ONU terminó legitimando las medidas bélicas de la OTAN vía la Resolución 1244 del Consejo de Seguridad, la cual autorizó la ocupación militar de Kosovo e incluso la separación final de este territorio de Yugoslavia, aunque esa propia resolución detallaba taxativamente que esa ocupación temporaria no significaba desconocer la soberanía yugoslava. Como sabemos, Yugoslavia ya no existe, Kosovo alcanzó su independencia mediante elecciones organizadas por la ONU con el boicot de la población kosovar serbia.
Este caso es ejemplificador de lo que está sucediendo en Libia actualmente. La OTAN está atacando objetivos militares de las fuerzas armadas de Khadafi amparándose en el Derecho Internacional Humanitario (esta vez con la bendición de la ONU), que la habilita a proteger a la población civil de un estado cuyo gobierno reprime violentamente a opositores pacíficos. Sin embargo, lo que vemos es que la OTAN ha tomado partido por uno de los sectores de lo que constituye una verdadera guerra civil. Cualquiera puede ver por TV las imágenes tomadas por agencias internacionales que muestran a un bando armado que combate contra otro bando armado, los llamados rebeldes contra las fuerzas armadas del Estado libio. Si se considera a unos como combatientes por la libertad, no puede decirse que son población civil desarmada. Para peor, las muertes de civiles por “daño colateral” han aumentado a partir de los ataques occidentales, desvirtuando el propósito humanitario proclamado. Las mismas fuentes occidentales revelan que los disidentes libios no son muchedumbres pacíficas, como vimos en Túnez o Egipto, sino grupos heterogéneos que utilizan lanzamisiles, camiones artillados y otros medios de combate, supuestamente provistos por militares desertores y ahora por fuerzas especiales británicas y de la CIA.
Cabe comparar esta situación con las manifestaciones multitudinarias desarmadas que son acribilladas por los ejércitos de Arabia Saudita, Bahrein, Omán, Siria y Yemen, las cuales no reciben el amparo del Derecho Internacional Humanitario como lo interpreta la OTAN. Si el moderno Derecho Internacional Humanitario conlleva la violación de derechos humanos, entonces constituye un arma “jurídica” que los poderosos han naturalizado para justificar la intromisión lisa y llana en cualquier nación que resulte disfuncional a sus intereses.
* Profesor en la Carrera de Ciencia Política de la UBA.
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