EL MUNDO
› LA GENTE SE RECLUYE ENTRE LAS BOMBAS Y LA PERSECUCION DEL GOBIERNO A LOS ESPIAS
Bagdad espera la invasión bajo doble llave
Los habitantes de Bagdad se atrincheraban en sus casas en espera de lo peor: la entrada de las tropas estadounidenses y el estallido de feroces combates con las tropas de elite de Saddam Hussein. Y mientras estalla la cacería de espías, la ciudad vive un número inusual de ceremonias de matrimonio.
Por Angeles Espinosa *
Desde Bagdad
Dos filas de palmeras flanquean esta calle de chalets individuales en Mansur, uno de los mejores barrios de Bagdad. A primera hora de la tarde, el sol se filtra perezoso por entre las ramas, pero nadie disfruta de sus rayos. Los vecinos se han atrincherado en sus viviendas. “Estamos en un campo de batalla, no en una casa”, resume Um Zuhair, con las lágrimas en los ojos y las bolsas preparadas para buscar refugio fuera de Bagdad. En las últimas 24 horas, ella y su familia han vivido tres experiencias para el infarto.
“Hemos pasado la noche en vela, por eso nos encuentra usted durmiendo la siesta, si es que a estar un rato echados con la vista fija en el techo se le puede llamar dormir”, se disculpa Um Zuheir mientras recompone su bata. Sus palabras desperezan al resto de la familia que desde que empezó la guerra pasa la noche toda junta en el salón, la habitación de la casa que les da más seguridad. Les digo que entiendo que los bombardeos han sido muy intensos. Me sonríe. “No han sido las bombas, sino algo peor. Hacia medianoche, cuando íbamos a acostarnos, oímos gritos y salimos al jardín –explica todavía conmocionada–, hubo un intercambio de disparos; al parecer buscaban a un espía y lo atraparon.” La caza del espía se ha convertido en un deporte desde que el pasado miércoles el gobierno anunciara recompensas de 10 millones de dinares (unos 2.800 dólares) a quien colabore en su captura. La mejor pista para determinar esa peligrosa actividad: la posesión de un teléfono satelital, algo que el comunicado recuerda está prohibido para todos los ciudadanos.
Sin embargo, el incidente de esa calle del barrio Mansur pudo ser algo más serio. Aunque Um Zuhair no parece relacionar ambos asuntos, esa noche “alguna personalidad” durmió “cuatro casas más arriba”. “No sabemos quién fue, pero se trataba de algún dirigente porque cerraron la calle y la llenaron de personal de seguridad; nos dijeron que no saliéramos para nada”. El coche en el que vino se fue de madrugada y los vecinos creyeron que podían respirar tranquilos.
No por mucho tiempo. Poco antes de las 10 de la mañana, cuatro potentes explosiones movían la tierra debajo de sus pies. Fueron los cuatro misiles que Estados Unidos lanzó contra la Feria Internacional de Bagdad, a 300 metros en línea recta de la casa de Um Zuhair. El vecino de al lado resultó herido por un cascote. “He sentido temblar la casa. Se han caído todos los utensilios de la cocina y los cuadros que teníamos colgados en las paredes. Ha sido horroroso”, declara la mujer aún asustada. Cinco horas después no se ha recuperado. Teme sobre todo por sus hijos. “¿Qué futuro les espera?”, pregunta señalando a su hija, una adolescente preciosa de mirada triste.
Al día siguiente del ataque al recinto ferial, las autoridades iraquíes consideran que los periodistas ya pueden tomar imágenes de los escombros. Eso sí, sin cruzar la verja exterior. Casi al mismo tiempo empiezan a surgir piezas que no encajan en el puzzle. Una fuente cercana a un ministro confirma que los 50 soldados muertos en el incidente no son un rumor. La proximidad de la sede de los servicios secretos externos (Al Mujabarat), destruida dos días antes, explicaría su presencia en la zona. Varios vecinos vieron cuerpos despedazados colgando de los árboles que ahora los empleados municipales se afanan en podar.
También murió un empleado de la gasolinera que hay enfrente al que un cascote dio en la cabeza. Oficialmente, no hubo víctimas. Claro que a veces, cuando las hay, el ministro de Información, Mohamed Said al Sahaf, se olvida de mencionarlas en su intervención en inglés. Así sucedió el jueves con los 27 muertos y 193 heridos que, según su declaración árabe,se habían producido desde la madrugada en Bagdad. De ellos, 14 muertos y 66 heridos sólo en una calle del barrio de Dora, al sur de la capital.
Otros incidentes ni siquiera existen. A las 7.30 de la mañana varios misiles destruyeron unos almacenes próximos a la gigantesca mezquita que se está construyendo sobre el antiguo aeropuerto de Bagdad. “Es donde se guardan los equipos eléctricos”, explica un técnico que trabaja en la obra. Tan modesta utilidad no parece justificar el muro que rodea todo el recinto, las torres de vigilancia en cada esquina o los puestos de control a su entrada. Fuera lo que fuera lo que había dentro ha quedado aniquilado, según se percibe desde los huecos que la explosión ha dejado en el muro. Numerosos uniformados trajinan por la zona.
* De El País, de Madrid. Especial para Página/12.
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