EL MUNDO › ESCENARIO
› Por Santiago O’Donnell
Ya se fue Berlusconi, ya se fue Papandreu. Ya se fue el socialista Sócrates de Portugal y ahora le toca al socialista Rodríguez Zapatero en España, todos reemplazados por gerentes de la derecha que prometen dureza y eficiencia para drenar los últimos recursos de sus economías. Recursos que van a los bancos franceses y alemanes que ellos mismos habían contribuido a salvar hace no más de un par de años a través de los rescates financieros de la Unión Europea.
Ahora esos bancos buscan cobrar fabulosas deudas estatales y la Unión Europea, con Merkel y Sarkozy a la cabeza, amenazan con no darles plata para pagarles a los banqueros a menos que sigan destruyendo lo poco que les quedó de sus economías. Peajes impagables para seguir perteneciendo al club de los importantes.
Entonces surge la pregunta: ¿quién está salvando a quién? Porque uno mira la tele y los ve a Sarkozy y Merkel con caras de serios, retando a los países del sur de Europa por no tener sus cuentas en orden, o con caras de bondadosos, diciendo que sienten compasión por estos países que se metieron en problemas y que ellos los van a ayudar.
Puede ser que los países más débiles de la Unión Europea justo tuvieron la mala suerte de elegir, todos al mismo tiempo, a un montón de jefes de Estado que no saben sumar y restar. Hombres con poca experiencia como Sócrates, Papandreu o Rodríguez Zapatero. ¿Pero no será que los mismos mercados que van de país en país volteando presidentes como una fila de dominós, para que sean reemplazados por eficientes gerentes con la misión de succionar hasta la última gota de lubricante económico de las deshauciadas economías poscrisis No serán esos mercados, o más bien sus representantes, los que crearon el problema y ahora no quieren arreglarlo?
Porque te la quieren vender como que el problema lo armaron y lo tienen estos gobiernos que administran mal y no saben generar crecimiento, pero resulta que la crisis la armaron las entidades financieras internacionales. La crisis justamente se expandió como un virus y fue mucho peor que las anteriores porque no fue una crisis comercial, sino una crisis financiera, generada por el descontrolado movimiento de activos tóxicos a través de distintos circuitos transnacionales más o menos transparentes. El descontrol hizo explotar la burbuja inmobiliaria que hacía furor en Estados Unidos y Europa. Entonces lo primero que hicieron Estados Unidos y Europa fue salvar a los bancos con transferencias archimultimillonarias con fondos provenientes de la Fed y los bancos centrales de la Unión Europea y países miembro. Los bancos se recuperaron, pero no quisieron prestar plata a otras entidades porque no sabían quién tiene el virus. El dinero dejó de circular, el crédito se secó y sobrevino una gran recesión.
Después de eso, Europa y Estados Unidos tomaron caminos diferentes. Estados Unidos, al igual que los principales países de América latina, adoptaron políticas anticíclicas y aumentaron el gasto público para generar más consumo. Sin salirse de la responsabilidad fiscal, pero jugando al límite, impusieron al Estado como un actor importante, si no el principal, del proceso de reactivación. Lula, Bachelet, Kirchner y también Obama tomaron ese camino.
En la Europa liderada por Merkel, Sarkozy y Cameron eligieron otra cosa. Empezaron a apretar y apretar y llegamos a este punto, con Londres en llamas, París malhumorada, indignados por todas partes, desempleo histórico en España, una economía importante como la de Italia en serios problemas, Grecia devastada, Portugal e Irlanda esperando el próximo cachetazo, y así.
Ahora uno dice, ¿y por qué no devalúa Grecia? Acá vivimos una de las devaluaciones más exitosas de la historia. Podrá gustar más o menos el salvataje Duhalde-Lavagna de las grandes empresas nacionales, vía seguro de cambio, que pagamos entre todos. Pero en una economía cuasi dolarizada el precio del dólar se triplicó mientras los precios subieron 10-15 por ciento y se mantuvieron durante varios años de inflación baja. Mientras tanto hubo reactivación, sustitución de importaciones, ahorro y planes sociales para salir del pozo. ¿Si River se fue a la B por qué los griegos no pueden volver al dracma, o inventarse otra moneda de cabotaje? ¿No será que si le sale bien a Grecia, España e Italia querrán hacer lo mismo? ¿Y si todos hacen lo mismo qué pasa con el euro, y por ende con el armado de la Unión Europea? ¿Entonces quién está salvando a quién?
Más que la Unión Europea está salvando a los griegos, como nos dan a entender, parecería que los laburantes griegos, con su sacrificio, con el cierre de sus fábricas, están salvando a los bancos franceses y alemanes, y los burócratas gordos de la UE.
Un dato y una reflexión que Javier Lewkowicz publicó hace diez días en este diario: “La banca de los dos países más poderosos de la Zona Euro, Alemania y Francia, concentra el 58,3 por ciento de la deuda externa griega (pública y privada) que está en el sistema financiero internacional... La deuda de otras economías debilitadas de Europa muestra un panorama similar. En este marco, los violentos planes de ajuste fiscal que están llevando a cabo diversos países tendrían como finalidad asegurar el cumplimiento de sus compromisos externos para evitar el default y, en especial, una salida del euro, que perjudicaría seriamente al establishment financiero”.
Hay que reconocerles a los mercados financieros y sus aliados mediáticos un gran poder de discurso. Lo que en los ’70 sólo pudieron conseguir a través de golpes de Estado ahora lo logran con gerentes electos. Pero hay que ver si dura. Mientras sigan ajustando el cinturón, mientras sigan sin hacer nada para controlar sus desmanes, no tardará en surgir un Chávez europeo. Porque los presidentes-gerentes corren serios riesgos de perder rápidamente su legitimidad. Sólo los votan mientras dura el susto. El tema de la convertibilidad tiene ese aspecto psicológico. A Correa, a quien audacia no le falta, el asunto le cuesta un montón. Imagínense en Europa occidental, donde toda la región salvo Gran Bretaña está sujeta a un régimen de cambio fijo. Mucho más difícil todavía. Hasta ahora nadie se anima a pegar el salto.
Mientras tanto, las viejas potencias siguen con las viejas recetas en un clima cada vez más pesado, como si realmente pensaran que van por el camino correcto. No podrán decir que nadie les avisó. Esta semana Cristina Kirchner estuvo en el
G-20. Les dijo, casi les imploró, que hagan algo. Que usen a Adam Smith, a Ricardo, a Keynes o a Marx, pero que hagan algo. Dijo que el capitalismo se ha convertido en una narcotimba. Dijo que le daba un poco de vergüenza pedirles lo que les iba a pedir, pero que simplemente les pedía que vuelvan al viejo capitalismo en el que la gente compra cosas con el dinero que le pagan por su trabajo. Aplaudieron bastante. No sé si lo hicieron por compromiso o para salvar las apariencias, pero la aplaudieron. No estuvo mal.
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