Lun 24.02.2003

EL MUNDO  › OPINION

Energúmenos

Por Atilio Borón *

En una nota aparecida en este mismo diario Tomás Abraham clamaba en contra de la frivolización de la anunciada guerra a librarse en suelo iraquí. Decía, con razón, que el pueblo iraquí será la gran víctima inocente de la agresión decidida por la Casa Blanca, como ya lo fuera durante la guerra del Golfo y el embargo comercial decretados por Bush padre, el cual, según Noam Chomsky, produjo centenares de miles de víctimas civiles en los años posteriores al bombardeo de Bagdad.
Sorprende, sin embargo, el remate de su artículo, cuando afirma que “(N)o tengo inconveniente en que el mundo sea supuestamente inequitativo y que Estados Unidos sí tenga misiles e Irak no”. Es sorprendente porque buena parte de las desgracias que se abaten sobre los pueblos del mundo tienen precisamente que ver con esa aberrante inequidad a la cual Abraham le brinda el inmerecido beneficio de la duda. ¿Supuestamente? Según las Naciones Unidas, cada día mueren a causa de la injusticia que prima en este planeta cien mil personas. Gente por cuya cotidianidad y pequeños proyectos Abraham se preocupa, con razón, pero que no llega al día siguiente porque mueren destruidos por el hambre y por enfermedades curables. Ningún supuestamente. La triste realidad del imperialismo en acción.
En su nota Abraham dice que no le preocupa que Estados Unidos tenga misiles “porque es una democracia bastante abierta, porque es una sociedad de mercado con la fragmentación de intereses correspondiente, porque hay tradición constitucional, pluralismo, etcétera. Mejor que los gases venenosos residan en un territorio así que en otro comandado por un energúmeno megalómano con su guardia pretoriana”.
Aquí es preciso, nuevamente, distinguir entre el discurso autojustificatorio de las clases dominantes norteamericanas y la realidad. ¿Democracia, en un país donde más de la mitad de la población adulta ni siquiera se molesta en registrarse para votar porque sabe que su voto no cuenta? ¿Democracia, cuando el que sale segundo en la votación popular (Bush en relación con Gore) resulta el ganador porque la Corte Suprema del estado que gobierna el hermano del segundo dice que se contaron mal los votos del primero y que ganó el que perdió? ¿Tradición constitucional? Seguramente, la que a más de cuarenta años demostró ser incapaz de resolver el asesinato de John F. Kennedy; o la que condenó a muerte a Sacco y Vanzetti; o la que convalidó las más de cien intervenciones militares norteamericanas en América latina y el Caribe; o la que cerró sus ojos ante la invasión de Playa Girón; o la que miró para otro lado cuando Nixon-Kissinger planearon el golpe de Estado en Chile; o la que convalidó el genocidio que se estaba practicando en varios países de América latina; o la que sigue justificando el criminal bloqueo de Cuba y los atentados terroristas en su contra, mientras convoca a librar una batalla final contra “el otro terrorismo”.
“Energúmeno: persona furiosa, alborotada, dominada por la ira.” ¿No fue acaso obra de energúmenos arrojar bombas atómicas sobre poblaciones civiles desarmadas en Hiroshima y Nagasaki? ¿O producir la insensata y fútil devastación de Vietnam y, después, de Irak? ¿No es propio de energúmenos crear monstruos como Saddam Hussein u Osama bin Laden, para utilizarlos como peones de su política mundial? ¿O debemos olvidarnos que a comienzos de los años ochenta Mr. Donald Rumsfeld, actual secretario de Defensa de Bush, fue en persona a Bagdad a supervisar el envío masivo de armas a Irak para combatir a quien entonces era visto como el gran Satán, el ayatola Jomeini? ¿No califica plenamente como energúmeno un sujeto que por buscar a un lugarteniente díscolo es capaz de arrasar un país como Afganistán? Y la nueva doctrina estratégica norteamericana, que se arroga el derecho a declarar unilateralmente una “guerra preventiva” contra cualquier gobierno u organización que “atente” contra la seguridad deEstados Unidos, ¿no revela que la Casa Blanca está ocupada por un “energúmeno megalómano”?
Es preciso, en consecuencia, hablar de la monstruosidad de esta guerra, de los indecibles sufrimientos que producirá al pueblo iraquí pero también de las motivaciones imperialistas que se ocultan detrás de esta masacre fríamente calculada. En su artículo Abraham se burla de quienes denuncian los sórdidos intereses que se mueven en Medio Oriente. Sería mejor que los tomase más seriamente en cuenta, si es que quiere entender las razones del holocausto que se avecina.

* Profesor titular de Teoría Política (UBA) y secretario ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso).

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