EL MUNDO › CIENTOS DE MILES MARCHARON DESDE DISTINTOS PUNTOS DE LA CAPITAL A LA ALAMEDA
Los ingeniosos carteles en contra del lucro en la educación o los que criticaban al gobierno se mezclaron con las banderas de las centrales de trabajadores y las insignias de los colegios y universidades.
› Por Christian Palma
Desde Santiago
Si el miércoles el paro nacional de dos días convocado por la Central Unitaria de Trabajadores (CUT), la principal multisindical chilena, fue calificado de tibio por el gobierno de derecha de Sebastián Piñera, la adhesión de ayer pudo más que cualquier deseo de cubrir lo innegable, luego de que cientos de miles de personas marcharan desde distintos puntos de la capital a la Alameda, la principal avenida santiaguina, y otros miles más en provincia.
Con ello quedó claro una vez más que la gente está cansada de ver cómo la plata no alcanza para llegar a fin de mes, que los chicos deben endeudarse para estudiar, que se hipoteque la sustentabilidad medioambiental del país entre gallos y medianoche, que la gran mayoría no sea interpretada y que el gobierno siga ignorando temas sensibles.
También hay que ser justos. El llamado de la CUT no hubiera tenido el éxito que tuvo sin la energía de los estudiantes, que gracias a sus demandas han puesto de relieve todas las quejas de la ciudadanía, molestias que han salido a las calles en forma de marchas y que se esparcen por las principales ciudades y avenidas del país.
Como era de esperar, las cifras de la multisindical chocaron con las de La Moneda. Según el presidente de la CUT, Arturo Martínez, dijo que se contabilizaron más de 600 mil personas en todo el país, mientras que el vocero de gobierno, Andrés Chadwick, sostuvo que la convocatoria fue inferior a la de jornadas anteriores.
Números más o menos, lo cierto es que la marcha se desarrolló con calma hasta pasado el mediodía, cuando la interminable fila comenzó a juntarse en el centro de Santiago. Los ingeniosos carteles en contra del lucro en la educación o los que critican al gobierno se mezclaron con las banderas de las centrales de trabajadores y las insignias de los colegios y universidades.
La gente vivaba desde las ventanas de los edificios, desde donde colgaban más lienzos y banderas. El miedo a que la ciudadanía no respaldaría la convocatoria debido a lo mal parados que están los dirigentes políticos se disipó con el correr de las horas.
“Es lo más impresionante que he visto. Somos miles, entre obreros, profesores y estudiantes, los que le decimos a la cara a Piñera que debe terminar con el modelo impuesto por Pinochet”, decía Andrés, un adolescente que junto a 20 compañeros llegaron desde San Bernardo, una de las comunas periféricas de Santiago.
El chico y sus compañeros desaparecieron mientras el ensordecedor grito de “¡y va a caer... y va a caer... el sucesor de Pinochet!” hacía imposible seguir hablando. Otro cartel con la leyenda “El pueblo educado jamás será explotado” redondeaba el sentir de esos miles de anónimos que se dieron cita en la fría mañana chilena.
“Tenemos la esperanza de que el gobierno, después de este golpe que ha recibido, logre reflexionar y se abra a conversar para buscar una salida a la actual situación. Esta convocatoria no le pertenece a nadie, sino a los trabajadores, a los ciudadanos y ciudadanas que se movilizaron”, dijo Martínez.
En tanto, la cara más visible de las movilizaciones, la presidenta de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, Camila Vallejo, refutó al gobierno que acusó a la CUT de aprovecharse del movimiento estudiantil. “Siempre hemos estado juntos. Es un error plantear lo contrario. La gente, el pueblo chileno, se cansó. Creemos que es necesario cambiar el sistema político, cambiar el sistema económico para que justamente la redistribución del poder sea más justa, la distribución de la riqueza sea más justa y que tengamos condiciones dignas para desarrollarnos como seres humanos”, sostuvo.
Por su parte, el presidente del Partido Socialista, Osvaldo Andrade, hizo un mea culpa a nombre de la Concertación. “Vengo a participar en este acto con mucha humildad, porque en los 20 años de Concertación también en muchas ocasiones fuimos parte de esos abusos, y creo que es el momento de hacernos cargo del problema de fondo. Y si la única manera de que este gobierno entienda es teniendo a la gente en la calle, no hay otra alternativa”, afirmó.
En medio de la marcha, el sociólogo y estudiante de posgrado de la Universidad de Chile Rodrigo Morales explicó a Página/12 que el paro y su relación con el movimiento estudiantil “son luchas sociales que se complementan, puesto que detrás de cada estudiante en la calle hay un trabajador o trabajadora. El movimiento estudiantil ha sido capaz de extender sus demandas hacia otros sectores de la población en que viven, en cada espacio, su vinculación con el modelo neoliberal, por lo tanto sus demandas están siempre relacionadas con el mundo laboral”.
El experto agrega que “aquellos que no acceden a la educación superior y de calidad siempre tienen trabajos precarios y mal remunerados. Por tanto, movimiento estudiantil y movimiento trabajador son dos espacios contiguos que fortalecen las demandas”.
Hasta ahí, todo bien. Sin embargo, después de una pausa en otras marchas, ayer manifestantes con el rostro encubierto levantaron barricadas en algunas esquinas de la Alameda, lo que derivó en duros enfrentamientos con carabineros. Y si bien los encapuchados fueron recriminados por los que sí iban a marchar por reformas estructurales, las piedras no cesaron de llover.
“Ellos también tienen rabia, no los justifico; pero no tienen oportunidades ni otra manera de reclamar. Aunque está muy mal lo que hacen”, señalaba una mujer con un pañuelo en la cara para soportar los gases lacrimógenos.
La fuerte represión de los carabineros contra los exaltados –rechazados transversalmente, que incluso quemaron banderas, saquearon negocios e intentaron prender fuego la puerta de una iglesia– logró disuadirlos, aunque el olor a gas quedó en el ambiente. Al caer la tarde, el paisaje era desolador.
Al cierre de esta edición, el subsecretario del Interior, Rodrigo Ubilla, dijo que las manifestaciones dejaron 26 carabineros heridos, cinco de los cuales recibieron impactos de proyectiles y se mantienen con lesiones graves en el hospital institucional. Además, hasta anoche había 210 personas detenidas por diversos motivos.
Mientras tanto, el vocero de gobierno llamaba a tener “una noche en paz”, luego de los tiros, saqueos y desmanes de las dos jornadas anteriores, que, por cierto, no empañan el reclamo de fondo de la gran mayoría de los chilenos. Sobre todo en la periferia, ahí donde pega más fuerte la desigualdad.
@chripalma
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