EL MUNDO › EL ACTIVISTA DAVID HEAP CUENTA SU FALLIDO INTENTO DE LLEGAR A GAZA
La flotilla Freedom Waves (Oleadas de Libertad) fue interceptada hace dos semanas por soldados de la marina israelí cuando viajaba para llevar alimentos y medicamentos a la Franja. Sus tripulantes, detenidos y luego, liberados.
› Por Adrián Pérez
David Heap fue liberado la semana pasada luego de permanecer detenido en una cárcel de Israel por intentar quebrar el bloqueo a Palestina. El canadiense de 45 años es profesor de lingüística romana en el Departamento de Estudios Franceses de la Universidad de Western Ontario. Integra además el comité de dirección del Tahrir (libertad en egipcio), barco que partió hace dos semanas, junto al buque Saoirse (libertad en irlandés). La flotilla Freedom Waves (Oleadas de Libertad) fue interceptada hace dos semanas por soldados de la marina israelí cuando viajaba para llevar alimentos y medicamentos a Gaza. “Intimidando a un movimiento solidario lo único que se logra es que se vuelva más fuerte”, asegura el militante pro-palestino.
En junio de 2010, Heap y otros activistas comenzaron a juntar fondos para alistar un barco canadiense que llevara ayuda a Gaza. “En mi vida había participado en una campaña cuyo objetivo fuera recaudar más de 300 mil dólares canadienses”, reconoce. Tahrir estuvo listo para zarpar en la primavera de 2012. Según el docente, la motivación del grupo pasaba por demostrar un gesto de solidaridad con seres humanos que viven en “una cárcel a cielo abierto”. “Cuando los líderes no gobiernan como deben, a los movimientos de la sociedad civil nos toca tomar el liderazgo de lo que es necesario hacer para liberar a nuestros hermanos y hermanas de Gaza”, afirma y aclara que, en esta oportunidad, se decidió salir hacia Gaza “sin tanto bombo y platillo”.
Quizá por eso los activistas lanzaron la campaña mediática de concientización acerca de Gaza una vez que estuvieron en mar abierto. “Aprendimos de la experiencia recogida en junio y julio, cuando íbamos a viajar en el barco español Gernika y no nos dejaron salir de Grecia”, recuerda el activista. Razones administrativas impuestas por el gobierno turco limitaron el embarque. Sólo doce personas consiguieron permiso para partir desde el puerto de Fethiye. Freedom Waves salió rumbo a Gaza el 2 de noviembre.
Tres canadienses, una norteamericana y un australiano viajaron en el Tahrir, acompañados por un muchacho de Haifa. “Nunca vi a alguien tan feliz como Majd Kayyal. Al ver su cara, mientras se dirigía hacia la costa de Gaza en un barco con bandera palestina, comprendí que valía la pena el esfuerzo de llegar hasta allí”, describe Heap la expresión del joven, en la mañana del 4 de noviembre. A esa altura, los barcos se encontraban a 50 millas náuticas de la costa de Gaza. Internet se cayó y los teléfonos perdieron cobertura satelital al mediodía.
La armada israelí contactó a los barcos, una hora después de las interferencias, para conocer el destino de la flotilla. “Querían que dijéramos que íbamos a Gaza. Respondí: ‘Nuestro rumbo es la conciencia de la humanidad’”, relata el profesor universitario. Tras dos horas de negociaciones, un grupo de elite israelí fuertemente armado abordó las embarcaciones, usando mangueras de agua a presión, las mismas que se emplean en la persecución a los pesqueros palestinos. Con el motor apagado y el agua cayendo sobre la cubierta, el segundo soldado que subió al barco cayó de bruces en la plataforma. Otro soldado intentó desalojar a Heap de la cabina del capitán con una descarga de su pistola Taser. Todos los activistas fueron trasladados al puerto de Ashod. “Se robaron el material electrónico, estaban interesados en las grabaciones”, denuncia Heap. En la madrugada del 5 de noviembre, él y sus compañeros fueron a parar al bloque 5 de la cárcel de Givon, en Ramle (cerca de Tel Aviv). A cada uno se le permitió una llamada de tres minutos, controlada y grabada desde el despacho del director de la cárcel. “Nos mantuvieron seis días presos cuando la misma legislación de Israel señala que es obligatorio que te deporten dentro de las 72 horas de haber sido detenidos. Estamos ante un Estado que no respeta las leyes propias ni las internacionales”, sentencia el activista canadiense, que fue liberado el jueves pasado y regresó a Canadá.
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