Vie 15.04.2011

EL MUNDO  › POR PRIMERA VEZ SE MENCIONA LA POLITICA, PERO LOS MILITARES CENSURAN QUE SE HABLE DE SU GOBIERNO

La voz egipcia se queda en plaza Tahrir

El ejército, al mando del país, reprimió las últimas protestas. El viernes pasado, día de rezo, como todos los viernes, se registraron dos muertes y decenas de heridos. El romance entre el pueblo y los militares llegó a su fin.

› Por Carolina Bracco

Desde El Cairo

Desde que la gente perdió el miedo de hablar, y desde que los medios perdieron el miedo de dejar a la gente hablar, parece que todo el mundo tiene algo que decir en Egipto. Luego de 30 años de represión, censura y abandono, la voz egipcia se esparce como pólvora, prendiendo fuego a todo resabio del régimen anterior. Denuncias de corrupción y abusos de todo tipo impregnan las pantallas de televisores y computadoras. Por primera vez se habla de política. De política sí, pero del gobierno militar no.

El director de la Junta de Asuntos Morales del ejército egipcio, Ismail Mohamed Othman, en una carta fechada el 22 de marzo pasado a los editores de todas las publicaciones egipcias, exigió que “no se publique ningún tema (noticia, declaración, queja, foto o anuncio) concerniente a las fuerzas armadas o comandantes de las fuerzas armadas, sin consultar primero con dicho organismo y con los servicios de Inteligencia.

Por incumplir este “pedido”, el bloguero Mikel Nabil fue condenado a 3 años de prisión luego de ser juzgado en un tribunal militar por denunciar que el actual gobierno es la continuación del régimen corrupto y criminal de Hosni Mubarak el pasado el 11 de abril. Los últimos acontecimientos parecen darle la razón. El viernes pasado, como todos los viernes, se convocó a manifestarse en la plaza Tahrir luego del rezo del mediodía, esta vez bajo el nombre de “viernes de la purificación”, dado que la consigna del día era que se expulse del gobierno a los funcionarios del gobierno anterior todavía en el poder, y se enjuicie a Hosni Mubarak y a su familia por estafar al pueblo egipcio.

Dos días antes habían comenzado a circular por Facebook y YouTube dos videos en los que dos militares acusaban a sus superiores de corrupción, torturas, abuso de poder y convocaban a la destitución del gobierno militar, a iniciar investigaciones a los militares involucrados en casos de tortura y represión durante la revolución, a la creación de un gobierno civil y el enjuiciamiento de Hosni Mubarak. Ambos vestían sus uniformes y mostraban sus documentos de identidad, demostrando pertenecer a la fuerza.

Sumándose a ellos, un grupo de unos veinte militares “rebeldes” se sumaron a la manifestación del viernes, donde se vieron muchas banderas palestinas en solidaridad con el pueblo palestino ante los bombardeos israelíes de las últimas semanas.

En lo que en aquel momento muchos desearon, pero nadie preveía que sucedería, se hizo un juicio simbólico a Hosni Mubarak y se encerró un muñeco con su cara en una jaula de madera ante la ovación de los presentes. El espíritu de la revolución había vuelto a las calles. Cantos, banderas, gritos, carteles con diferentes demandas, discusiones espontáneas entre los manifestantes y hasta un grupo de militares, los “rebeldes”, que se abrazaban con los manifestantes y llevaban la voz cantante de las demandas.

La protesta era como siempre pacífica, había algunas voces que proponían ir hasta Sharm al Sheikh –ciudad donde estaba Hosni Mubarak con su familia– para buscar al ex presidente y reclamarle todo lo que se ha robado. De allí surgió, desafiando el toque de queda (ahora de 2 a 5 de la mañana), la idea de quedarse acampando en la plaza para continuar las protestas al día siguiente. Unas 5 mil personas –entre los que se encontraban los militares “rebeldes”– comenzaron entonces a organizarse –-armar carpas con plásticos, traer comida, hacer fuego para calentarse– cuando el ejército se hizo presente en la plaza con camiones y unos 300 efectivos, y comenzaron a abrir fuego contra los presentes y a golpearlos duramente cuando se cruzaban con ellos. Camiones militares circulaban rodeando la plaza a toda velocidad, encerrando a los que estaban dentro.

Desde las 3 hasta las 5.45 am, el ruido de tiros y gritos retumbaba en todo el centro de El Cairo, aterrorizando a los vecinos que, apenas salían a los balcones para ver qué sucedía, eran apuntados por los militares.

Los manifestantes respondieron con piedras e incendiando un camión militar y un colectivo. El saldo, según fuentes oficiales, fue de 71 heridos y 2 muertos, presuntamente militares rebeldes. En los corazones y las cabezas retumbaban los recuerdos de la revolución.

El gobierno militar, en un extraño comunicado publicado esa madrugada en su perfil de Facebook, negaba la existencia de heridos o detenidos, a la vez que también anunciaba que “no tolerará ningún acto de vandalismo o cualquier acto que vaya contra los intereses del país y del pueblo”.

El sábado, desde la mañana, se acercó más gente a la plaza trepando por los alambrados que ahora rodean la plaza, como en los días de la revolución. El romance entre el pueblo y las fuerzas armadas había llegado oficialmente a su fin. El domingo llegó a los medios un CD grabado con la voz de Mubarak en el que preguntaba al pueblo egipcio por qué le piden que devuelva su dinero si él no tiene nada más que lo que es suyo, que nunca ha tocado un centavo de los fondos del Estado, a la vez que increpaba a quienes lo acusaban. Entre lo bizarro y lo tragicómico, el mensaje aumentó la fuerza del reclamo y el lunes volvió a llenarse la plaza, esta vez en los alrededores, ya que el alambrado no permitía el ingreso a los manifestantes.

Mientras que la manifestación transcurrió sin incidentes el lunes, al día siguiente a la tarde, cerca de las 17, el ejército encerró a los manifestantes y nuevamente abrió fuego contra ellos, dispersándolos. Si bien no se registraron heridos, sí se detuvo a una cantidad indefinida de personas, entre los que se encuentran dos extranjeros que estaban sentados en un café cerca de la plaza Tahrir. Ese mismo día, Hosni Mubarak supuestamente sufrió un ataque cardíaco mientras era interrogado en Sharm al Sheikh por la muerte de manifestantes durante la revolución y diversos casos de corrupción. Luego de ser llevado al hospital de esa ciudad y comprobar que se encontraba bien, él y sus hijos Ala y Gamal fueron detenidos para ser juzgados ante un tribunal en El Cairo el próximo 19 de abril. Entre la algarabía y el desconcierto, comienza un nuevo viernes en el Egipto revolucionario, que no pierde la esperanza de ver realizado aquel sueño de libertad.

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