EL MUNDO › OPINIóN
› Por Adolfo Pérez Esquivel *
La dictadura militar en Brasil, que gobernó desde 1964 hasta 1985, se basó en la Doctrina de Seguridad Nacional Norteamericana y formó a muchos de sus militares en la Escuela de las Américas en Panamá y en las Academias militares de los Estados Unidos.
La concepción ideológica y metodológica fue estudiada y perfeccionada en la Escuela Superior de Guerra de Brasil y sirvió como formación y adoctrinamiento de las fuerzas armadas de otros países en donde también se instrumentó el Plan Cóndor, con el objetivo de imponer la internacional del terror, secuestros, torturas, asesinatos, traslado de prisioneros de un país a otro y operativos conjuntos en diversos países por grupos de tareas de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y su extensión a otros países centroamericanos.
Esta concepción ideológica enmarcada en la confrontación Este-Oeste fue impuesta en todo el continente de la mano de la hipótesis de conflicto del enemigo interno, transformando a las fuerzas armadas en tropas de ocupación de su propio pueblo.
No es el motivo de este artículo extenderme en el análisis de esto que señalo, pero me gustaría recomendar los trabajos de investigación del sacerdote belga que vivió gran parte de su vida en Brasil, Joseph Comblín, sobre la Doctrina de Seguridad Nacional, y de la investigadora y periodista argentina Stella Calloni, quien publicó la obra La hora del lobo.
El ex presidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva debió soportar la presión de sectores de las fuerzas armadas cuando intentó constituir la Comisión de Verdad para investigar lo ocurrido durante la última dictadura militar. Es preocupante y sorprendente que algunos militares retirados de Brasil busquen boicotear la constitución de la Comisión de la Verdad, que ya es ley, confrontando y condicionando al gobierno de la presidenta Dilma Rousseff para asegurarse el silencio y la impunidad de los crímenes de lesa humanidad cometidos contra el pueblo brasileño.
Un breve comentario sobre el Plan Cóndor, por haber sido víctima de esa política en varios países latinoamericanos.
Fui detenido en dos oportunidades en Brasil, la primera fue en San Pablo en 1975, en el aeropuerto, y llevado a la DOP –la Policía Militar–, cuando preparábamos un encuentro de obispos latinoamericanos, con el cardenal Arns en San Pablo.
La segunda detención fue en 1981, cuando en Río de Janeiro, en la Orden de los Abogados, señalé que la autoamnistía que se dieron los militares era una ofensa al pueblo y que atentaba contra el derecho, porque la impunidad impide construir la democracia.
Las dos veces, el cardenal Don Pablo Evaristo Arns, arzobispo de San Pablo, obispos y comunidades religiosas y organizaciones sociales lograron mi libertad.
Hoy el general en retiro Luiz Eduardo Rocha Paiva, junto con otros retirados, pretenden poner en duda los hechos que sufrió el pueblo brasileño bajo la dictadura, para generar sospecha y oscurecer la verdad histórica. El miedo a la investigación histórica de esta institución corporativa está provocando un grave daño a las Fuerzas Armadas y a las nuevas generaciones que la integran.
Cada pueblo debe encontrar su camino y fortalecer sus instituciones democráticas. Insisto que sobre la impunidad es imposible construir una democracia; los países que ocultan la memoria o pretenden ignorarla pierden su identidad y valores.
Las fuerzas armadas deben tener el coraje de analizar su rol en lo ocurrido en cada país durante las dictaduras y ayudar a la Verdad. No deben olvidar que son parte integral del pueblo y no entes separados.
Hasta la sanción de la Ley Nº 12.528, constitutiva de la Comisión de la Verdad, a fines del año 2011, Brasil era el único país de Latinoamérica que no había conformado una comisión investigadora de los crímenes de su propia dictadura.
No es posible construir un proyecto de país libre y soberano si las fuerzas armadas están ausentes, es necesario recuperar la mística de los libertadores independentistas de nuestros pueblos y trabajar para la integración regional y continental.
Debemos ser solidarios y apoyar a la presidenta Rousseff, que está llevando a la conciencia y vida de su pueblo la necesidad de reconstruir la memoria y encontrar los caminos de paz entre los diversos sectores del pueblo brasileño.
La Argentina ha avanzado ejemplarmente en el derecho de verdad y justicia. Esto pudo ser posible gracias a la lucha incansable de los organismos de derechos humanos, el apoyo de la sociedad y la voluntad política del ex presidente Néstor Kirchner y de la presidenta Cristina para superar la impunidad jurídica. Este es el camino correcto para que nunca más volvamos a vivir el horror, la muerte y la desaparición de personas, de niños, víctimas del horror de políticas nefastas impuestas a través de la Doctrina de Seguridad Nacional para someter a los pueblos.
Lo ocurrido en Brasil, por la presión de sectores de las fuerzas armadas, nos afecta a todos, son remanentes de un pasado reciente y debemos ser solidarios y estar alerta sobre esos brotes, que han estado ocurriendo recientemente en algunos países de nuestra América.
Es importante que las nuevas generaciones de las fuerzas armadas asuman su rol específico junto al pueblo en defensa de la soberanía, el derecho a la democracia y a la vida.
* Premio Nobel de la Paz. Presidente del Servicio Paz y Justicia.
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