EL MUNDO
Muchachos, Saddam Hussein no ha sido más que el comienzo
Con sus divisiones blindadas a escasos kilómetros de Damasco, EE.UU. acusó a Siria de ser un Estado paria, de favorecer al terrorismo, y de poseer armas químicas. Son las mismas acusaciones que lanzó contra Irak antes de la guerra. Y la pregunta es si esto anticipa otra guerra.
“Siria es un Estado paria, que ayuda al terrorismo, y posee armas químicas”, dijo ayer el vocero de la Casa Blanca, Ari Fleischer, en una declaración que causó estupor entre los países árabes. Aún no se apagó el humo de los bombardeos en Irak, pero la administración Bush ya tiene a otro país en la mira: Siria. En una conferencia de prensa, Fleischer afirmó que la CIA tiene pruebas de que este país posee armas químicas. Cuando se le preguntó si Siria es el próximo en la “lista de objetivos” estadounidense, respondió: “Todavía no finalizamos nuestra acción militar en Irak y queda pendiente la reconstrucción. Ese es nuestro próximo objetivo”. Pero esta vez Gran Bretaña no se hizo cargo de las acusaciones de su aliado en la guerra de Irak. Su ministro de Relaciones Exteriores Jack Straw informó ayer al gobierno sirio que no comparte las acusaciones de Estados Unidos. Y su primer ministro Tony Blair rechazó categóricamente los “rumores salvajes sobre una posible invasión a Siria”.
Pero en Estados Unidos, el coro antisirio fue unánime. El secretario de Estado Colin Powell, que siempre vio a Damasco como un componente indispensable de la paz, dijo que Siria puede tener problemas en su relación con Estados Unidos si no coopera para encontrar a los funcionarios de Saddam Hussein. El Pentágono había insinuado que algunos dirigentes del régimen de Saddam habrían cruzado la frontera siria llevándose las supuestas armas de destrucción masiva que Estados Unidos no encuentra en Irak. “Es el tipo de individuos que no deben encontrar refugio en Siria”, amenazó Powell. El secretario de Defensa Donald Rumsfeld se sumó a la escalada contra el gobierno de Damasco y lo acusó de estar cometiendo “graves errores”. Desde que empezó la guerra en Irak, el jefe del Pentágono ha estado afirmando que Siria entregó armamento a Irak y dejó que altos dirigentes iraquíes huyeran a su territorio. Y Bush se quedó a un paso de amenazar con una guerra contra Siria: “Tienen que cooperar”, dijo el presidente estadounidense, sin explicar qué ocurriría en caso contrario. “Creemos que hay armas químicas en Siria. Cada situación merece una respuesta diferente y lo primero es lo primero. Ahora estamos con Irak, pero hablamos en serio”, advirtió ayer después de descansar el fin de semana en Camp David. Bush no aclaró si las supuestas armas químicas sirias pertenecen a un arsenal propio o a un trasvase de armamento desde Irak, como ha sugerido el Pentágono en varias ocasiones.
Las advertencias de Bush forman parte de una operación con dos enemigos hasta ahora irreconciliables: los secretarios de Defensa y de Estado, Donald Rumsfeld y Colin Powell. Característicamente, el primero fue el más agresivo. En declaraciones al canal norteamericano CBS, se negó a anticipar qué haría su país si Saddam apareciera vivo en territorio sirio. Pero si esto pasara, “Siria habría cometido un grave error’, dijo Rumsfeld. El halcón del Pentágono acusó a Damasco de “cometer un montón de errores graves, un montón de equivocaciones” al mostrar su solidaridad con el régimen caído de Saddam y, sobre todo, al permitir la entrada de antiguos dirigentes en su territorio. A Rumsfeld le molesta particularmente que cientos de voluntarios sirios hayan querido viajar hasta Irak para luchar contra Estados Unidos. “Hemos parado algunos micros. A otros combatientes los hemos capturado como prisioneros de guerra y otros están muriendo en el combate”, dijo ayer el secretario de Defensa. “Se están asociando con mala gente y eso va a dañar al pueblo sirio”, aseguró. Por su parte, Powell declaró en una entrevista de la cadena británica BBC que Siria “se equivocaría” si permitiera la presencia de personas vinculadas al antiguo régimen. También mencionó la posibilidad de implementar sanciones “diplomáticas, económicas o de otro tipo” contra Damasco. No dijo, claro, cuáles eran las de “otro tipo”.
Pero ni bien Washington se despachó con estas explosivas declaraciones, Gran Bretaña se desligó de su aliado contra Irak. Su primer ministro, Tony Blair, rechazó categóricamente los “rumores salvajes sobre una posibleinvasión a Siria”. Y su ministro de Relaciones Exteriores, Jack Straw, comunicó a su homólogo sirio, Faruk Shara, que Gran Bretaña no comparte las amenazas estadounidenses contra Siria y que prefiere solucionar los enfrentamientos por la vía del diálogo. El gesto de Gran Bretaña refuerza la ofensiva europea, encabezada por Francia –ex potencia colonial de Siria–, en defensa de Damasco. Este movimiento se empezó a formar el viernes pasado luego de que el jefe de la diplomacia francesa, Dominique de Villepin, visitara la capital siria. Villepin trató de convencer al presidente Bashar Al Assad y al canciller Faruk al Shara de que evitaran cualquier enfrentamiento con Bush. Straw se comprometió a mandar una carta de apoyo a Shara de parte de Blair. En ésta, “el gobierno británico se compromete a continuar el diálogo con Siria, por el interés de la seguridad y la estabilidad de la región”, según informó la agencia de noticias siria Sana.
Pero estas manifestaciones de simpatía europea no son un gran alivio para Damasco. Entre otras cosas, porque es Estados Unidos el que tiene el grueso de la fuerza militar desplegada en el golfo Pérsico. Y también, porque la propia guerra angloamericana contra Irak fue la manifestación más explícita que podía esperarse de desprecio ante las opiniones de la comunidad internacional. Por eso, nadie quisiera estar hoy en los zapatos de Bashar Al Assad.